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Pérdida de conexión y locura en el gobierno: cuando los economistas son parte del problema

El presidente Harry Truman dijo: “Denme un economista sin manos. Todos mis economistas dicen “‘On one hand’ (por un lado) y luego ‘on the other hand’ (por el otro)’”.

Estaba claro. El presidente de Estados Unidos entre 1945 y 1953 quería decisiones, no discusiones, y mucho menos entre economistas porque tenía otros asuntos, seguramente más importantes que resolver como se desprende de la serie documental de Netflix Punto de inflexión: la bomba y la Guerra Fría, una narración del enfrentamiento bélico entre Washington y sus enemigos en la posguerra.

No hay duda de que los economistas muchas veces son un arma de doble filo para un presidente, como las bombas. Leonid Brezhnev, líder de la Unión Soviética (URSS), hacía el chiste de que los economistas del Politburó de Moscú podían causar más daño que los misiles de su ejército.

Algo de todo esto se desprende del libro reciente El arte de subir (y bajar) la montaña (Ed. Siglo XXI), de Marcos Peña, ex jefe de Gabinete de Mauricio Macri, y que bien podría resumirse como el vía crucis personal-político, según San Marcos. Marcos es autor de uno de los libros del Nuevo Testamento según la tradición cristiana y el propio Peña reconoce que la religión (católico-cristiano) fue uno de los salvavidas a los que acudió para buscar el reconocimiento familiar como el menor de 5 hermanos y una madre catequista.

El otro salvavidas, cuenta Peña, fue la política. Primero en su casa, luego legislador a los 26 años, secretario general de la Ciudad de Buenos Aires y jefe de Gabinete de Ministros.

El arte de subir y bajar la montaña es un derrotero por ambas etapas. Más, en tono de búsqueda personal (a veces con tono de autorreproche) y menos, de memorias como a veces suelen ‘vomitar’ los políticos que pasaron por ese lugar. Un ejemplo de ellos es el de Arthur Schlesinger, asesor especial de John Fitzgerald Kennedy y su libro 100 días, acerca de su paso por la Casa Blanca. ¿Será este el envión de Peña para hablar, sí, quizá de cuestiones más puntuales? No hay dudas de que él las atravesó tanto en el ascenso como en el descenso y lleva más cosas en la mochila.

Quizás a diferencia de los libros de Macri en los que habló de su gestión, Peña no hace mención explícita a los economistas, aunque sí a lineamientos que les caben: en definitiva si hubo algo que abundó en su gabinete y con quienes lidió Peña, fueron los economistas. De hecho, fue la persona que quedó en el centro de las miradas por haberse inclinado y tomar la decisión de cambiar las metas de inflación del BCRA en aquella famosa conferencia del 28 de diciembre de 2017 en la que estaban junto a él los ministros Nicolás Dujovne y Luis Caputo, y el jefe de la autoridad monetaria, Federico Sturzenegger. La orden había bajado para el BCRA, y, como dice Truman, era momento de decisiones y no más debate.

En la montaña, cuando uno asciende con un guía, las órdenes las ejecuta el máximo responsable y el cliente o el equipo debe respetar, porque está en juego no solo el trayecto sino la vida. En el ‘marcopeñismo’ los canales de comunicación no son un espacio de deliberación. Y todo el mundo debe ser consciente de que nadie tiene la razón, porque pretender demostrar que se llegó a algo así —peor aún, actuar en consonancia— puede significar “perder conexión” con el resto. “Cabe pensar si a veces esa idea de comunicar solo argumentos racionales no tiene también un condimento de locura y disociación”.

Esto tiene mucho que ver con los economistas y la manera que utilizan para abordar, con las mejores intenciones, los problemas que enfrenta un presidente aunque muchas veces pareciera que chocan contra una miopía, según se desprende del libro de Peña. “Las diferencias generacionales , algo que subestimé, hacen que se produzcan realidades parciales. Cada franja etaria se comunica de forma diferente […] Nadie tiene toda la razón porque cada una de esas realidades parciales existe y eso hace más difícil ordenar el debate y ponerse de acuerdo en qué está pasando”.

Para los economistas esto puede ser frustrante. Si Truman rogó por un economista manco, imagine Macri que atomizó la conducción de la política económica y al principio organizó un Ministerio de Economía privado del control de áreas sobre las que debía fijar reglas (un caso fue Energía y subsidios).

El exministro de Economía Juan Sourrouille contó una vez que sin existencia ni unicidad de posiciones de equilibrio general —algo que el enfoque de equilibrio general presupone— todo lo que los economistas saben se desgrana. “Ahí los economistas no tenemos la solidez que la gente que no nos conoce presupone. Al mismo tiempo, tenemos solidez en terrenos que la gente no imagina, que no puede imaginar, que son de nuestra formación”.

Peña cuenta que llegó al campamento base en 2015. En 2016-2017 caminó a la cumbre. Llegó y ahí “explotó todo”. Bajó hasta 2019. Las fechas coinciden con lo que pasó con la economía. La crisis invadió su vida. Quizá necesitaba, como Truman, un economista manco allá arriba en la montaña.

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