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Universidades privadas: los motivos por los que aumenta la cantidad de inscriptos pese a la crisis económica

En TikTok, la red social en la que más recirculan los temas vinculados a los jóvenes, uno de los trends locales son los videos de mini entrevistas, estilo ping pong, a estudiantes en la puerta de universidades privadas porteñas. Les hacen una única pregunta: ¿Cuánto pagás por tu carrera?.

En el país de la excelencia universitaria pública, ¿por qué interesa tanto el costo en las privadas? 

Las cuotas ya tuvieron dos ajustes en el año y quizá sea el eco que produce escucharlas lo que activa al algoritmo. En un presupuesto joven hiper recortado, ¿en qué nivel queda la facultad privada? 

Mientras que el sector estatal –público y sin cupos– concentra el 81% de los estudiantes de pregrado y grado, el sector «pago» de la educación superior (con el 19%) supo adaptarse y mantener cierta estabilidad de crecimiento pese a la carga de la inflación.

Las claves: la virtualidad, la financiación y el aspiracional de la «proyección internacional» de las carreras más elegidas en estas facultades.

«Siendo pagas, sin duda la inflación condiciona, porque la mayoría tiene como sustento principal su salario. Pero hay 65 privadas y no hay un comportamiento homogéneo de los alumnos. Al contrario de lo que podría pensarse, que se pasen a una pública quienes antes hubiesen optado por alguna de cuotas accesibles, en esas facultades privadas están hoy, por ejemplo, quienes antes podían pagar $ 100 mil y ahora pueden hasta $ 90 mil«, dice a Clarín Rodolfo De Vincenzi, presidente del Consejo de Rectores de Universidades Privadas.

«Quienes quieren ir a una privada, evitan tener que ir a una pública. Hacen el esfuerzo y recortan otros consumos, no en la facultad. Algunas facultades tienen más tolerancia a la morosidad. Además, la pandemia cambió la fisionomía de las universidades en general. Pero las privadas incorporaron más tecnología y la hibridación las favoreció», dice De Vincenzi, que también es rector de la Universidad Abierta Interamericana (UAI).

No más del 6% de los estudiantes en las estatales cursa a distancia. En las privadas, más del 20%. 

La matrícula del sector privado en 2021 –los de ese año son los últimos datos oficiales y cuentan 484.674 estudiantes– mostró un aumento del 8,76% respecto al año anterior, mientras que en la Universidad de Buenos Aires (UBA) la suba también fue récord, pero no tan lejana en su escala: 10,28% (2.065.115 estudiantes). 

Por fuera de ese año de estadísticas exorbitantes, fuentes del sector dicen a Clarín que las privadas «han vuelto a crecer pero a sus tasas habituales, del 2 o 3% anual». La adjetivan así: «moderada pero sostenida».

Esto se condice con las Estadísticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación, que muestran que en 2019 el crecimiento de la matrícula en el sector privado había sido del 1,12% y, en 2020, del 2,29%

En las privadas crecen las carreras relacionadas a la tecnología digital, servicios digitales y sistemas. Y, mientras está más marcado en la UBA, también se estancan las encuadradas en ciencias sociales.

El año pasado en la Universidad Católica Argentina (UCA) se recibieron 2.054 alumnos, y en el primer semestre de 2023 hubo más de 15 mil inscriptos (15.331) entre sus carreras de grado y pregrado. Respecto a 2022, la matrícula creció 11%.

Hay un arancel de inscripción, la matrícula anual y 11 cuotas durante cada año. El top 3 de sus carreras más elegidas es: 1- Abogacía, con un costo de inscripción de $ 177.237 y las cuotas de $ 140.246), 2- Psicología ($ 111.402), 3- Administración de Empresas ($ 154.664). Ingeniería Industrial, de sus cuotas más altas, a $ 167.549, ocupa el cuarto lugar.

«El ajuste fue de 12% en mayo y 15% en julio, es un ajuste bimestral, acordado a principio de año y anunciado a los alumnos oportunamente», dicen a Clarín desde la UCA.

