Hay una máxima en el movimiento que fundó Juan Perón que Sergio Massa debe estar repasando en estas horas aciagas: el peronismo no perdona las derrotas. Aunque este cambiante escenario nacional sepultó muchas reglas y varios manuales de la política.
Massa -un optimista acérrimo- debe estar pensando en las excepciones a las reglas para tener algún protagonismo en el PJ que viene, después de una derrota por paliza. Perder por amplio margen contra el ultraliberal Javier Milei -respaldado por Mauricio Macri, su enemigo declarado- es un duro traspié para lo que era una ascendente carrera política.
El ministro de Economía había conseguido un logro importante: pasar al balotaje, pese a los números en rojo de su gestión.
“Entrar al balotaje en este contexto económico es una hazaña para Sergio. Llegar a esta definición le da futuro político”, argumentó un massista unos días después de los comicios del 22 de octubre.
No será tan sencillo. La amplia derrota abre interrogantes sobre esta conclusión política optimista.
Anoche, a la hora de reconocer la victoria del opositor Milei, Massa dio algunos indicios sobre su futuro inmediato.
“Hoy termina una etapa política en mi vida. Sepan que siempre van a contar conmigo defendiendo los valores del federalismo, el trabajo y la educación pública”, aseguró.
Así dio los primeros trazos de lo que viene para él: pararse en la vereda opositora del nuevo gobierno, en el cual su archienemigo Macri tendrá mucha influencia.
Ante los trascendidos de que pediría licencia, el propio Massa aclaró anoche que su decisión depende de la reunión prevista para hoy entre el presidente Alberto Fernández y Milei.
Massa no puede echarle la culpa a nadie de ser el candidato oficialista de un gobierno a la deriva.
Aceptó tomar el Ministerio de Economía el 3 de agosto del año pasado. Y en junio de 2023 presionó para ser el candidato presidencial oficialista, cuando Cristina Kirchner había puesto en la cancha a uno de sus preferidos: el ministro del Interior Eduardo “Wado” de Pedro.
Massa dialogó con gobernadores peronistas para transmitirles que quería ser el candidato de un gobierno que atravesaba una profunda crisis. El exintendente de Tigre apostó fuerte, cuando muchos en su entorno le pedían que se preservara para el futuro.
Lo que viene
La poderosa vicepresidenta cedió a la presión de los gobernadores y, luego de una breve y poco conocida negociación por la reservada red Telegram con el presidente Alberto Fernández, aceptó que Massa fuera el candidato oficialista.
En el PJ, las lecturas nunca son lineales. La primera conclusión es que junto con Massa también perdió el oficialismo, en el cual Cristina Kirchner tiene un rol protagónico.
Los datos duros marcan eso. Pero, se sabe, en política los fríos números nunca lo explican todo.
Por ejemplo, en la alianza Unión por la Patria quien quedó mejor parado es el reelecto gobernador bonaerense Axel Kicillof, un dirigente del riñón de la vicepresidenta. Muchos kirchneristas dicen que la expresidenta le cederá a Kicillof el protagonismo político.
No obstante, antes que convertirse en un referente del PJ nacional, Kicillof tiene un desafío mayor: gobernar la principal provincia del país, y la más subsidiada, con un presidente que no es peronista y que, además, prometió reducir los subsidios.
Massa deberá reconstruir su futuro. Arrancará en desventaja respecto de Kicillof y otros gobernadores, como el cordobés Martín Llaryora, que quieren discutir lo que viene en el peronismo.
En este contexto, el tigrense deberá apelar a su capacidad de resiliencia para sobrevivir en un partido que no perdona las derrotas.