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A 75 años del Maratón de Londres ’48: el día que Delfo Cabrera se convirtió en héroe nacional

El profesor Francisco Mura, quien llegó desde Italia a la Argentina en su niñez, fue uno de los más fecundos maestros de la historia atlética nacional. Su obra más recordada fue la conducción técnica de Delfo Cabrera, a quien de ser uno de los mejores fondistas sudamericanos lo elevó hasta el oro olímpico. Hace exactamente 75 años, el 7 de agosto de 1948, el nacido en Armstrong, en el corazón agrícola de Santa Fe, estremeció al estadio de Wembley al conquistar la medalla dorada del maratón en Londres, en una carrera en la que otros dos argentinos –el bahiense Armando Sensini (5°) y el mendocino Eusebio Guíñez (9°)- también se ubicaron en el top 10. Fue un momento irrepetible, pero que a la vez evocaba otro acontecimiento sucedido justo 16 años antes, cuando Juan Carlos Zabala, el legendario “Ñandú Criollo”, conquistó en Los Angeles 1932 el primero de los títulos argentinos en un maratón olímpico.

La vida de Delfo quedó marcada por aquel momento histórico. Llegaron nuevos triunfos antes de su retiro, hasta construir una campaña casi inigualable. Pero en su momento aquello tuvo tanto de hazaña (lo fue) como de sorpresa. Es que Cabrera había desarrollado una campaña atlética en las pistas bajo la guía de Mura, pero su rendimiento en distancias más largas era una incógnita. No ganó los selectivos para los Juegos, pero su estado de forma, su evolución y su confianza convencieron a los entrenadores, que lo nominaron junto a Guíñez y Sensini para una aventura que comenzó el 17 de junio de 1948.

Aquel día, en la Dársena A de Puerto Nuevo, familiares y amigos despidieron a la delegación argentina para los primeros Juegos Olímpicos de la posguerra. Poco antes los había saludado el presidente Juan Domingo Perón en la Casa Rosada. Los deportistas embarcaron en el navío Brasil y la travesía se extendió durante tres semanas, durante las cuales se entrenaron como pudieron en la cubierta. Tampoco disfrutaban de mayores comodidades en una Londres todavía en ruinas por la guerra: los alojaron en los campos de entrenamiento de las fuerzas británicas, en Richmond Park.

El viaje en barco era incómodo, pero nos arreglábamos para hacer algo: caminatas, gimnasia, cuerda. Todo el día me estaba moviendo. Y lo hacía con alegría. Para mí, esa época fue muy importante, ya que por primera vez supe lo que era vivir sólo para el deporte. Tuvimos dos meses de tiempo para prepararnos”, contó Cabrera.

Delfo Cabrera   tapas emblematicas de la revista deportiva El Grafico revista el grafico historia

Delfo Cabrera tapas emblematicas de la revista deportiva El Grafico revista el grafico historia
En aquellos Juegos, el atletismo nacional cumplió un papel relevante. Noemí Simonetto se quedó a las puertas del título del salto en largo y su medalla de plata es la única que una mujer argentina obtuvo en la historia del atletismo olímpico. Alberto Triulzi y Enrique Kistenmacher, cuartos en 110 metros con vallas y decatlón, respectivamente, fueron otros magníficos representantes, con actuaciones inigualables hasta estos días.

Antes de la hazaña, es tiempo de recordar el origen de Delfo Cabrera. Había nacido el 2 de abril de 1919 y era el cuarto de los seis hijos de Claro Cabrera y Juana Gómez. Su primera competencia consistió en la vuelta a su pueblo natal, sobre 4,5 kilómetros, y llegó segundo. Luego corrió varias veces en Rosario, donde lo vio Mura en una de sus tantas expediciones por las provincias. Le insistió para que se radicara en Buenos Aires, lo que recién formalizó a los 18 años. Hasta entonces, su experiencia deportiva consistía en sus corridas solitarias por el pueblo y en el fútbol, ya que jugó para Gimnasia y Esgrima de Armstrong. Pero el mayor tiempo estaba volcado al trabajo desde chico para ayudar a su familia: fue ladrillero, recolector de maíz y, más adelante, junto a uno de sus hermanos trabajó en Vialidad Nacional.

Radicado en Buenos Aires después de pasar por el servicio militar en Rosario, se produjeron dos hechos significativos en la vida de Delfo. Uno, su casamiento con Rosa Lento, con quien tuvieron tres hijos: María Eva, Hilda Noemí y Delfo Jr. El otro, su ingreso al cuerpo de bomberos de la Policía Federal, donde le ofrecieron las facilidades para que pudiera entrenarse. Antes había trabajado en una compañía de construcción, vivía en Sarandí y, en cuanto disponía de algunas horas, viajaba hasta Núñez para entrenarse en el campo de Obras Sanitarias. “Tomaba el 60 hasta Núñez y volvía a las 11 de la noche. A esa hora en la fonda donde comíamos ya no me atendían. Mi hermano resolvía el problema guardándome unas milanesas que encontraba casi siempre congeladas”, recordaba.

