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Gilmar Gilberto Villagrán, el uruguayo que fue dos veces ídolo en Argentina: trabaja como seguridad privada y espera jubilarse para volver al fútbol

Villagrán Gilmar Gilberto, uruguayo-, tiene un nombre de esos para encabezar la marquesina. Una sonoridad que los buenos relatores de radio pronunciaban con épica. Es el u-ru-guayo; u-ru-guayo -así, como se apuran las sílabas en la tribuna- que es palabra santa en Lanús y Los Andes. Tiene varios ascensos a su nombre, desde que en 1984 dejó Colonia, su lugar en el mundo, para buscar en esta orilla el profesionalismo que no iba a encontrar, entonces, en Plaza Colonia.

Villagrán, que en septiembre cumplirá 62 años, repasa su carrera e imagina cosas que hubiesen pasado en cambio de las que sucedieron. Y se las imagina a lo grande, aunque también aclara que podría haber ocurrido lo contrario. Puede retomar la vida desde el momento que a los 23 le dijo que no a Peñarol, porque ya le había dado la palabra a Lanús para darle el gusto a su padre, acaso en aquella época, el único uruguayo en su tierra hincha del Granate por obra y gracias de Los Globetrotters, un equipazo de la década del 50 que seguía por transmisiones radiales.

“A los dos años Peñarol salió campeón de América, jugó la final del mundo, claro que pensaba qué hubiese pasado si iba. Me imaginaba jugando ahí. Pero… ¿Viste? Andá a saber qué hubiese pasado… Digo: podría haber salido campeón de América y, en una de esas, también campeón del mundo. Quién te dice… Capaz si hubiera ido a Peñarol no sé si hubiera jugado…”, evalúa Villagrán y, entrelíneas, piensa que él podría haber sido el plus para torcer la historia del Manya contra el Porto en el Estadio Nacional de Tokio y alzar la Intercontinental que se quedó el equipo portugués.

Villagrán es esa clase de jugadores que se vuelven mito, algo que no muchos futbolistas excepcionales consiguen. Son pocos los espectadores privilegiados que vieron la magia que la mayoría se perdió. De Plaza Colonia a Lanús y tras nueve años y dos ascensos, bajó dos categorías a Los Andes para poder hacer lo que ya no hacía en el Granate: jugar. Miguel Ángel Russo no lo tuvo en cuenta para la Primera División. Por eso, salvo para los memoriosos, hay pocos rastros de él.

Villagrán y el Laucha Acosta en el predio de Lanús. Foto gentileza Villagrán.

Villagrán y el Laucha Acosta en el predio de Lanús. Foto gentileza Villagrán.
Villagrán tiene esa cadencia que delata a los uruguayos, pero no se reclama como uno. Al menos según la mirada porteña que los encasilla de este lado del río. Se admite rencoroso y dice que el fútbol uruguayo es «inmirable». No le perdonó nunca a Russo haberle “hecho perder un año”. Imagina que, si el entrenador le “hubiese ido de frente”, él aceptaba la propuesta del Sabalero el año que perdió el ascenso a manos de Banfield, cuando el Chateau Carreras no era el Kempes. “En una de esas ascendía con Colón”, analiza y vuelve a pensar que podría haber cambiado la historia.

Piensa, pero no cambia su recorrido. “No me arrepiento, porque en Lanús conseguí cosas, me gané un nombre, me gané el respeto de la gente, el cariño”, cuenta en una charla con Clarín antes de marcar tarjeta en su trabajo. Villagrán también escapa al estereotipo del futbolista que se salva para toda la vida. Después del almuerzo, se pone los zapatos con punta de acero, pantalones grises, camisa a tono con corbata reglamentaria roja y donde antes llevaba el escudo en la camiseta, el ahora está estampado el nombre de la empresa de seguridad privada que lo contrata. De 14 a 22, Villagrán es un vigilante privado.

—¿Cómo es tu trabajo?

—Estoy donde entra el ganado y todo eso nomás. Yo tengo que darle entrada a los camiones, a los choferes. Es un puesto (de seguridad), una pieza, así con computadoras, cámaras y todo eso. 

—¿Te gusta el laburo ese, o lo hacés porque necesitás el sueldo?

—No, no: tengo que laburar. Pero no me desagrada tampoco. Pero hay que trabajar en lo que venga. En ese momento agarraba lo que viniera. Yo entré en el 2013 en la empresa. Fijate que con 52 años no te toman en cualquier lado.

—¿Entonces a los 52 años trabajaste por primera vez? Fuera del fútbol, me refiero.