Desde la Universidad Austral dicen a Clarín que en marzo se anotaron 850 alumnos en carreras de grado. La matrícula creció 7% respecto a 2022, aseguran, «manteniéndose la tendencia de aumento de ingreso «año tras año».

La carrera con más inscriptos de esa facultad fue Negocios Digitales, con una cuota de $ 235 mil; le sigue Medicina, $ 263.279; Ingeniería Industrial; Psicología, $ 121.687, y Diseño, $ 235 mil.

Desde el inicio de clases en marzo, la cuota también se ajustó dos veces: 27% en mayo y 10% en julio. ¿Por qué creen que no merman las inscripciones en este contexto de poder adquisitivo «golpeado»? Por el target específico de las universidades privadas más exclusivas.

«En la elección de la Universidad Austral incide la valoración de una inversión de largo plazo, la inclinación por una de calidad, que tendrá beneficios en los próximos 40/50 años. En este sentido, la facultad se desprende de la valoración de la coyuntura inflacionaria». detallan.

En 2022 se recibieron 650 alumnos de sus carreras de grado y casi 600 de los posgrados. ¿Qué buscan sus estudiantes?

«Están haciendo foco en la proyección internacional de la carrera que eligen. Si bien sigue pesando la vocación, aumentó la trascendencia del desarrollo profesional internacional. Destacan las carreras de las áreas de business, ingeniería, diseño/comunicación/marketing, y todo lo relacionado a las ciencias de la salud.»

En la Universidad de Belgrano (UB), en tanto, se inscribieron 9% más alumnos que en esta misma época de 2022. En el segmento de alumnos extranjeros, este crecimiento fue de 18,8%.

Patricio Degiorgis, vicepresidente de Gestión Institucional de la UB, dice a Clarín que Psicología, Arquitectura y Abogacía son las más elegidas -Gastronomía y Relaciones Internacionales, entre el estudiantado del exterior-, que «todas rondan los $ 100.000» y que hubo dos ajustes en las cuotas.

Y lejos de aquel 2021 récord, tal como publicó Clarín, las inscripciones del primer cuatrimestre del Ciclo Básico Común (CBC) de la UBA en 2023 cayeron 11,4% respecto al año pasado. Hubo 55.857 anotados para todas sus carreras frente a los 63.044 de 2022.

Prestigio y bolsillo: el costo de (dónde) estudiar 

Marcelo Rabossi es doctor en Educación y uno de los analistas de la enseñanza superior más respetados del país. Por eso sabe que, más allá del contexto inflacionario, en materia de estudiantes somos un caso particular en la región, que necesita enfoques complejos.

«A diferencia de la mayoría de los países de la región, la Argentina tiene un sector privado relativamente chico que, con altas y bajas, se ha mantenido en un nivel de 2 de cada 10 estudiantes en los últimos 50 años. La universidad pública no tiene cupos y es gratuita», dice a Clarín.

«Con la crisis 2001, en las privadas la caída fue casi del 10% ese año, y otro 6% al año siguiente. Con la recuperación del poder de compra, hubo un aumento sostenido. Pero las crisis económicas también afectan al sector público. Muchos jóvenes o dejan de estudiar por trabajar o reducen las horas de estudio, con lo que aumenta la probabilidad de que abandonen», señala.

¿Siempre existió, como ahora, un público tan diferenciado para las privadas y otro para las públicas?

«Podría decir que sí, que hay un público para la privada. Esto más allá de que el sector público goza en general de una muy buena reputación. Las privadas reaccionaron más rápidamente a las demandas por nuevas carreras alineadas al mercado de trabajo. Otra particularidad es que el público las percibe como entidades más ordenadas desde lo administrativo y en lo que hace a la gestión curricular, lo que facilitaría el tránsito hacia la graduación. Y un punto que también se menciona es el político partidario, que redunda en paros y conflictividad en las públicas. En este sentido, es la propia universidad pública la que indirectamente alienta el crecimiento del sector privado», cierra.

MG

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