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Tres graduados en la Antártida cuentan cómo es educarse haciendo soberanía

Los egresados y sus docentes Foto Prensa

Los egresados y sus docentes. (Foto Prensa)
Dos niños, una niña y un adolescente que invernaron por primera vez en la Antártida con sus familias egresaron este mes de los niveles inicial, primario y secundario en la escuela N° 38 «Presidente Raúl Ricardo Alfonsín», en la Base Esperanza, y contaron -junto a sus docentes- la experiencia educativa en el continente blanco, marcada por la ciencia, la soberanía y «la paz y el silencio cuando no hay viento».

Unas 66 personas se encuentran en este momento viviendo en Base Esperanza, administrada por el Comando Conjunto Antártico (Cocoantar), donde está establecida la única escuela del continente blanco que depende del sistema educativo de Terra del Fuego.

Del total, 18 son niños, niñas, adolescentes y jóvenes que durante el año cumplieron con sus estudios obligatorios en la escuela N° 38 «Presidente Raúl Ricardo Alfonsín» y el jardín «Buque Santa Micaela»: cuatro adolescentes cursaron el secundario, once niños/as el primario y uno el jardín.

«Cuando egresamos hicimos un acto, nos dieron una medallita, el gorrito, el certificado, dijimos unas palabras, festejamos y nos sacamos un montón de fotos con el 2023, los números que hizo la profe en dorado», contó a Télam por videollamada Constanza Ariadna Cordero Berrardo, de 12 años, egresada de sexto grado de primaria, hija del jefe de Base Esperanza, teniente coronel Gustavo Cordero Scandolo, y la tutora de nivel secundario, Ariadna Berrardo.

Y compartió que, en la Antártida «es todo distinto», comparado con la escuela a la que asistía en Ciudad de Buenos Aires. Entre otras cuestiones, por las inclemencias del clima: «Acá no sabés qué te va a pasar con las condiciones climáticas. Un día está el solcito y al día siguiente tenemos viento y te destroza todo», dijo.

«Este año en Base Esperanza tuvimos acumulaciones de nieve de entre dos y tres metros de altura, fue impresionante y recién ahora se está yendo la nieve, lo cual no es normal, en octubre deberíamos haber estado sin nieve», dijo a Télam Cordero Scandolo, quien transita el final de la segunda campaña antártica anual de su vida.

En 2023, en la base tuvieron una temperatura máxima de 11°C, y una temperatura mínima de -27.7°C que llevó a una térmica de -48.7°C; y el 31 de agosto, se registraron ráfagas de viento de 311 kilómetros por hora «Podés construir cualquier cosa con la nieve, ayer construí una casa. Cuando jugamos hacemos iglúes, muñecos de nieve, andamos en trineo», dijo Constanza junto a su compañero de egreso Bastian Joel Tévez Ramírez, de 11 años, uno de los hijos de la pareja de docentes que dicta las clases en la escuela antártica, Dahiana Carolina Tevez Moreno, quien además es directora, y David Antonio Ramírez, maestro de primaria, oriundos de Santiago del Estero con residencia en Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur hace seis años.

«Lo que más me gusta de la Antártida es poder jugar con la nieve», coincidió Bastian. También contó que se comunica con su abuela y primos y le dicen que lo extrañan. Él les cuenta que allá juegan al fútbol, rugby y handball.

«Cuando bajó la marea -hace un mes aproximadamente- observamos muchas piedras con lo que parecen ser fósiles de vegetación«, dijo Constanza, y la docente completó que este año trabajaron con una geóloga, que se comunicó con los y las alumnas desde Ushuaia para explicarles por qué puede haber restos fósiles de plantas en la zona, que los propios estudiantes pueden llegar a encontrar, y cómo proceder en esos casos.

«Hace muchos años la Antártida estaba junto con América y África y después se separó y se fue moviendo hacia el sur. Antes había más vegetación, pero cuando se separó cada vez más se fueron extinguiendo porque no se pudieron adaptar a los climas y se fosilizaron», contó la niña sobre sus aprendizajes.

Este año, a su vez, los alumnos encontraron rocas volcánicas con piritas y recibieron clases de un grupo de científicos que estudian, entre otras cosas, las personalidades de los pingüinos y skuas, agregó Berrardo.

Esperanza es una de las siete bases permanentes argentinas. Ubicada en el extremo norte de la Península Antártica, fue fundada el 17 de diciembre de 1952 por el entonces Capitán Edgar LealDesde 1952 Argentina est presente en la Base Esperanza

Desde 1952, Argentina está presente en la Base Esperanza.
Entre los logros de los estudiantes, la escuela participó de la Feria de Ciencias en instancia nacional y las y los alumnos antárticos obtuvieron un reconocimiento por el proyecto «Un año con y sin árboles».

«Una de las preguntas que todos los niños se hicieron era si había árboles en la Antártida. A partir de eso construimos el proyecto, lo hicimos bilingüe porque lo empezamos con la profesora de inglés cuando virtualmente iniciamos las clases con los alumnos/as que se encontraban todavía en Buenos Aires o Río Grande. Hicimos la comparación de los lugares en los que nos encontrábamos con la Antártida», recordó la docente Tevez Moreno.

Por su parte, Tomas Flores Menéndez, de 6 años, el único niño que cursó nivel inicial en la Antártida este año, se egresó de preescolar y compartió con esta agencia su alegría por haber visto pichones de pingüinos papúas, que están naciendo en este momento.

Oriundo de Buenos Aires, el niño mencionó también que extraña mucho a su abuela. «Ahora voy a volver con mi abuelita», dijo ante el inminente retorno a su hogar. Al ser el único niño de nivel inicial, este año la directora dispuso trabajar todos juntos para que Tomás se integre a primer ciclo y evitar que quede aislado.

La temperatura mínima histórica registrada en esta base fue de -38,3°C en el año 1975. Su temperatura máxima registrada fue de 18,3°C en 2020. La ráfaga de viento máxima fue de 342 km/h en 2018, récord de velocidad del viento en el continente«Mi plan no era graduarme en la Antártida porque yo quería mi viaje a Bariloche, salir con mis amigos y amigas, pero fue un cambio de planes del que estoy agradecido porque es una experiencia única. No todos tienen la posibilidad de venir a quedarse en la Antártida y por un año. Hay gente que paga fortunas por venir y yo tuve la oportunidad», dijo a Télam el mayor de los egresados, Emanuel Pereyra, de 18 años.

Emanuel cursó 6° año con el Seade (Sistema de Educación a Distancia al Exterior) y contó que está «acostumbrado a mudarse», por el trabajo de su padre como suboficial, quien es encargado de la base.

«Estoy fascinado acá, la nieve me encanta. También me gusta ver los paisajes, la paz y el silencio que hay acá cuando no hay viento. Ver a los pingüinos caminar y correr me da mucha ternura: los papúas, adelia y a sus pichoncitos. Hemos llegado a ver un pingüino emperador y algunos barbijo, pude ver los solsticios. En invierno era casi todo el día de noche», contó el joven.

«Egresarme acá fue algo muy importante, porque estoy haciendo algo por mi país, por mi patria y la soberanía», completó.

Con otros compañeros realizan el Programa Jóvenes de la Antártida en la única radio antártica, Radio Nacional LRA 36 Arcángel San Gabriel, donde hicieron entrevistas a jóvenes destacados/as del mundo.

«Al igual que cada uno de los argentinos hace soberanía en su provincia, nosotros lo estamos haciendo acá», concluyó Berrardo.

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