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Wimbledon: los secretos para entender y jugar sobre el césped, una superficie que favorece a los que no especulan

Larga la edición 2023 de Wimbledon y antes de analizar el cuadro, hablar de los favoritos y ver quiénes tienen mayores posibilidades de alcanzar las instancias decisivas, voy a contarles lo que significa el césped. Se sabe que es una superficie atípica, que se juega poco y que, muchas veces, ese paso tan efímero por el calendario hace que algunos tenistas lo encaren como un vuelo de golondrinas.

Lo concreto es que el césped fue mutando. Y cambió. Dejó de ser una superficie extrema, terriblemente rápida, de pique bajo y con esa casi imposibilidad de jugar desde el fondo de la cancha. Se fue transformando progresivamente, con una pelota un poco más lenta y con un pique más alto, en un ámbito mucho más permisivo para aquellos que por naturaleza tienen el fondo de la cancha como su base de operaciones.

El césped plantea un desafío para todos. Y no solamente para los tenistas. Porque muchos meses, quienes juegan partidos sumamente desafiantes en esta superficie son todos los que se encargan de poner en condiciones las canchas -son 18 que se usan para el torneo y otras 20 de práctica-. Al tratarse de una superficie natural, una superficie viva, el cuidado debe ser máximo.

Porque cada centímetro de cada una de las canchas debe tener el mismo nivel de humedad, el mismo nivel de compactación, la misma rigidez del piso y los exactos ocho milímetros de altura del Rye-grass, ese césped tan especial que se usa en el All England Club. Todo eso es producto de una obra de ingeniería de especialistas expertos en suelos. Son jardineros que hacen un arte de su profesión.

Roger Federer, ocho veces campeón en Wimbledon, el que mejor entendió cómo se juega sobre el césped. Foto: Glyn KIRK / AFP.

Roger Federer, ocho veces campeón en Wimbledon, el que mejor entendió cómo se juega sobre el césped. Foto: Glyn KIRK / AFP.
Porque Wimbledon. más allá de su historia y de su solemnidad, se destaca por sus canchas. Todas responden de la misma manera. Y esto está lejos de ser una obviedad. Cuántas veces hemos escuchado a los tenistas hablar de canchas que están más rápidas o más lentas en un mismo torneo. Llama la atención porque sucede en superficies que son artificiales y que deberían ser idénticas. Se trata de combinar la misma cantidad de materiales. Sin embargo, escuchamos constantemente que el court central está más rápido o más lento que las canchas 2 y 3. O que estas están más rugosas que las de afuera. Eso hace que el pique de la pelota sea distinto.

Pero eso no sucede en Wimbledon. En eso el tercer Grand Slam de la temporada es sencillamente una maravilla. Porque, insisto, en cada centímetro de las canchas hay una uniformidad extrema. Los invito a que busquen en Twitter a Wimbledon Groundsman para que observen cómo trabaja la gente que se encarga del césped. Los invito también a que vayan a la página oficial del torneo y vean todo el tratamiento que llevan. Son 13 o 14 días en los que casi no reciben agua y tienen que estar preparada para resistir.

Wimbledon, el césped y los jugadores «agresivos»

El césped, después, cuando comienza la acción, desafía a los jugadores. Premia a aquellos que buscan ser agresivos. Y cuando digo agresivos, no necesariamente significa ser arriesgados. El césped, en esa sutileza que tiene, favorece a aquellos que entienden la superficie. Como sucede con los ingenieros que supieron moldear el césped para que sea todo igual, lo mismo ocurre con los jugadores. Tienen que graduar perfectamente la velocidad y a la vez no arriesgar demasiado para seguir manteniendo cierta agresividad.

Por otro lado, también tienen que estar regulando su carrera. Arrancar muy rápido puede provocar una caída. Una frenada brusca puede llevar a una patinada y eso también a una posible lastimadura, torcedura o lesión. Si no, pregúntenle a Juan Martín Del Potro que tuvo allá, en Queens hace algunas temporadas atrás, esa patinada llegando hacia la red y que agravó su lesión en la rodilla.

El césped te obliga y te invita a entenderlo, como parece haberlo logrado Francisco Cerúndolo con su coronación en Eastbourne, uno de los torneos que sirve como preparación para Wimbledon. Sus secretos están a la vista. No es una búsqueda del tesoro. Pero sí hay que tener muy claro que no se puede estar pisando el césped con la cabeza puesta en otra superficie. Tiene su lógica. Tiene su sistema apoyado en esa incomodidad de los movimientos.

