El exministro de Economía criticó la idea de Milei. Habló con TN sobre el riesgo de una “crisis muy severa de caída absoluta de la demanda de dinero local”.
02 de septiembre 2023, 05:33hs
Avanza el año electoral y de a poco nos acercamos al día de la definición. El próximo presidente de los argentinos tendrá que atender un difícil panorama económico que no da tiempo. Es que la crisis impacta en lo urgente, llámese: pobreza y hambre. Así, quien vaya a guiar los destinos del país deberá aplicar un programa económico de acción rápida capaz de atender la demanda de corto y mediano plazo en un país en el que seis de cada 10 jóvenes y niños son pobres.
En este sentido, poco se ha sabido sobre los planes económicos de los candidatos, con excepción del de Milei, orientado a una meta final de dolarización. El tema es que, aun tratándose de un candidato con mucho impacto comunicacional, no pareciera haber en el conjunto de la opinión pública demasiadas certezas sobre los detalles técnicos que dolarizar implica.
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Por esta razón es que, en TN, decidimos conversar con expertos en economía para conocer detalles y análisis acerca de la dolarización. En este caso, Hernán Lacunza, uno de los economistas más prestigiosos de la Argentina, respetado por amigos y adversarios. Exministro de Economía tanto a nivel nacional como en la provincia de Buenos Aires, es una voz crítica a la idea de dolarizar.
– Lacunza, ¿qué significa dolarizar?
– En términos prácticos, que las transacciones comerciales (sea para comprar un departamento o para comprar caramelos), los contratos (sean de trabajo o de alquiler), los precios (de bienes, servicios o de activos financieros) y los salarios se expresen en dólares en lugar de pesos.
En términos económicos, es romper el carnet de conducir (resignar la soberanía monetaria) por chocar en todas las esquinas y encomendar el auto a un chofer externo autónomo (Reserva Federal de EEUU) que decida el itinerario de acuerdo a las necesidades de sus propios pasajeros (los ciudadanos estadounidenses, no los argentinos) que pueden tener intereses contrapuestos por ciclos asincrónicos: si hay inflación en USA y recesión en la Argentina, subirá la tasa de interés allá y profundizará el desempleo acá.
Algunos de los motivos por los cuales un país podría decidir dolarizar su economía incluyen: estabilidad monetaria, facilitación del comercio internacional y/o reducción de la incertidumbre cambiaria.
Sin embargo, la dolarización también tiene sus desafíos y desventajas, que incluyen la pérdida de control sobre la política monetaria y la capacidad de imprimir dinero para estimular la economía en tiempos de crisis. Además, un país que dolariza su economía debe asegurarse de tener suficientes reservas de dólares para respaldar su sistema financiero y sus necesidades de liquidez.
– ¿Cuántas maneras de dolarizar existen?
– Básicamente, puede adoptarse una dolarización completa y compulsiva (todas las transacciones y precios se expresan en dólares) o permitir una convivencia voluntaria con la moneda local (cada contratante elige la moneda de sus operaciones, ahorros, transacciones).
Una prima -pero no hermana- de la dolarización es la caja de conversión (convertibilidad), donde hay libre cambio y elección de las monedas a un tipo de cambio fijo, lo que requiere una relación estable entre las reservas en divisas y el dinero en circulación.
-¿Si no hubiese otra alternativa que dolarizar, cuál sería la mejor manera?
Siempre hay alternativas, ya que el régimen cambiario no es la causa, sino el efecto del resto de las políticas. La relación de causalidad va de la política fiscal (equilibrio o déficit) a la monetaria (no financiar o financiar el déficit) y de esta a la política cambiaria.
No existe tal cosa como una ley o regla que pueda cambiar la dominancia fiscal (el déficit determina la emisión) por la monetaria (la no emisión determina el equilibrio). Puede haber un intento provisorio (que haya déficit, pero se financie con deuda) pero no sostenible: si no se equilibran las cuentas, la deuda tiene un límite y aparecerán las cuasi-monedas, ya sea con dolarización o con convertibilidad.
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– Quien quiera dolarizar, ¿va a necesitar una ley del Congreso?
– Sí, claro, y existe una limitación adicional: la Constitución atribuye al Congreso la supervisión de la política monetaria (“un banco para emitir moneda”). Ya el Presidente de la Corte Suprema, Dr. Horacio Rosatti, advirtió en exposición pública los cuestionamientos legales a la iniciativa de la dolarización.