—¡No! yo trabajo desde los 12 años. Trabajé de mozo, en el puerto, trabajé en Hidrografía, vendí pescado. En Administración Nacional de Puerto, después en el vivero de la Intendencia de Colonia. No, no: trabajé antes y después. Bueno, tuve la suerte de jugar al fútbol y poder irme para allá. En 2001 me fui a trabajar de nuevo (a la Argentina) en inferiores. Plena crisis. Ahí al mes, Nicola Russo me dijo que me podía pagar el sueldo, pero no la casa, por ejemplo. Y me volví. Después en 2006 volví a las inferiores.

—¿Por qué no seguiste trabajando en el ámbito del fútbol?

—Seguí en Lanús hasta 2012. Después, discusión con un dirigente y me echaron nomás. No terminó bien. Es un dirigente que tiene una inmobiliaria, sacá la cuenta lo que puede saber de fútbol. Bueno, no por tener una inmobiliaria no puede saber de fútbol, pero este no tenía idea.

—¿Y no se dio trabajar ahí, en Uruguay, en inferiores o en Primera?

—Podría dirigir, pero con el horario este es imposible. Estoy esperando a jubilarme y a ver si agarro algún equipo, algo para dirigir.

—¿Pero ahí en Colonia el fútbol no paga como para vivir sin trabajar de otra cosa?

—No, no… Por ahí puede haber un buen sueldo, pero no, tampoco. Los clubes de Colonia son amateurs. Salvo dos o tres que pueden pagar, la mayoría no.

—¿A Los Andes te fuiste libre?

-No sé, porque aparentemente el pase era libre, pero no sé si Lanús no sacó algo del bingo (N de la R, en la provincia de Buenos Aires las casas de juego destinan un porcentaje a clubes de AFA). No sé bien cómo fue. Nunca me cerraron esas cosas.

—Pensando estrictamente en lo económico, ¿tal vez a tu carrera le faltó una transferencia?

—Claro, sí. A mí me vinieron a comprar algunos, pero Lanús en ese momento no era de vender. Bueno, o sea, eso es lo que me decían ellos, que si me vendían a mí y tenían que traer a otro jugador parecido les iba a salir muy caro. Ese era el argumento.

—¿Esos eran los momentos para mejorar el contrato, no?

—Yo te puedo asegurar desde que llegué y, no te quiero mentir, pero hasta que casi me fui a Los Andes, gané el mismo sueldo.

—¿Y cuánto iban a pagar los que te querían llevar?

—No, no hablé de eso nunca. Yo lo que sé es que San Lorenzo preguntó por mí, porque el Bambino (Héctor Veira) me quería llevar. Racing también, porque el Coco (Alfio) Basile llegó por intermedio de Ramón Cabrero. Deportivo Español, también… Pero no me quería vender Lanús.

—Más allá de los contratos y las ventas que no se dieron, en esa carrera “corta” respecto a la vida en sí ¿Pudiste hacer una diferencia y tener, por ejemplo, una casa?

— Sí, sí, sí. No, no puedo decir no. Yo tengo acá tengo mi departamento en Colonia. En su momento tuve mi casa… Pero, bueno, cuando me vine, que estaba jugando en Plaza, estuvimos casi 12 años sin trabajar y bueno, y ahí los ahorros se van. Y sí, es verdad que la carrera del futbolista es corta, pero si yo jugara en este momento, capaz jugando dos años me salvaría. Si vos hacés un número de lo que se gana ahora, de lo que podría ganar un jugador, de repente con las condiciones mías o algo, capaz que en un año ganaba lo que gané en toda mi vida, desde que me fui a Lanús y en Los Andes… ¡Con un mes de trabajo! porque vos ves lo que ganan ahora los jugadores…

—¿Y qué te dejó el fútbol?

—Me dejó el cariño de la gente que es lo mejor que te puede pasar. No hay plata que pague eso. Podés ser millonario y pasás por al lado de alguien y ni te saludan porque ni te conocen. El cariño, los amigos. Muchos amigos me dejó el fútbol.

Su última temporada en Lanús fue en Primera División, pero Miguel Ángel Russo no lo tuvo en cuenta. Foto archivo

Su última temporada en Lanús fue en Primera División, pero Miguel Ángel Russo no lo tuvo en cuenta. Foto archivo
—¿Te quedó alguna cuenta pendiente?

