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Aptitud y actitud

Cuán distinta es la actitud de los estudiantes ante una prueba de aptitud como la Evau, de capital importancia para su futuro profesional. Unos la afrontan con ánimo y serenidad, convencidos de su preparación; tras largos meses de paciente empeño y trabajo, confían en ver plasmados su sueños, alimentados por una firme vocación que les ha ayudado a formarse con tesón durante horas y horas de estudio, día tras día. Otros, en cambio, se han dejado vencer por la pereza con mil excusas y piensan en la suerte o quizá opinan que, al fin y al cabo, tampoco se juegan algo importante, pues nadie sabe qué puede depararle el futuro y, analizado el asunto desde semejante perspectiva, igual no merece la pena fatigarse demasiado.

Por su parte, los tramposos delegan en la astucia sus opciones para sortear con éxito la Evau o cualquier otro obstáculo que se interponga en su malicioso proceder.

Cabe esperar que quienes sienten con fuerza una vocación no regatearán ningún esfuerzo en pro de su querida devoción y obtendrán a lo largo de su vida universitaria y posterior trayectoria profesional los mejores resultados, pues su fuerza nace en su interior, de una actitud establecida con solidez. Por el contrario, a quienes vacilan, se distraen y se encomiendan al azar, les espera un rendimiento acorde con las carencias acumuladas curso tras curso, aun cuando su aptitud pueda ser más que suficiente. Ello no significa necesariamente un fracaso ineludible, pero es el horizonte más probable… y merecido.

La experiencia dicta que se llega más lejos con la actitud que con la aptitud: la fuerza de la voluntad traspasa montañas y proporciona fuertes estímulos para alcanzar los objetivos propuestos, algo de extrema relevancia para todo proyecto personal, así como para quienes algún día nos beneficiaremos de sus servicios profesionales.

** Escritora

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