La elección del voto cantado
Una campaña electoral argentina es un recorrido por lo previsible. Las familias políticas mayoritarias acarician objetivos difícilmente modificables. El tercio (30/32%) peronista es resiliente -como reza la neoparla- y el 40/42% del no peronismo crece de elección en elección.
El público sabe lo que quiere y eso dicta el signo de estos comicios, que es la concentración de las propuestas en el pensamiento único que reclama: una economía más abierta; un límite al sobregasto que genera inflación y la consecuente pobreza de los asalariados; que haya incentivos a la iniciativa privada y a la inversión; que haya menos regulaciones y, en consecuencia, menos corrupción.
En esto están de acuerdo todas las fórmulas que tienen alguna capacidad de competir por el poder. No es una convicción ideológica, refleja la necesidad de responder a las demandas del público. Si no fuera así, el voto del no peronismo no habría ido creciendo de elección en elección.
El último cálculo dice que el peronismo perdió entre 2019 y 2023 un 6% y que el no peronismo ganó un 9%. Se confirma la tesis de que las elecciones no son una cuestión de candidatos sino de familias fieles a sus representantes, y que la volatilidad del voto es una fantasía de los vendedores de humo.
La «trazabilidad de la ganabilidad»
Los resultados de las elecciones provinciales adelantadas atraen hoy la atención como instrumento de análisis de las campañas nacionales, por el efecto que pueden tener como tendencia del público. Aporta lo que algunos baquianos, como el diputado Álvaro González, llama la «trazabilidad de la ganabilidad»: algo así como la posibilidad de imaginar el futuro de octubre a partir de los resultados provinciales.
Después del experimento santafesino de este domingo, la mirada de la trazabilidad se fija en la batalla del próximo domingo en Córdoba. Es el segundo distrito en cantidad de votos; el “peronismo cordobesista” logró retener la gobernación; es la capital nacional del anti-kirchnerismo, y le toca elegir intendente de la capital. Disputan el cargo el oficialista Daniel Passerini y el ex PRO Javier Pretto, contra el radical Rodrigo de Loredo y la macrista Soher El Sukaria.
El resultado importa porque Córdoba ha sido clave en los triunfos de Cambiemos. Esta fuerza comparte los votos con el cordobesismo de Juan Schiaretti. Es lo que conforma el escenario único respecto de otros distritos: la unidad entre larretistas y bullrichistas, que aquí apoyan la misma fórmula. Los apoyos van por turno: Patricia estará este martes y el jueves Larreta irá a un cierre de campaña.
La oposición se va toda junta a Córdoba
Larreta tiene en marcha una conversación con Luis Juez -iniciada la semana anterior en el café Tabac- para que el juecismo, que sacó 800 mil votos en las elecciones que perdió por la gobernación, se sume a su tribu en las PASO. La promesa es que los juecistas que demuestren buena voluntad hacia Larreta tendrán cargos en su eventual presidencia.
A Horacio y a Patricia les interesa por igual un triunfo de Cambiemos en esa ciudad porque mostrará la rigidez o la elasticidad de sus posiciones frente al compromiso posterior a las PASO del 13 de agosto. La suerte de Cambiemos ha sido tocada por una situación de cuernos que planteó el anuncio por adelantado de algún entendimiento entre Schiaretti y el dúo Larreta-Morales.
Se supo de una cena de amigos antes de las elecciones a gobernador, dato que pudo resentir la suerte de Juez como candidato a ese cargo. Es inexplicable por qué ocurrió ese desliz que, además, sumaba a la probada leyenda de que Macri tampoco quería mucho que Juez fuera candidato o que ganase. Para las PASO Macri promete un esfuerzo (que hasta ahora no ha mostrado) para recoger los pedazos de la pelea fratricida entre los dos dirigentes del PRO.
Litio e independencia del Central
De paso, el martes, Morales y Larreta estarán en Jujuy para un anuncio de postín: una inversión de los chinos para explotar litio que traerá USD 120 millones y abrirá 1.200 empleos. Entienden aportará a las especulaciones de la trazabilidad de la ganabilidad.
Esta semana se suma al tramo final de la batalla de Córdoba el propio Schiaretti, que viene de una ronda de reuniones con inversores en Nueva York. Allí, además, le dieron un reconocimiento por su gestión en la ONU, que él querría le hubieran hecho por acá, ahora que es candidato presidencial.
La perla de su programa es un proyecto de independencia del Banco Central enganchado a algún tratado internacional que impida que lo cambie otra ley en el futuro. Una especie de enganche a lo Maastricht, como el tratado que permitió la creación del euro como moneda única para la comunidad europea.
