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Alemania se sumerge en el espíritu burocrático

La producción manufacturera en Alemania cayó 2,1% anual en julio, lo que significa que el PBI industrial se ha hundido 12,2% desde el primer trimestre de 2018, con el agregado de que los sectores energo-intensivos (plásticos, papeleras, vidrios) han experimentado un declive todavía mayor de 20%.

Esto es el resultado de la combinación entre un ciclo especialmente negativo de altos precios de la energía provocados por la Guerra de Ucrania y los factores estructurales, nunca corregidos de la economía alemana del envejecimiento de su población, y por lo tanto de la disminución sistemática de la fuerza de trabajo (los trabajadores industriales disminuyen en más de 600.000 por año debido a los retiros y los fallecimientos). Hay que agregar por último que los operarios de la República Federal son los que responden por menos horas de trabajo semanales de la Unión Europea.

Por eso es que la productividad es declinante, y como corolario inevitable se debilita la competitividad de la industria alemana en el mundo, con una pérdida inexorable de la relevancia internacional de la República Federal.

De ahí que la tendencia que han asumido las empresas manufactureras alemanas – desde las grandes transnacionales automotrices y químicas a las formidables 30.000 pequeñas y medianas integrantes del Mittelstadt -, sea disminuir su producción doméstica al tiempo que trasladan una parte creciente de sus instalaciones al exterior, especialmente a China y a EE.UU / México.

Cada una de las Mittelstadt, aunque disponga de 50/100/200 operarios, todos ellos por cierto de alta calificación, lidera un nicho especifico de la economía mundial; y tiene por consiguiente un protagonismo en alguna de las cada vez más diversificadas vertientes de la producción transnacional, que constituye el sistema integrado transnacional de producción, que es el núcleo estructural del capitalismo globalizado del siglo XXI.

Lo que sucede en Alemania se traslada por necesidad a la Zona Euro en su conjunto (20 países actualmente), donde la producción industrial cayó 1,1% en julio (medida frente al mes anterior), lo que significa una disminución de 2,2% anual.

La situación declinante de la manufactura alemana, que fue la primera del mundo junto con la de EE.UU. en la segunda revolución industrial, ha adquirido trazos nítidos: en julio la producción ha caído por tercer mes consecutivo, a un ritmo mensual de 0,8%, y lo hace encabezada por la industria automotriz que cayó 9% en ese periodo, lo que asegura una contracción significativa en el segundo semestre del año.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió repetidas veces sobre el retraso estructural experimentado por la economía alemana en la utilización sistemática de la tecnología digital, y sobre todo su débil conectividad en Internet comparada con la de sus vecinos de Europa Occidental.

Esta es la razón por la que la productividad del trabajo ha declinado en la última década, y lo mismo ha sucedido, pero todavía con mayor énfasis, con la productividad de todos los factores (PTF), que es sinónimo de innovación; y esto ha ocurrido – ironía levemente amarga – en el país donde surgió como teoría esta necesidad de la acumulación capitalista, a través sobre todo de sus grandes pensadores/economistas, como son Marx y Schumpeter.

El Canciller Olaf Scholz ha convocado ante esta situación a un “pacto anti-burocrático” destinado a enfrentar las limitaciones y la parálisis progresiva de la República Federal.

Hay que señalar un aspecto levemente irónico, y es que en Alemania se originó la burocracia más eficiente del mundo, auspiciada – y admirada – por uno de sus grandes intelectuales, que fue Max Weber.

La cultura burocrática, advierte el Canciller Scholz, ha creado una actitud generalizada de “aversión al riesgo”, acompañada de una creciente pasividad y pérdida de iniciativa; y esto es lo que ha sucedido de manera especialmente aguda en “…los últimos años y décadas”, centradas – obvio señalarlo – en los 14 años de gobierno de Ángela Merkel.

El estancamiento de la manufactura alemana es verdaderamente formidable: los pedidos a la industria cayeron 11,7% en julio, el mayor nivel desde abril de 2020; y la tasa de retorno de las inversiones fue de 1% en ese periodo, la misma prácticamente de los últimos 3 años.

Derogar el espíritu burocrático es una tarea extremadamente ardua, y exige un impulso esencialmente disruptivo, tanto en lo político como en lo económico; y esto es lo contrario de la cultura incremental y paulatina de la que fue expresión acabada Merkel.

«El carisma es enemigo de la burocracia”, sostuvo Max Weber; y mientras la burocracia eficiente e incorruptible como la alemana cultiva el arte de la repetición y de la previsibilidad, la innovación, que es el núcleo del capitalismo como fenómeno global, es la búsqueda sistemática de lo diferente.

Esto es lo que está en juego en Alemania hoy, según Olaf Scholz, el heredero histórico de Bismarck, “El Canciller de Hierro”, que unificó al Segundo Reich a sangre y fuego, desde lo alto, y en el campo de batalla.

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