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Apenas una oreja para Román Collado en una brava corrida de Fuente Ymbro

Feria de San Isidro de Madrid

Ganado: seis toros de Fuente Ymbro, todos cinqueños y de excelente presentación por sus serias y a la vez armónicas hechuras, además de bien armados. En conjunto, y salvo el mansote primero, encierro exigente por su bravura encastada, aunque alguno de ellos, como segundo y sexto, también desarrollaron clase.

El Fandi: media estocada tendida trasera (silencio tras aviso); bajonazo y descabello (silencio tras aviso); y estocada baja trasera (silencio), en el que mató por Valadez.

Román Collado: estocada trasera (oreja tras aviso); estocada trasera y descabello (vuelta al ruedo tras dos avisos).

Leo Valadez: estocada desprendida (silencio). Fue atendido en la enfermería de distintas contusiones y de la luxación del hombre derecho, para ser trasladado a un centro hospitalario.

Plaza: Las Ventas de Madrid. Segunda corrida de abono de la feria de San Isidro, con más de tres cuartos del aforo cubierto (18.497 espectadores, según la empresa), en tarde calurosa con algunas rachas de viento.

El diestro valenciano Román Collado paseó hoy la única oreja, y primera de esta edición, en el segundo festejo de la feria de San Isidro, en el que se lidió una seria y brava corrida de Fuente Ymbro que exigió más entrega y acierto por parte de una terna de la que el peor parado fue el mexicano Leo Valadez, que sufrió una luxación de clavícula.

El conjunto del encierro gaditano, además de una excelente y seria presentación, fue todo un catálogo de bravura encastada, tanto la que exige mando y poder en los engaños como la que pide temple y calidad en las muñecas, matices que se vieron en contadas ocasiones a lo largo de la corrida.

Por ejemplo, asomaron en los compases finales de la faena de Román al segundo de la tarde, un ejemplar cornalón con el que tardó en asentarse y confiarse, a pesar de que repetía sus embestidas galopando muy descolgado y con amplio recorrido. Pero las primeras y largas pausas, tal vez motivadas por algunas rachas de viento, no fueron una medida muy aconsejable.

Aun así, fue más cerrado en tablas cuando el valenciano logró el acople necesario, logrando ligar los muletazos por ambos pitones con cierta ligereza pero también con más convicción ante un toro que lo puso casi todo hasta los vistosos remates finales. Tras una estocada trasera se generó una amable petición y concesión de esa oreja que el de Fuente Ymbro le ofreció por partida doble.

Claro que Román pudo haberse llevado ese segundo trofeo, que le hubiera abierto la Puerta Grande, de no haberse enfriado los ánimos del público por la tardanza del quinto toro en doblar después de una estocada trasera, pues desde los hoy más animados y benevolentes tendidos se tomó como heroica una faena entre dos aguas.

Las dudas iniciales que mostró Román hicieron que el ejemplar más exigente, y también el de menos cuajo, de la corrida desarrollara unas complicaciones que se hubieran evitado con mayor decisión, pisándole un terreno que el matador no acabó de ganarle en la primera parte del trasteo.

Crecido el toro desde el tercio de banderillas, cuando persiguió y volteó al subalterno César Fernández, se le vino muchas veces a Román antes de tiempo, intentando sorprenderlo por esas dudas que fue desechando a medida que avanzaba un pulso inquietante en el que, llevándolas con los vuelos de la tela a ras de arena, las embestidas del encastado animal parecieron mejores y menos peligrosas.

Tampoco puso mucho mando en su quehacer Leo Valadez con un tercero que, por un errado inicio de faena, sacándole la muleta muy por arriba, cogió el vicio de cabecear y puntear en cada embroque, sin que el mexicano, al no lograr evitar constantes enganchones, acabara de cogerle el sitio ni el ritmo.

Lo peor de todo es que tras una fea voltereta, en la que el toro le prendió por un tobillo sin herirle, Valadez acabó con una luxación de hombro, que aun se antojó como resultado milagroso tras el fortísimo golpe que también sufrió en la estocada, cuando el testuz del de Fuente Ymbro le levantó más de un metro en el aire.

Por este percance, y como director de lidia, El Fandi tuvo que matar tres ejemplares, y a los tres los desaprovechó clamorosamente. Tras banderillearlos con muy escaso ajuste en la reunión, con el mansote y facilón primero se metió sin rubor alguno en la ventaja de la pala del pitón, asfixió en la distancia corta y con la muleta como pantalla la calidad del cuarto y con el claro y dulce sexto, enlotado como segundo de Valadez, desplegó todo un catálogo de destemplada vulgaridad.

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