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El diario Ámbito Financiero deja de salir en papel: los recuerdos de un destacado periodista que integró su redacción

Les llegó la hora a los formatos tradicionales de la escritura que, pese a los augurios, conservan la salud – el libro, las revistas, los diarios – de buscar nuevas estrategias para refrescar la relación con los lectores. La esperable transición del papel a la pantalla del diario Ámbito Financiero es una incidencia notable porque es un diario que la Argentina contemporánea ha podido seguir desde su nacimiento, su éxito y destino ulterior. La experiencia termina sirviendo como un laboratorio de procesos y conductas que permite entender, sin confundirse, los pilares de la tarea profesional.

El primero, que los dueños de los diarios no son las empresas que los tienen escriturados. Son los lectores. Y los lectores siguen a sus diarios en todas las transiciones que estos viven. Los leen en el papel o en pantallas con una fidelidad que conmueve. Es el motivo por el cual las cabeceras de los diarios heredados (los legacy media, preexistentes a la era digital) siguen conservando, en su formato digital, la vanguardia de la información.

El segundo pilar es que, en papel y en pantalla, el diario es un compromiso con la tarea profesional del periodista. Un diálogo de un film clásico sobre redacciones de diarios define ese compromiso. “- ¿Sos periodista o reportero? – ¿Cuál es la diferencia? – El periodista se convierte en el héroe de la historia; el reportero es sólo el testigo” (Deadline, Estados Unidos, 1949, el protagonista es Humphrey Bogart como prototipo del animal de redacción; puede verse en YouTube).

Aquellos medios que han tenido claridad acerca de dónde está su misión y que han encontrado las estrategias adecuadas, superan las heridas de la transición. Las marcas de suscripciones digitales pagas que han alcanzado medios de vanguardia en la transformación, como The New York Times o Clarín son la prueba de que, si el diario no sacrifica la misión, no naufraga en el océano digital. Cuando un hecho de crónica conmueve a la sociedad, el impulso de buscar la noticia se vuelca sobre la pantalla, pero la información que prevalece es la que brinda la cabecera de un diario tradicional.

El tercer pilar es la misión política de un diario. Los diarios nacieron todos como parte de un programa político, identificado con la agenda de la modernidad. Articularon la utopía enciclopédica de que no habría más conocimientos secretos en una sociedad alfabetizada universalmente y con herramientas para expresarse y recibir la información con libertad. Eso es lo que amparan la cláusulas constitucionales que protegen la tarea, que siempre es militante en el sentido noble de interpelar al poder y ser la voz de quienes no la tienen. La distracción comercial de ofrecer entretenimiento o ideologismo malversa ese programa que es consustancial a todo diario.

El programa originario puede ser partidario, como ocurrió en el nacimiento de las grandes cabeceras, pero los diarios vencieron al tiempo cuando mantuvieron los objetivo de libertad, crítica al poder y defensa del interés público. Este pilar convierte en una patraña el intento de algunos regímenes de montar medios oficialistas que defienden al poder – el “giornalismo di regime” que denunció Oriana Fallaci en la Argentina dictatorial.

A propósito, un funcionario de este Gobierno – que honra su apellido – se rio en estos días del “despropósito” de que un ministerio compre diarios en papel. Como si leerlos en la pantalla saliera gratis. Los medios impresos son los que más invierten en periodismo de calidad, en redacciones numerosas y variadas que les permiten mantener audiencias que las consideran confiables. No es poco en un mundo de creciente desinformación y mensajes polarizantes que se multiplican en plataformas digitales y redes sociales.

¿Cuánto de esto pude quedar afectado por la transición digital de un diario? Nada. Como ocurre con los libros – a los que les han profetizado la muerte hace rato, y siguen gozando de buena salud – cada vez se editan más títulos, hay más lectores y siguen estando en el centro de la construcción del imaginario colectivo de las sociedades.

Claro que cambia de plataforma, claro que cambia quién hace el negocio. Pero los pilares de la misión resisten al cambio de plataforma. No doblega a la misión que algunas plataformas alternativas quiebren la ecuación publicitaria que sostuvo a los diarios en papel. “Los medios, que hacen periodismo, vieron declinar su participación en el mercado publicitario – ha dicho Martín Etchevers, presidente Adepa -. Y dos gigantes globales, que no producen contenido, se quedaron con más del 80% de la única publicidad que crece, la digital.”

El hábito no hace al monje ni el papel define a un diario. Lo hace que cumpla el objetivo, que es hacer periodismo, construir historias. Que el lector las reciba en formato papel o en pantallas no afecta al propósito del periodismo: construir la realidad desde una mirada personal – la de la empresa que la anima, la del quien escribe, la de quien lee.

Ironiza por sobre mi hombro Roberto García, uno de los constructores del diario como director periodístico en el mejor momento: “Curioso que al finado se lo recuerde por lo que hacía antes y no por lo que hacía ahora.”

El hábito del papel albergó los comienzos de la exitosa empresa de Julio Ramos, que pasó de ser una hoja informativa del mercado financiero a un medio que ayudó a transformar el fondo y la forma de la actividad. El solía afirmar que lo mejor para un diario era no tener rotativas. Respaldaba esta decisión, y la remitía a Jacobo Timerman. El crecimiento de la empresa quebró ese prejuicio y terminó teniendo una importante gráfica, víctima de la transición digital que anunció el diario Ámbito Financiero.

Lo que pudo haber aportado, claro, no es por el papel en el que se imprimía. Aportó porque dejó atrás la era de la prensa “de prestigio” y acercó la cobertura a la calle. Era un diario sofisticado con ropaje popular. La consigna era escribir profundo, pero con estilo llano, para llegar a todos. Era un diario atendido por sus propios dueños: Ramos contestaba los llamados de los lectores en persona y la obligación de todos era atenderlos. “Por uno que llama, hay cien que no llaman, pero nos leen”.

Cambió la manera de cubrir el mundo financiero, renovó la prosa periodística, contó la intimidad de la política, aportó una visión nueva de la clase política, que adoptaron los otros medios, e innovó en las industrias culturales. Todos crearon su versión de Charlas de Quincho, que mantienen hasta hoy.

Fue un semillero de periodistas que poblaron todos los medios y llevaron cambios. Dio la batalla contra la concentración de la distribución de diarios. Innovó en la comercialización callejera poniendo las primeras máquinas automáticas para venta de diarios. Inauguró una de las primeras ediciones web en 1995, cuando apenas se conocías el formato de “WWW” (World Wide Web).

Fue un modelo de empresa periodística exitosa y que dio dinero a sus empresarios. Fue el primer medio adaptado a las condiciones técnicas de su tiempo: redacción chica y especializada, periodistas multifunción que escribían sobre todo y todos los días, preparados y cultos, muchos con formación universitaria y experiencia internacional. Redacción no sindicalizada y protegida por la empresa, bien pagada y reconocida en sus esfuerzos. Innovó antes que nadie en periodismo satelital, con ediciones locales que se distribuían en todo el país y en el Uruguay al mismo tiempo que en CABA, cuando nadie lo hacía, y desarrolló la primera cadena nacional de diarios con La Mañana del Sur (Neuquén y Río Negro) y La Mañana de Córdoba.

*El autor fue periodista de Ámbito Financiero

DS

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