El presidente de la Rural, Nicolás Pino, puso el acento en la exacción al campo por 200.000 millones de dólares, en los últimos 20 años.
Con un estilo sobrio pero firme, el presidente de la Sociedad Rural Argentina, Nicolás Pino, le habló no solo a la tribuna del campo, sino fundamentalmente a los partidos políticos. Los que estaban (de la oposición) y los que no vinieron, del oficialismo, que sabían que Pino no se iba a andar con vueltas.
Más, después del sonado episodio del abrazo que forzó para la foto el ministro de Economía, Sergio Massa, en lo que fue un boomerang para el funcionario. Pino fue cuestionado por algunos ruralistas, pero salió bien del paso remarcando que lo cortés no quita lo valiente. Massa, en cambio, tuvo que afrontar el embate de las huestes de la Cámpora, que percibieron el abrazo como el preludio de una traición inexorable, en un sinuoso repertorio de carátulas.
Pino remarcó las dos fuentes de la exacción que ha padecido el campo en la era kirchnerista: los derechos de exportación para los principales productos del agro, y el desdoblamiento cambiario. La brecha entre el dólar real y el oficial constituye una obscena succión de recursos del interior productivo. Por cada dólar que ingresa, que valía 550 pesos esta semana, “bajan” a la producción 270 pesos.
Hay un sonado capítulo de la historia agrícola de hace 50 años, cuando la Unión Soviética perdió su cosecha de trigo por sequía. Subrepticiamente, aprovechando que los satélites todavía no podían detectar el estado de los cultivos, los funcionarios de Moscú adquirieron la producción exportable de los Estados Unidos. Unas 20 millones de toneladas. A precios de hoy, 5.000 millones de dólares.
Cuando los operadores se dieron cuenta, las cartas ya estaban echadas. Los precios internacionales se fueron a las nubes, pero los soviéticos ya se habían puesto a cubierto. El episodio pasó a la historia como “El gran robo de granos”.
Entre retenciones y tipo de cambio diferencial, el agro puso, en los 20 años de kirchnerismo, y pasando por una leve quita en el interregno Macri, unos 200.000 millones de dólares. ¡Veinte veces más que aquél que pasó a la historia!
Por algo hace diez años que la agricultura está estancada. En particular la soja, la que sufre las mayores detracciones, con derechos de exportación del 35%.
El presidente de la Rural remarcó también las penurias de la ganadería, acosada por la insistencia en poner a la carne vacuna en el centro de las miradas cuando se habla de inflación. Esta intención, que se refleja en la incorrecta ponderación de su incidencia en la canasta alimenticia, pone un telón de fondo muy negativo a la hora de invertir. Y la Rural es esencialmente una muestra ganadera, con eje en la genética, que es donde todo se inicia y la base del gran prestigio de la carne argentina en el mundo.
La gran pregunta que se hace ahora el campo es si los cambios políticos que se avecinan contarán con la intención y las ideas para transitar hacia una nueva estrategia para el sector. Por lo que se ve en las declaraciones y en las listas de los principales contendientes, no hay ni claridad en el mensaje ni suficiente presencia de candidatos del agro. Este es un pasivo muy grande para el gremialismo rural, tan activo durante el sonado episodio de la 125. Y que hoy tiene que digerir que un candidato de la oposición es Martín Lousteau, quien en su momento fuera precisamente el mentor de la iniciativa de las retenciones móviles.
Esto configura un panorama complejo. El agro viene de perder la mitad de la cosecha por la sequía. De lo que le quedó, tiene que dejar la mitad vía tipo de cambio. Y uno de cada tres camiones de soja, puesto en el puerto y con el flete pago. Si esto no es comprendido por la política, que espera la quimera de Vaca Muerta o el litio para atenuar la presión sobre el campo, seguiremos acogotando la gallina de los huevos de oro. Todo tiene un límite, y ayer lo recalcó el discurso de Nicolás Pino.