– ¿Si se decide dolarizar, cómo se define la tasa?
– La tasa de política la definiría el banco central de Estados Unidos (la Reserva Federal), a lo que habría que agregar el riesgo local idiosincrásico (incumplimiento de contratos) y el diferencial inflacionario.
– ¿Qué diferencia existe entre dolarizar y bimonetarismo?
– La dolarización de la economía significa el reemplazo del peso por el dólar como moneda de curso legal. Últimamente, bajo el rótulo de “bimonetarismo”, se están discutiendo ideas alternativas, pero la diferencia con el anterior es la convivencia entre el dólar y la moneda local.
– ¿Hay algún país exitoso en materia de desarrollo que haya dolarizado?
– En general, es conveniente para países pequeños con alta intensidad de comercio exterior (y ganancias de eficiencia por la unificación cambiaria) e idealmente de ciclo económico sincrónico con Estados Unidos.
Cuatro islas no comparables con la Argentina (menos de 100.000 habitantes), dos centroamericanos de estructuras productivas distintas (El Salvador y Panamá. El segundo, convertido en paraíso fiscal) y Ecuador.
En el caso ecuatoriano, ha logrado dominar el problema inflacionario, pero no promover un modelo de desarrollo sostenido (PBI estancado desde el fin del superciclo de commodities) ni erradicar el desbalance fiscal que, financiado con crédito externo, llevó al país sudamericano a recurrentes problemas de incumplimiento de deudas.
Sí hay casos de países que han cedido su soberanía monetaria en manos de una moneda regional (la eurozona, por ejemplo) que han logrado consolidar períodos de crecimiento con estabilidad, pero no puede atribuirse a ese único factor la razón del éxito, sino a un conjunto de políticas e instituciones que promueven los balances macroeconómicos (fiscal, externo) intertemporales, más allá de los ciclos económicos naturales.
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– Ahora quisiera conocer su opinión de experto. ¿Cree usted que dolarizar sería una decisión correcta dada la situación argentina? ¿Por qué?
– No. A los problemas típicos de costos de salida de esquemas monetarios rígidos (por ejemplo, la convertibilidad en 2002), dados los incentivos a acumular distorsiones hasta niveles insostenibles, y los costos de funcionamiento, como la exposición a shocks externos (una pandemia o una guerra, menos frecuentes, pero también más naturales como una sequía o una devaluación de un socio comercial) no absorbibles por amortiguación cambiaria sino con pleno impacto sobre el empleo, en el caso argentino actual se suman los costos de entrada de afrontar pasivos monetarios en pesos muy abultados y artificialmente sostenidos por el cepo y la crítica situación de reservas suficientes para poder canjear el circulante y los depósitos en pesos a un tipo de cambio razonable.
No se puede dolarizar sin reservas. Si se intentara igual, en base a supuestos tan optimistas como irrealistas (que Argentina pudiera acceder a un financiamiento – voluntario y rápido de USD 35.000 millones, el monto necesario para respaldar la base monetaria y las Leliqs), podría desencadenar una crisis muy severa de caída absoluta de la demanda de dinero local o un overshooting cambiario innecesario y muy oneroso en términos productivos y sociales.
¿Qué opina sobre la bimonetarización? ¿Podría constituir una política correcta para salir de la crisis?
Un caso exitoso de bimonetarismo es el peruano, que habilitó la libre circulación del dólar y el sol, y abrió espacio a un proceso de crecimiento con estabilidad en las últimas tres décadas. De nuevo, no es solo por el esquema monetario, sino la consistencia fiscal (reducción de 7% del PBI en el déficit público total en tan solo tres años, y bajó de -8,5% en 1988 a -1,5% en 1991) sumada a un programa de reformas estructurales y metas de agregados monetarios.
Como en cualquier programa de estabilización, la consistencia entre los brazos de la política económica (fiscal, monetaria y externa) y la secuencia de implementación de medidas son esenciales. Un bimonetarismo sin consolidación fiscal anterior podría incurrir en un desplome de la demanda de moneda local antes de incentivar la oferta de moneda extranjera, con riesgos de espiralización nominal e hiperinflación.