Fue el 19 de marzo de 1998 en San Nicolás. El pozo tenía 29 metros de profundidad y tardaron 33 horas en sacarlo, pero ya estaba muerto. Tres condenas y ningún preso.
11 de noviembre 2023, 06:00hs
Un chico de cinco años, un pozo de casi 30 metros de profundidad y 33 horas de angustia marcaron para siempre la historia de la ciudad de San Nicolás. Fue un jueves 19 de marzo de 1998 y para cuando lograron rescatar a Cristian Quiroz, ya no se pudo hacer nada para reanimarlo. La muerte del nene no fue un accidente. Fue un homicidio, tuvo responsables, pero ninguno fue preso.
Aquel mediodía, después del colegio, su papá volvió a la casa un poco más tarde de lo habitual. “¿No lo viste a Cristian?”, le preguntó el hombre a una tía del chico que vivía enfrente, según replicaron las crónicas de la época. Y ella respondió: “Sí, te anduvo buscando hasta recién. No quería ir con la mamá a pasear a la casa de tus suegros”.
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Pero el nene se fue finalmente, con la madre y una hermanita, caminando rumbo a la casa de los abuelos. Un rato después el teléfono sonó en su casa, Oscar Quiroz atendió y una voz del otro lado de la línea exclamó: “Vení que tu hijo se cayó en un pozo”. Así empezó la pesadilla.
El rescate: 33 horas de desesperación
La trampa mortal, un pozo de agua escondido entre los yuyos, la maleza y la tierra, sorprendió a Cristian cuando caminaba por la avenida Mariano Moreno. No lo vio y de repente, de un momento para el otro, el nene desapareció ante la vista de su madre, que lo seguía a unos pasos más atrás.
El operativo de rescate tuvo un despliegue casi cinematográfico: 106 bomberos, 1 electro excavadora, 1 grúa, 8 médicos, 1 helicóptero sanitario, 1 avión sanitario, 52 policías y al menos 45 miembros de Defensa Civil participaron del operativo que se transmitió en vivo por televisión y mantuvo en vilo a todo el país.
En ese momento, Alberto Rimoldi era un joven bombero voluntario de la vecina localidad de Villa Constitución, que fue convocado como tantos otros para colaborar en el lugar del accidente. A 25 años del hecho, dijo a TN: “Fue una marca a fuego”.
“No había manera de poder verlo (a Cristian), eran 29 metros de profundidad”, resaltó Rimoldi sobre el hueco por el que se había caído la víctima. Y agregó: “Ese era el mayor drama. El nene se fue hundiendo y todo lo que se veía era tierra”.
La escena, recordó, era caótica y urgente. Había vecinos las 24 horas, estaba la familia de Cristian todo el tiempo y también llegaron los medios. La expectativa era enorme, pero los recursos muy pocos y el trabajo al borde de lo improvisado. “Éramos muy jóvenes, era la primera vez que nos tocaba un caso así”, lamentó el bombero.
Rimoldi fue uno de los primeros en tratar de bajar al pozo a buscar a Cristian, aunque no lo consiguió. “Intenté bajar, pero no pasaba por los hombros”, relató, y explicó que el diámetro por el cual debía descender no superaba los 40 centímetros. “Mandamos entonces al bombero más delgado que teníamos, pero solo logró llegar hasta la mitad”, apuntó.
El rescatista recordó también que la desesperación animó a muchos de los vecinos a querer ayudar. “Pero hacían unos metros y después se desesperaban por salir”, señaló. A su vez, destacó la responsabilidad que sentían cada vez que tomaban la decisión de mandar a alguien a esa oscuridad sin fin. “Era mucha presión, con todo lo que implica trabajar boca abajo y sin contar con todos los elementos que hay ahora”, expresó.
Pero a pesar de la falta de experiencia y de los intentos sin éxito que se iban sucediendo uno tras otro, Rimoldi enfatizó: “Cuando se hace un rescate nunca se piensa en sacar un cadáver, el rescatista siempre trata de aferrarse a la esperanza”. Pese a esto, aclaró: “Uno sabe que lucha con el tiempo”. La adrenalina ayudó al principio, pero al cabo de 33 horas llegó el desenlace y no fue el que esperaban. Cristian ya estaba muerto cuando por fin alcanzaron su cuerpo.
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“Uno no se olvida de Cristian Quiroz”, dijo Rimoldi a TN, y las lágrimas lo quiebran por primera vez. El recuerdo, a pesar del paso del tiempo, trae dolor, pero también bronca e impotencia. “No fue una desgracia, fue negligencia. Nunca se va a hacer justicia por él”, concluyó.