—No, no. Bah, me hubiera gustado dirigir alguna Primera ahí. Me cansó el fútbol. Pero ¿pendiente? Tal vez haber arreglado mejores contratos. Ganar un poco más. Siempre me puse en el lugar que los dirigentes me decían que yo era el que más ganaba (del plantel). Me hubiera gustado ganar un poco más y así ganaban más mis compañeros también.

—¿Eras el referente de los grupos?

—Yo creo que pagué un precio, un poco de ser capitán, ir siempre al frente por los compañeros, ¿no? Y siempre peleando para los chicos, que no cobraban en ese momento. Todos los chicos de inferiores y que subieron cuando ascendimos en el 90, casi no ganaban, no tenían sueldo. Yo peleé para que ganaran algo.

—¿Por qué decís que pagaste un precio?

Jugué casi 10 años en Lanús. Cuando fui, la tribuna era de madera. No me olvido yo las cosas. Tengo que reconocer que en Lanús hay un antes y un después de la llegada de (Miguel Ángel) Russo. Pero una cosa era Russo cuando recién llegó y otra cuando ya tenía un nombre… ¿Capaz le pasa a muchos técnicos, no? No sé, no te sabría decir. Llegás con un perfil bajo y después sos otra persona…

—¿No terminaste bien con Russo?

—Pienso que se portó mal conmigo. En el sentido de que yo, cuando conseguimos el segundo ascenso, viene Miguel y me dice: ‘Te quiere Jorge Ginarte para Colón’. Yo sabía cómo venía la cosa, entonces le digo: ‘No tengo ningún problema en irme. Si no estoy en los planes yo me voy ¿que problema va a haber?’ y ahí él me dijo: ‘¿Cómo no te voy a tener los planes?’. Pero no me puso nunca. El técnico tiene toda la autoridad para tomar esa decisión, pero yo creo que si no tengo los planes a un jugador lo digo y punto. Claro. Me hizo perder un año. Yo podía haber batido récord de goles. No me dejo jugar ni en la Tercera. Eso es lo que yo le reprocho. Se portó mal…

—¿Y volviste a hablar con él alguna vez?

—No, no. Hablamos, sí, pero este tema no se tocó nunca.

—¿Ya lo perdonaste?

—No, no, eso no. Soy muy rencoroso yo. Horrible, pero no me olvido de las cosas, no me olvido más. No sé si es un defecto, pero no puedo perdonar. No sé, no me preguntés por qué. No le perdono que no me lo haya dicho desde un principio. Hubiese sido más fácil: ‘No te voy a tener en cuenta, andá a Colón’. Ese año Colón perdió el ascenso con Banfield. Tal vez podría haber ascendido con Colón…

Angel Bernuncio, Adolfino Cañete, Gilmar Villagrán y Miguel Angel Russo. Foto: Archivo Clarín

Angel Bernuncio, Adolfino Cañete, Gilmar Villagrán y Miguel Angel Russo. Foto: Archivo Clarín
—¿Y con tus compañeros te pasó lo mismo?

Con familiares me ha pasado. Con compañeros cuando he tenido algún problema lo hemos arreglado, menos una vez cuando… Mirá, a mí, con Russo, me mandaron los compañeros a hablarle como capitán, para decirle que no lo aguantaban más, que (el grupo) no soportaba su manera de ser. Yo fui y puse la cara.

—¿Y qué pasó?

Fui y hablé. Después Miguel me dice: ‘Hace media hora estuvimos reunidos (con los jugadores) y quieren que siga‘. Ninguno le dijo nada. Si yo hubiera sido el técnico, habría hecho lo mismo que él… No digo que eso fue determinante para que me fuera (de Lanús) pero influyó.

—¿Mirás fútbol?

—Sí, pero argentino. El uruguayo es inmirable. No me gusta la lentitud que tiene, la manera de jugar. Mirá un partido de Uruguay y mirá un partido de Argentina y fijate el ritmo. No se puede creer.

—¿Con la Selección te pasa lo mismo?

Mirá, si me preguntás, yo soy argentino. Voy con selección argentina. Mi hijo también, bueno él tiene la doble nacionalidad pero nació allá, es hincha fanático de River. Mi hija Guadalupe, nació y vive allá con la madre.

—¿Y ahora con Marcelo Bielsa?

—Creo que va a hacer muy bien la llegada de Bielsa. Va a hacer un trabajo en serio, con tiempo, que es lo fundamental. Va a poder implantar su idea. Creo que es ideal para el fútbol uruguayo y llega en un momento que va a hacer depuración y quizá descubra nuevos valores, ya los de la camada de Godín, de Suárez no van a estar, así que vamos a ver. Aunque te repito que yo soy argentino, hincho por Argentina.

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