Son 17.400 de sala de 3, 5.100 de la de 4 y 1.700 de la de 5, en todo el país. Hacerlas saldría el equivalente al 2,13% del gasto anual en educación.
Son 667 millones de dólares o 177 mil millones de pesos al cambio oficial. Es el 2,13% del gasto anual en educación de la Nación más las provincias. No es un presupuesto que vaya a cambiar las cuentas públicas, pero sí puede modificar -y mucho- la vida de buena parte de una generación de argentinos.
Eso es lo que cuesta construir las más de 24 mil aulas que faltan (24.202) para garantizar que el jardín de infantes llegue a todos los chicos de 3 a 5 años en la Argentina, en el escenario más “económico”. Esto es, hacer solo las aulas dentro de escuelas existentes, para incorporar así los 521 mil alumnos por año que faltan en el nivel inicial.
En el escenario más “caro” (construir nuevas escuelas, con baños, dirección, secretarías, y demás) el costo se eleva a 2.120 millones de dólares o 458 mil millones de pesos. En este caso, es el 6,66% de los gastos anuales en educación. Hay variaciones en el medio de estos dos escenarios.
En todos los casos, una vez construidas las aulas o las escuelas, habrá que agregarles el pago de salarios y el mantenimiento, a un costo que asciende a 139 mil millones de pesos por año. Esta cifra representa 2,02% de los gastos destinados a educación, todas calculadas en base al año 2021.
Todo estos datos surgen de un informe del Observatorio de Argentinos por la Educación, que relevó la situación de la educación inicial en el país y encontró que, si bien en los últimos años se avanzó en la construcción de aulas, todavía faltan 17.399 en salas de 3, 5.144 en sala de 4 y 1.659 en sala de 5.
Esto impide que todos los chicos argentinos aprovechen los múltiples beneficios del nivel inicial. Distintos estudios -reseñados en el informe del Observatorio- muestran que el jardín mejora los rendimientos en Lengua y Matemática en la primaria, aumenta las tasas de permanencia en la escuela, incrementa el número de años escolares completados, reduce las tasas de abandono, mejora la probabilidad de graduarse de la secundaria y la probabilidad de matricularse en la universidad, entre otros beneficios.
“La educación inicial es un derecho, pero sabemos que eso no suele ser suficiente para promover inversiones en el sector. Tiene retornos altísimos, tanto individuales como sociales, y tiende a beneficiar más a los más vulnerables. En otras palabras, si bien el costo de expandir la oferta de educación inicial no es menospreciable, se trata de una inversión que, con el tiempo, se paga sola”, dice Martín De Simone (Banco Mundial), coautor del informe junto a Martín Nistal y Leyre Sáenz Guillén, del Observatorio de Argentinos por la Educación.
Cómo garantizar la calidad
“La evidencia es contundente: la posibilidad de ir al jardín de infantes marca una diferencia sustantiva en el futuro de cada niño y niña. Empezar temprano una educación de calidad genera un círculo virtuoso que da frutos a mediano y largo plazo. Por eso es tan importante invertir en el nivel inicial”, afirma Melina Furman, investigadora del Conicet y profesora de la Universidad de San Andrés.
El tema de la calidad es recurrente cuando se habla de la expansión de los jardines de infantes. Es porque en el país hay mucha variedad en cuanto al servicio que ofrecen y porque suelen ser de peor calidad aquellos jardines a los que van los chicos de las familias más vulnerables.
La cuestión es abordada también por los autores del informe del Observatorio, quienes señalan que una expansión demasiado ambiciosa de los jardines de infantes podría afectar la calidad de la educación y recomiendan un “balance” entre la ampliación de la disponibilidad de aulas y la atención a la calidad educativa.
Ahora, ¿qué se entiende por un jardín de infantes de calidad? Clarín se lo preguntó a Melina Furman, quien dijo que las claves están en que:
Los docentes estén formados en pedagogía basada en el juego, en la estimulación temprana, en la elaboración de proyectos que amplíen el universo de conocimientos de cada niño. Que cuenten con recursos materiales para llevar adelante esa pedagogía (libros, espacios físicos, materiales para armar las propuestas). Que tengan directivos que lideren una propuesta institucional coherente y articulada entre los docentes de todas las salas. Y que cuenten con recursos humanos (acompañantes pedagógicos, psicopedagogas, maestras formadas) para acompañar e integrar a los chicos con necesidades especiales. La sala de 5 es obligatoria en la Argentina desde hace 15 años y ahora está casi universalizada. La sala de 4 se hizo obligatoria en 2014, y desde entonces creció la oferta de salas y jardines y también la matrícula.
La asignatura pendiente sigue siendo la sala de 3, que aún no es obligatoria, a pesar de que hubo proyectos de leyes que así lo establecían, pero que no prosperaron en el Congreso. El informe del Observatorio muestra que más de 17.000 salas de las 24.000 que faltan son de sala de 3 y que, en jardines de infantes, la mayor oferta siempre genera mayor demanda. Es un paso necesario para poder garantizar el derecho de miles chicos a iniciar con el pie derecho su camino por la vida.