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La energía nuclear es el complemento necesario de la 4° Revolución Industrial

La población del mundo superará los 10.000 millones de habitantes en 2050, con un ingreso per cápita que se triplicará para entonces a través del despliegue pleno de la 4° Revolución Industrial y de la Inteligencia artificial, que es la digitalización completa de la manufactura y los servicios.

El inconveniente de esta percepción estrictamente realista de los acontecimientos es que está acompañada de la certidumbre de que exige un auge de la demanda mundial de energía de más de 1000% en los próximos 30 años (2025/2055). Esto implica, en los términos actuales de los recursos disponibles, una verdadera explosión de dióxido de carbono (CO2) y, por lo tanto, un auge desmedido del calentamiento de la atmósfera o “cambio climático”, que hunde toda capacidad de luchar eficazmente contra ésto, que constituye el gran desafío de la época.

Se sabe también que el progreso histórico, tal como el que ha representado la Revolución Industrial desde el siglo XIX, es imparable; y que es imposible ante todo negarlo a los pueblos del mundo en desarrollo que aspiran a alcanzar, y lo van a hacer sin duda alguna, las condiciones de vida de los países más avanzados.

Hay una respuesta a esta doble exigencia del progreso histórico y de evitar al mismo tiempo una catástrofe ecológica.

Consiste en recurrir en gran escala al pleno despliegue de la energía nuclear, que es la que tiene mayor capacidad de generación de energía y al mismo no provoca daño alguno a la naturaleza, lo que significa que no desata un torrente de emisión de dióxido de carbono, que es la causa fundamental del “cambio climático”.

China ya se ha lanzado a este camino doble y convergente; y por eso crea 10/12 usinas nucleares por año. Los datos del programa chino de desarrollo nuclear son los siguientes: tiene ya 55 plantas nucleares en plena operación y dispone de otras 26 unidades en construcción que estarán en funcionamiento en los próximos 5 años.

Esto significa que dispondrá del mayor plantel de energía nuclear del mundo, según los informes de la “China Nuclear Energy Association” /CNEA, con el agregado de que a todas ellas las construye con la tecnología más avanzada, producto de sus propios laboratorios de investigación.

A la cabeza de este sistema se encuentra la “Planta de Energía Nuclear de Ningde”, ubicada en la provincia de Fujian, en el Este de China.

La Planta de Ningde está compuesta por 6 unidades de 1 millón de kilovatios cada una, que utilizan todas ellas tecnología de 3° generación, la más avanzada del mundo.

Cada unidad genera 10.000 millones de kilovatios/hora por año, suficientes para brindar energía a 1 millón de personas, con el agregado de que las 4 unidades iniciales de la Planta de Ningde han generado hasta el 30 de junio de este año más de 90 millones de kilovatios de electricidad, que ha permitido reemplazar 875.900 millones de toneladas de carbón, y reducir en 2.300 millones de toneladas la emisión de dióxido de carbono.

Por eso la República Popular aumenta al mismo tiempo en forma extraordinaria la provisión de energía y fortalece la protección del medio ambiente, en el convencimiento de que los dos aspectos constituyen una unidad inescindible para la 2° superpotencia del mundo.

Es probable que la República Popular esté ya por delante de EE.UU en la carrera para aumentar exponencialmente la provisión de energía, y lo haga al mismo tiempo asumiendo el liderazgo inequívoco en materia de energía nuclear.

Esta es sin duda la opción más cargada de futuro que se le ofrece el mundo con vista al año crítico y decisivo de 2050.

No hay posibilidad alguna de “luddismo” anti-tecnológico en el siglo XXI. El convencimiento surgió del hecho de que los grandes desafíos tecnológicos – por ejemplo, la emisión continua de dióxido de carbono que acarrea la exigencia del desarrollo energético – solo tiene respuesta dentro y a partir del propio cambio tecnológico.

Esta superior capacidad de la revolución del conocimiento y la información para responder a los grandes desafíos de la época es consustancial con el pleno despliegue de la Inteligencia artificial, que por ello es constitutivamente optimista, en el sentido de sostener que el futuro siempre está abierto para el conocimiento y la innovación.

El cambio tecnológico es tanto un fenómeno científico como cultural, y está en manos de los países del mundo que se colocan confiadamente a disposición del futuro.

Es todo lo contrario de las visiones catastróficas y tiene su punto de inflexión en este momento, cuando la revolución de la Inteligencia artificial se encuentra en su etapa inicial. Tiene además un carácter intrínsecamente global, que se manifiesta en todas partes y al mismo tiempo, aunque por cierto – como todo en el capitalismo – con un carácter heterogéneo y desigual.

Pero la principal heterogeneidad no está en los retrasos estructurales sino en la mayor o menor cercanía con los centros del nuevo proceso de revolución científica y tecnológica. Esta cercanía depende no de una determinada ubicación geográfica, sino del grado de comprensión e identificación cultural, sobre todo con EE.UU. y la República Popular.

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