Las políticas agrícolas ‘verdes’ pueden acelerar la pérdida de biodiversidad global, advirtieron dos destacados académicos. La ‘reconstrucción’, la ‘agricultura orgánica’ y las llamadas medidas de ‘agricultura respetuosa con la naturaleza’, incluidas en algunas políticas gubernamentales de conservación, elevan el riesgo de empeorar la crisis mundial de la biodiversidad al reducir la cantidad de alimentos que se producen en una región determinada, y aumentar las importaciones de alimentos e incrementar el daño ambiental en otras zonas del planeta.
La alarma ha sido lanzada por dos científicos británicos, a través de un artículo que han publicado en la revista ‘Nature’. Ian Bateman, de la Universidad de Exeter, y Andrew Balmford, de la Universidad de Cambridge, instan a los responsables políticos a considerar un enfoque más audaz que denominan ‘tierra respetuosa‘, pues, según argumentan, es «más barato y más efectivo«.
Además, evita el desplazamiento de la producción de alimentos y el empeoramiento de la pérdida de hábitats de vida silvestre en las zonas más castigadas por la pérdida de biodiversidad, en especial en el Tercer Mundo.
«La preservación de la tierra implica encontrar formas de menor impacto para aumentar los rendimientos en las áreas cultivadas, a fin de dejar espacio para que áreas más grandes del paisaje no cultivadas se reserven para la naturaleza sin aumentar las importaciones y dañar la vida silvestre en otros países«, apuntan los investigadores.
Ejemplo de agricultura intensiva. Diari de Girona
«Los formuladores de políticas han pasado por alto el enfoque, debido a que no consideraron las consecuencias más amplias de los cambios en la gestión de la tierra, argumentando que los cambios que impulsan la vida silvestre a nivel local parecen superficialmente atractivos», indican.
Pero si se reduce la producción de alimentos en un país determinado, surgen «efectos colaterales inevitables en otros lugares, que también hay que tener en cuenta», destacan.
El ‘lobby’ de las macrogranjas
Los científicos denuncian la influencia del ‘lobby’ de las macrogranjas en el mantenimiento del statu quo actual en la política agrícola, «con subsidios asignados utilizando una tarifa plana por hectárea, lo que beneficia desproporcionadamente a las granjas más grandes«.
De hecho, en el Reino Unido, el 12% de las granjas (las de mayor tamaño) se llevan el 50% de los subsidios que aportan de los contribuyentes. Pero los autores van aún más allá, y desacreditan algunos de los supuestos beneficios para la biodiversidad de tres enfoques de ‘agricultura verde’ ampliamente defendidos.
Argumentan que si bien las medidas financiadas por políticas ‘verdes’, como la reducción del uso de pesticidas y fertilizantes, a veces pueden aumentar las poblaciones de animales y plantas más comunes en las granjas, «hacen poco por las especies de aves, invertebrados, plantas y hongos en peligro de extinción, que necesitan extensiones más grandes de hábitat no cultivado». Y al reducir los rendimientos, también favorecen que las cosas empeoren para la biodiversidad en el extranjero.
Una empresa de agricultura orgánica en Tailandia. EFE / Barbara Walton
Las iniciativas ‘de reconstrucción’, en las que grandes áreas de tierra se retiran de la agricultura, pueden beneficiar a especies locales en peligro de extinción. «Pero a menos que otras áreas vean aumentos compensatorios en la producción de alimentos, se reduce la producción local, por lo que aumenta la demanda de importaciones de alimentos y se daña la biodiversidad en el extranjero«, denuncian.
Argumentan que la ‘agricultura orgánica’, en la que los cultivos se producen sin fertilizantes ni pesticidas, es aún más probable que sea perjudicial. «Pocas especies se beneficiarán en el área cultivada, y los rendimientos sustancialmente más bajos de este tipo de cultivo incrementan el riesgo de aumentar en gran medida la necesidad de importar alimentos y, por lo tanto, los impactos sobre la biodiversidad en otros lugares», destacan.
Aumentar los rendimientos agrícolas
La medida que los dos profesores proponen, la ‘preservación de la tierra’, por el contrario, implica «retener o crear bloques considerables de tierra sin cultivar que contengan poblaciones más grandes de las muchas especies que dependen de los hábitats naturales, así como aumentar los rendimientos agrícolas en otras partes de la región para que la producción general se mantenga o incluso aumente«, exponen.
«Los métodos prometedores para aumentar el rendimiento de los cultivos y el ganado de manera más sostenible que las prácticas actuales de alto rendimiento incluyen la detección genómica y la edición de genes para acelerar la cría de animales y cultivos; utilizar nuevos avances en acuicultura para producir alimentos de alto valor con impactos ambientales mucho menores; y, en los países tropicales, mayor acceso a pastos mejorados y atención veterinaria», proponen.
Una finca con verduras ecológicas en Madrid. Efeagro / Clea House
Los investigadores apuntan a estudios de campo realizados en los cinco continentes que demuestran que la preservación de la tierra ofrece ganancias de biodiversidad mucho mayores que las políticas convencionales de ‘agricultura respetuosa con la naturaleza’.
Pero es que, además, la preservación de la tierra resulta mucho más barata: «Puede generar los mismos resultados de biodiversidad para las aves que los enfoques convencionales, pero al 48% del costo para los contribuyentes, y con un 21% menos de impacto en la producción de alimentos», según una encuesta realizada en 2022 entre agricultores del Reino Unido.
«A menos que los investigadores y los encargados de formular políticas evalúen los efectos globales generales de las intervenciones destinadas a abordar la pérdida de biodiversidad y el cambio climático, las malas decisiones que no están respaldadas por los datos, en el mejor de los casos, tendrán resultados deficientes y, en el peor, exacerbarán las amenazas existenciales planteadas por la extinción y las crisis climáticas», alerta Bateman.
Informe de referencia: https://www.nature.com/articles/d41586-023-01979-x