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La trágica vida de Rikiya Matsuda, el apertura japonés que (casi) no falla penales y que el domingo quiere amargar a Los Pumas

Rikiya Matsuda es el apertura titular de Japón y en lo que va del Mundial de Francia 2023 falló solo una vez a los palos. Las primeras 12 veces que pateó, la pelota fue siempre al centro de la H. El tiro número 13, como no podía ser de otro modo, se fue desviado. Pero los cuatro siguientes volvieron a entrar. Su efectividad es de casi el 94 por ciento, pero nada de eso le interesa.

La primera vez que sintió que falló, la sensación lo acompañó para siempre. Daisuke Matsuda, su padre, fue jugador de rugby y su primer entrenador, quien le inculcó el deporte. El pequeño Rikiya tenía seis años cuando comenzó a jugar, influenciado por el jefe de la familia que asistía a las prácticas para ver su crecimiento con la ovalada.

En quinto grado, Matsuda jugó un intercolegial en Kyoto y su padre estuvo entre el público. Ese día fue aplastado antes de llegar al ingoal. Quedó atrapado debajo de varios chicos. Cuando intentó incorporarse, le dolía el hombro. Todavía no era un jugador, sino un nene que lloraba porque no podía mover el brazo.

Daisuke, su padre, lo acompañó en ambulancia al hospital y algunas horas después volvieron a su casa juntos en vísperas de las fiestas de navidad, que en ese país saca a la gente de sus casas. Ese día los solteros acuerdan una cita y en bares los amigos se juntan a comer afuera. Su padre trabajaba en un restorán y por eso, después de la jornada accidentada, decidió recostarse para luego ir a trabajar.

Como presagió su padre, Rikiya se convirtió en jugador de rugby.  Foto: Emmanuel Fernández / enviado especial Como presagió su padre, Rikiya se convirtió en jugador de rugby. Foto: Emmanuel Fernández / enviado especial “’Voy a dormir un ratito’, me dijo. No esperaba que esta fuera nuestra última conversación. Después de eso, mi padre nunca regresó de una hemorragia subaracnoidea”, contó el año pasado Matsuda como parte de los motivos que explican por qué canta una canción antes de entrar a la cancha, como ritual.

“Recuerdo haberlo escuchado decir: ‘Tengo un pequeño dolor de cabeza’ antes de acostarse. Cuando fui a verlo ya no respiraba. Mi madre estaba haciéndole un masaje cardíaco hasta que llegó la ambulancia. Mis hermanos y yo fuimos detrás con mi abuela, en un taxi. No quería creer que estaba muerto… hasta que lo vi”, recordó en una entrevista a un medio de su país.

En el hospital se encontró con el cuerpo de su padre y supo que la vida ya no sería la misma. “Cuando lo vi, me impulsó un pensamiento: ‘si no me hubieran lastimado, el futuro habría sido diferente’” y comenzó a gritar la sentencia. Estaba enajenado, se sentía culpable de la muerte de su padre. Sentía que había fallado.

Los Matsuda, padre e hijo, en una postal de verano.Los Matsuda, padre e hijo, en una postal de verano.“Nunca olvidaré esa escena. Cuando entré a la habitación donde todavía estaba el cuerpo de Daisuke, inmediatamente hice contacto visual con Rikiya, y él lloró y dijo: ‘Mi padre murió por mi culpa’. Intenté consolarlo y sacarle esa idea de la cabeza, pero fue imposible”, recuerda Atae Kimura, amigo del padre del hoy apertura de la selección japonesa.

Rikiya se refugió en el rugby. Tras la pérdida de su padre, ese deporte fue el vínculo que lo unía aun en la ausencia. Le resonaba una sentencia paterna: “Si llegas al equipo nacional de Japón de la escuela secundaria, probablemente te conviertas en jugador de de rugby”. Todavía no era adolescente, pero ya sabía cuál era su meta.

«Antes de que Daisuke muriera, era un niño tranquilo que se escondía detrás de su padre, pero después de la muerte, se volvió cada vez más duro. Sé que fue triste y trabajó duro para lograr su objetivo”, reveló Kimura, el amigo del padre de Rikiya. De a poco el pequeño Rikiya concretó sus objetivos. Fue el capitán de Fushimi Industry en su ciudad natal de Kyoto y también jugó para el equipo nacional de Japón de la escuela secundaria. Lo había logrado.

Matzuda, en el centro, construyendo su objetivo de convertirse en jugador de rugby.Matzuda, en el centro, construyendo su objetivo de convertirse en jugador de rugby.Cuando llegó a la Universidad, se convirtió en un jugador destacado en su primer año conquistó cuatro veces el campeonato nacional. El paso siguiente fue la selección nacional con el Mundial de 2019 como gran incentivo. Sin embargo, esa Copa del Mundo que para Japón representó un boom del deporte y el inédito paso a cuartos de final, no fue para Matsuda un gran recuerdo.

No fue titular en ningún partido, sumó pocos minutos desde el banco y no participó en la histórica victoria sobre Irlanda. “Fue una gran humillación poder jugar sólo unos pocos partidos, además de mi propia actuación. Pero eso me dio la oportunidad de quemar energías para el próximo Mundial”, analizó años después.

La patada, una especialidad de Rikiya Matsuda, ante Samoa: Foto AFPLa patada, una especialidad de Rikiya Matsuda, ante Samoa: Foto AFPSin embargo antes de Francia 2023, tuvo más escollos en el camino. Se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda durante un partido de la Ligue One japonesa, una lesión que lo dejaba en recuperación cuando restaban menos de dos años para el kickoff en la Copa del Mundo.

“Me impacienté”, admite. En esa época de rehabilitación, encontró refugio en la tumba de su padre. “Venir aquí te da fuerzas y te hace sentir positivo. Estaba muy preocupado, así que pedí su ayuda y después de la cirugía, expresé mi determinación de volver más fuerte de lo que soy ahora”, reconoció en una entrevista para la televisión japonesa.

Matsuda, entre las preferencias de los hinchas de Japón. Foto AFPMatsuda, entre las preferencias de los hinchas de Japón. Foto AFPEn ese reportaje, el periodista le preguntó qué significaba visitar la tumba. Matsuda rompió en llanto. «Creo que es el único lugar donde puedo mostrar mi verdadero yo”, dijo y amplió su creencia sobre la conexión con su padre. “Creo que nos ayudará al final del partido más difícil, en cuanto a cómo rueda la pelota y cómo sopla el viento”, dijo como presagio en su última visita al cementerio, en agosto antes de partir a Francia.

¿Y qué canción es la que canta Matsuda? Un tema del rapero japonés AK-69 que repite “¿Puedes verme, viejo? Voy a ser más fuerte, tengo que ser más fuerte”, que volverá a cantar el domingo en Nantes, antes del juego ante Los Pumas.

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