El proyecto lo lleva adelante su candidato a diputado por la Capital, Diego Bossio, con la ayuda de estrellas del constitucionalismo como Alberto García Lema y Alfonso Santiago. La idea es comprometer la independencia a un tratado con rango constitucional (Art. 31° y 75° Inc. 22° de la Constitución) o a un acuerdo de todas as provincias, por arriba o por abajo, le daría estabilidad a esa independencia del Central.
Los cordobeses han sido precursores de este tipo de normas. José Manuel de la Sota inspiró en 1998 una Ley de Convertibilidad Fiscal para anclar el déficit. Fue ley, pero nunca se aplicó del todo.
Horacio evitó la foto con Alberto
Los candidatos están obligados a caminar con una cautela digna de mejor causa, para no quedar presos de la foto equivocada. Larreta debe ser el candidato presidencial más pío de todos los que compiten por la presidencia -Juan Grabois, aunque es el dirigente más cercano al papa Francisco, no tiene modos clericales ni hace política con la religión-.
Resentido por los efectos de su frecuentación de Alberto Fernández durante la peste Covid, Horacio se ausentó este sábado de la ceremonia en la Catedral de su ciudad para la unción del nuevo arzobispo, Jorge García Cuerva. Prefirió quedarse entre Santiago del Estero y Catamarca. Le adelantó al rector de la Catedral, Alejandro Russo, que no iría y que lo representaría Jorge Macri, ministro y candidato. Los demás candidatos no tienen linaje clerical como él.
Patricia se hizo representar por Federico Pinedo, que se distinguió por llegar tarde, aunque con aviso. Más razón tenía Larreta para estar ausente de lo que pudo ser una foto junto a Alberto, inconveniente para su candidatura. En esa ceremonia tampoco estuvo Sergio Massa, que se quedó en La Matanza, y eso que había alardeado de ser el amigo (y con fotos) del nuevo arzobispo.
Fue la primera vez que se saludaron Alberto Fernández y García Cuerva, y de paso hubo sombrerazos con Oscar Ojea -presidente del Episcopado que este domingo viajó al Vaticano a informar de todo- y con Tucho Fernández, saliente arzobispo de La Plata y responsable del dicasterio para la Doctrina de la Fe, que es como ser el custodio de los dogmas.
Meneos de sotana, pero con fundamento
Los meneos de sotana repercuten siempre en la política. El Vaticano suele aprovechar con ingenio los recovecos de la historia que, después de todo, es tener confianza en la mano invisible del espíritu que inspira el plan celestial.
En Cambiemos la piedad de Larreta se acerca a las consignas bergoglianas. El 9 de julio de 2018, después del Tedeum, Larreta hizo ceremonia casi personal en la cual dijo: «Quiero presentarme ante Dios como Jefe de Gobierno, consagrando mi vida, mi gestión y la Ciudad de Buenos Aires al cuidado del Sagrado Corazón de Jesús, lo hago bajo la protección del Inmaculado Corazón de la Virgen, su Madre, cuyo nombre lleva esta Ciudad».
Pocos días antes, el 14 de junio de aquel año, la Cámara de Diputados había aprobado el proyecto de despenalización del aborto presentado por la administración Macri. Lo tumbaría el Senado el 9 de agosto. Patricia, en cambio, expresa lo que más rechaza Bergoglio: la agenda del punitivismo anti garantista.
Bergoglio, como obispo y como Papa, confrontó con esa agenda que lo hizo fuerte a Massa en vidas pasadas. El Papa descree de esa tendencia del derecho penal porque clausura la esperanza. Está contra las penas indefinidas, la prisiones preventivas, la pena de muerte y los procedimientos que suspenden garantías. Es todo lo contrario a lo que defiende Patricia en sus campañas.
Bullrich pide el voto pidiendo orden, y repite «el que las hace las paga». «¿Y el perdón?», se pregunta Bergoglio. Massa se hizo fuerte en el punto más alto de su carrera en 2014, cuando dijo haber juntado 2 millones de firmas para frenar el proyecto de código penal que había preparado la comisión Zaffaroni.
Le quebró el brazo a Cristina de Kirchner, que retiró la iniciativa y la reemplazó por una versión menos garantista, algo que enojó más a Bergoglio con la entonces presidenta. Aun en 2019, Massa prometía en su campaña mano dura con consignas «por un nuevo Código Penal Justo, por uno que garantice que 10 años de condena son 10 años de cárcel».