Porque el agarre no siempre transmite seguridad y eso se traslada a los golpes. Cuando uno está inseguro a la hora de trasladarse o en los agarres a la hora de la ejecución, el golpe pierde firmeza. La sensación de inestabilidad se traslada en una cuestión de inseguridad hacia los golpes y a partir de ahí se juega incómodo. Por eso decíamos que es una superficie que beneficia, favorece y en general ayuda al inquieto, al que busca, al que no quiere especular, al que quiere atacar, al que quiere cerrar, al que busca ir a la red.

El que entiende que volear cruzado y corto es una buena manera de cerrar los puntos. El que entiende que jugar a veces con slice, jugar por abajo y hacer que la pelota patine sirve más que los palazos. Convivir con esa sensación de inestabilidad es un verdadero desafío. Esa sensación de inestabilidad a la hora de pegar es un gran desafío. Por eso se juega mucho con el llamado «core» -los músculos abdominales, lumbares, de la pelvis, los glúteos y la musculatura profunda de la columna-, por eso se presiona mucho los segundos servicios y uno ya empieza ahí a entrar en las cuestiones estratégicas.

Wimbledon y el arte de la estrategia constante

Porque si te van a atacar el segundo saque, hay que conseguir mejor efectividad con el primero. Pero eso significa que al primer servicio entonces también hay que cuidarlo para darle también cierta regularidad y alta efectividad. Y, por otro lado, hay que buscar un saque que moleste. Agregarle mucho más slice es una buena opción. El saque con slice, en el césped, profundiza las curvas después del pique y eso lo hace mucho más molesto de neutralizar.

Con todo ese tipo de situaciones en el servicio se empieza a desplegar una idea distinta. Jugar. A hacer jugadas. Jugar a encontrarle lo divertido a esta superficie es lo que te lleva a encontrar un buen ritmo. Y hablar de ritmo también es interesante. Porque a muchos le da la sensación que no hay mucho ritmo. La verdad es que también en partidos que se definen en tres o cuatro tiros hay un ritmo. Tal vez no es tan extenso y no es tan permisivo como el polvo de ladrillo, pero hay que buscar un ritmo corto, un ritmo vertiginoso, un ritmo activo. Como decía anteriormente, el césped en general es cómplice de aquel que tal vez se equivoca por buscar y no se queda en la especulación y en el esperar.

Rafael Nadal se supo adaptar al césped con su propio estilo y tuvo su premio con dos títulos, en 2008 y 2010. Foto: SEBASTIEN BOZON / AFP.

Rafael Nadal se supo adaptar al césped con su propio estilo y tuvo su premio con dos títulos, en 2008 y 2010. Foto: SEBASTIEN BOZON / AFP.
Para resumir, el césped es Roger Federer. Por esa clase, esa sutileza, esa agresividad vestida de una manera tan estética que parece un arte. El césped también es la intensidad de Rafael Nadal. La convicción y la decisión por entender una superficie que no es la que te sentís más a gusto. Es por eso que el césped también les da la bienvenida e invita a aquellos que por naturaleza tal vez no se sienten cómodos. El español lo trató de entender y encontró su recompensa.

El césped también es esa plasticidad, es esa adaptación a la situación, a los piques que van variando de acuerdo al estado del césped. Tal como lo puede manejar perfectamente Novak Djokovic -máximo candidato, más allá de las ganas de un Alcaraz que llega con el impulso de Queen’s-, que acomoda su cuerpo y sus manos para, veces sin ningún tipo de balance y contra todo pronóstico, encontrar el lugar exacto para responder. Ese es el timing para saber cuándo hay que atacar y cómo se debe neutralizar el juego del rival.

El césped es un arte. Y Wimbledon es el escenario principal en el que todos quieren jugar.

Especial para Clarín

*** Javier Frana es un ex tenista argentino, hoy comentarista de TV, que jugó profesionalmente entre 1986 y 1997. Ganó tres títulos ATP, uno de ellos en Nottingham, en el año 1995, el último torneo sobre césped ganado por un argentino hasta la consagración de Cerúndolo en Eastbourne 2023.

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