Una trampa mortal en el camino
El primer juez que tuvo el caso fue Héctor Lezcano, quien en diálogo con TN no vaciló en recordarlo “como el más emblemático que tuvo en sus 20 años de carrera como juez penal”. “Esto fue como una trampa mortal en el camino”, definió el magistrado. Por este motivo, no dudó en pedir la prisión preventiva de los empresarios y funcionarios involucrados bajo la carátula de un homicidio a título de dolo eventual.
“Ese pozo fue parte de una obra que se llamó San Nicolás Crece y consistía en hacer tres perforaciones para instalar cañerías por unos 3 mil metros”, explicó Lezcano. El accidente de Cristian, sin embargo, no ocurrió cuando se iniciaron los trabajos. “A los 10 años dio este dolor de cabeza”, puntualizó.
En los 10 cuerpos – de 200 fojas cada uno – que llegó a acumular la causa mientras estuvo a su cargo, todo apuntaba al dolo eventual. “Quiere decir que por la mente de los ingenieros, de todos los que participaron de esto, no pudo pasar por alto que algo podía ocurrir si permitían que el pozo se cerrara con trapos”, indicó Lezcano.
En este sentido, el exjuez remarcó: “No era necesario que se muriera un chico, para esta gente fue más importante la plata que la vida de una criatura”. “Cristian se ahogó al tragar todo ese barro”, subrayó, para poner en palabras el dramático costo que tuvo el accionar de quienes hicieron la obra.
“Lo que pasó fue la consecuencia de lo que se llama sobrecertificar una obra”, resumió entonces el magistrado, y aclaró: “En otras palabras, es cobrar el total de lo pactado y hacer mal las cosas o con defectos”. Sin embargo, apuntó: “La Cámara desbarató la posición mía, pasé a otra área y la causa quedó en manos del doctor Edgard Rodríguez” ( del Departamento Judicial de San Nicolás).
Siete horas de agonía
Otro protagonista de la historia fue el abogado que representó a la familia de la víctima, Axel Cartey, quien en diálogo con TN recordó también el terrible caso que marcó el principio de su carrera, a los 29 años.
Cartey trabajaba entonces en el estudio de su tío, quien en ese momento tenía a cargo la causa por el accidente de Carlos Menem Jr. Ese fue el motivo por el cual, cuando pasó lo de Cristian, fue él quien tomó el caso.
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“Era un pozo de agua que no se había hecho bien, se había torcido y había quedado abierto”, señaló el letrado. Según la autopsia, añadió, Cristian murió aproximadamente siete horas después de la caída, aunque recién pudieron sacar su cuerpo al día siguiente (viernes) cerca de las 9 de la noche.
“El país estaba paralizado”, apuntó sobre la trascendencia que había cobrado el destino del chico nicoleño, y admitió: “No estaba realmente preparado”. En contraposición, resaltó: “Del otro lado teníamos a cada imputado con un arsenal de abogados”.
Aun así, en primera instancia el letrado destacó que lograron un fallo condenatorio por homicidio con dolo eventual, que fue inmediatamente apelado por la defensa de los imputados. “Presentaron hábeas corpus y recursos a la Cámara, y se lo bajó a homicidio culposo”, indicó. Para entonces ya era el año 2001.
Dos ingenieros y un inspector municipal condenados
El juez Rodríguez condenó primero al ingeniero de la Municipalidad de San Nicolás Juan Gómez a dos años y ocho meses de prisión efectiva y siete años de inhabilitación para ejercer su profesión. En tanto, el ingeniero Miguel Angel Pampaloni, de la empresa Topsa S.A., fue condenado a dos años y diez meses de prisión efectiva y a 8 años de inhabilitación.
Por último, el inspector de obra de la Municipalidad Claudio Fabián Actis fue condenado a dos años de prisión en suspenso y una inhabilitación de seis años para ejercer cargos públicos. Todos recibieron la condena por el delito de “homicidio culposo”, que contempla penas de entre seis meses y tres años de prisión.
“No siempre cuando hablamos de si se hizo justicia hay que pensar en alguien preso”, dijo a TN Cartey sobre el fallo, a más de dos décadas de ese momento. Y destacó que también se ganó el juicio civil, lo que le otorgó cierta reparación, por lo menos económica, a la familia de Cristian.
La muerte de Cristian fue un antes y un después para esa ciudad ubicada a 240 kilómetros de Buenos Aires. Sin embargo, poco se supo de los Quiroz a medida que siguió pasando el tiempo. Sin mayores precisiones, las versiones indican que el matrimonio se separó poco después del juicio y que Oscar Quiroz formó una nueva pareja fuera de San Nicolás.