No hay plata que alcance
Frotarle archivos a un político es una inocentada y una pérdida de tiempo, pero el Vaticano no olvida. Pero junto a Massa, en las PASO presidenciales, está Grabois, abogado de Milagro Sala, de algunas tribus mapuches de la Patagonia y de Luis D’Elia. La acompañó a Cristina a Comodoro Py cuando nadie la acompañaba. Abre una ventanilla para los peronistas defraudados por el Massa acuerdista con el FMI y predilecto del mundo de los negocios.
Su ventaja es única: es un candidato que tiene precio, y pelea por la gobernabilidad sin mirar con qué socios ni con qué programa. Esa es su fuerza, y a la vez, su debilidad. Grabois ha llamado esta semana a una recaudación de fondos pobrista de su campaña bajo la consigna: «Esta campaña no la van a hacer ni el aparato ni las multinacionales. Es una campaña de abajo para arriba, hecha a pulmón con la esperanza de un pueblo que no se conforma. Si querés ser parte podés aportar, fiscalizar o sumarte de cualquier manera».
Pero no hay plata que alcance. Los fiscales de la oposición, en Buenos Aires, están cobrando entre $ 10.000 y $ 15.000. La lista bullrichista de Néstor Grindetti ha juntado 10 mil voluntarios que van por el chori y la coca, pero otros 10 mil van a cobrarles eso. Recaudan en cenas como la que hizo Patricia en el palacio San Miguel a $ 400 mil el cubierto.
Hay que tener tres juegos de boletas para ir a una elección competitiva. En el rango nacional, eso equivale a 35 millones, por tres. Un juego y medio para hacer publicidad y otro juego y medio para que el día de los comicios las boletas estén en las mesas, adentro y afuera de las urnas. Y el Estado les da un solo juego por partido, por ahora.
Massa, con el teorema de Alberto
Grabois comparte candidatos en todas las categorías, aparte de la presidencial, con la lista de Massa, y crea la ilusión en el oficialismo de que Massa puede cumplir el teorema de Alberto. El presidente pedía apoyo para su reelección con un argumento obvio y que sostiene también ahora Massa: «El peronismo no baja en ningún escenario electoral del 30/32% de los votos; tráiganme al que ponga los 10 puntos que faltan para llegar al 40%. Si no aparece, voy yo, porque Lula me dijo cuando juró: ‘Necesitamos que reelijas. Te vamos a ayudar’».
No bastó. Aparecieron Scioli y Massa. Sergio logró el favor de los gobernadores, de la Corte que le volteó a Uñac y a Manzur, de los gobernadores, y del Instituto Patria, y se quedó con una candidatura que podría haber ido para cualquier otro candidato. A Cristina la traicionó el miedo. Como Duhalde en 2002 o Néstor en 2007, creyó que perdería. Los tres se bajaron. La historia los ha juzgado.
Lilita se queda con (casi) todo en Capital
El viaje al interior de Larreta era valioso por la escala en Catamarca, la única provincia en donde la Coalición Cívica tiene un candidato a gobernador: el diputado y neurocirujano Rubén Manzi. Iba ser el primer acto de Larreta junto a Elisa Carrió, que se enfermó en Santa Fe y debió bajarse del evento.
La jefa de la Coalición hará campaña virtual hasta que se reponga, pero gana batallas día a día. En las listas del larretismo ya se ha quedado con tres candidaturas de cabeza: ella como primera Parlasur nacional, Maxi Ferraro como primer diputado nacional por la Capital, y Facundo del Gaiso como primer legislador, después de la caída de Franco Rinaldi.
Toda una prueba de su importancia en distrito federal. Solo le queda hacerle un favor al candidato a jefe de Gobierno de esa nómina, Jorge Macri. ¿Habrá posibilidad de que se ocupe de él la marca «By Lilita» -dedicada a «talles grandes y prendas holgadas» aunque sólo para damas?
Asesorado vaya a saber por quién, el candidato prefiere los outfits de tonos marrones y habano, que transmiten alguna disonancia poco recomendable en un candidato. ¿Nadie le ha dicho que es un color que los cabuleros identifican con la mala fortuna? De ahí, un llamado a la solidaridad para ayudarlo a salir de la jaula de la moda, porque además le gusta mostrarse en saraos y sesiones de fotos como si el aspecto fuera decisivo.
Compite además con Martín Lousteau, un petitero con dedicación profesional a su aspecto y sus outfits. Como diría Cristina: teléfono para Churba, que llevó a Japón unos ponchos muy majos.