Junto a otros atletas, especialmente Reinaldo Gorno y Ricardo Bralo, Cabrera progresó hasta convertirse en uno de los mejores fondistas de su década, luego de los primeros años con la hegemonía de otro grande, Raúl Ibarra, a quien solo la cancelación de los Juegos Olímpicos por la guerra impidió su coronación mayor. Cabrera sumó títulos nacionales y sudamericanos de los 1.500 hasta los 10 mil metros. El primer paso importante fue ganar un Sudamericano extra en Santiago de Chile, en 1946, superando en los 10.000 metros a la figura de la época, el chileno Raúl Inostroza.

Para los Juegos de Londres se programaron selectivos de gran fondo, en distancias que Cabrera no había abordado. Pedro Caffa fue el vencedor del primero sobre 20 kilómetros y el segundo se hizo el 2 de mayo de 1948 sobre 30 kilómetros. Venció Guíñez y lo escoltaron Cabrera –pese a sufrir calambres que lo obligaron a detenerse- y Sensini, los tres finalmente designados para los Juegos.

La cita olímpica se inauguró en Wembley durante el reinado de Jorge VI, con 4.099 deportistas (apenas 385 mujeres) de 59 países. El maratón olímpico reunió a 41 atletas, entre ellos tres “sobrevivientes” de Berlín 36: el sudafricano Johannes Coleman (6°), el griego Stylianos Kyriakides (11°) y el estadounidense John Kelly.

Pese al antecedente de Zabala, los argentinos no figuraban entre los favoritos. Dos días antes, en un micro recorrieron el circuito junto a Mura, quien en su legendaria libreta no dejó detalle sin registrar: “Hay 43 cuestas, 13 vueltas con ángulos cerrados, desniveles de 50 metros de altura, los boy scouts anuncian cada kilómetro con carteles negros y cada milla con carteles rojos”.

El maratón se largó a las 15, con una temperatura de 22°8 grados, algo de viento y una humedad del 60 por ciento, con nubes amenazantes. Guíñez, de 42 años, lideró en los primeros tramos y fue relevado poco después por el paracaidista belga Etienne Gailly, debutante como Cabrera. A los 20 kilómetros, Delfo aparecía en un cauteloso sexto lugar. Pasando los 35 apareció el coreano Yoon Chi-Choi, quien remontó desde el octavo puesto hasta la punta, con Cabrera segundo y Gailly, tercero.

Una nota de Clarín de los Panamericanos 1951 contando el triunfo de Delfo Cabrera en maratón, como ya lo había hecho en los Juegos Olímpicos de Londres '48.

Una nota de Clarín de los Panamericanos 1951 contando el triunfo de Delfo Cabrera en maratón, como ya lo había hecho en los Juegos Olímpicos de Londres ’48.
Por razones que nunca explicó, Choi abandonó en el kilómetro 37 y así el argentino quedó en la punta. “Venía entero, con reservas. Choi no quería que lo alcanzaran, pero me di cuenta que no podía más. Se tambaleó, se sentó a un costado y me saludó con la mano mientras me decía: ‘Good luck’”, recordó Cabrera. Poco antes, cuando Delfo pasó a Guíñez, el mendocino lo alentó: “Dale Negro, andá que esta carrera no la podés perder”. Décadas después, Cabrera recordó con gratitud a su compañero: “Me dio todo lo que me faltaba. Juro que en ese momento me di cuenta que esa carrera la ganaba yo”.

Cuando alcanzaron el kilómetro 40 y el estadio se divisaba sobre el horizonte, la carrera sufrió un nuevo cambio: Gailly pareció increíblemente entero y recuperó el liderazgo. Ingresó al estadio seguido por Cabrera, el británico Thomas Richards, Coleman y Guíñez. Una vez que desbordó al agotado belga, Delfo se proyectó al triunfo en la recta final.

Según el relato de Cabrera, él se sintió ganador al entrar a Wembley, a pesar de que estaba 15 metros por detrás del belga. “Yo quería entrar primero en el estadio, pero él resistió. Después lo vi tambalearse y lo pasé en la pista. Justo ahí escucho una ovación: sabía que no era para mí. Ni me di vuelta, pero me di cuenta que había entrado Richards. Entonces aceleré con todo, porque no podía perder. Y Richards también venía a los tumbos”, describió.

La hazaña de Delfo Cabrera en Londres ’48

Cabrera corrió los 42,195 kilómetros en 2h34m52, Richards fue plata con 2h35m08 y Gailly, bronce con 2h35m34, pero se lo llevaron al hospital y no pudo disfrutar la emoción del podio.

El cartel luminoso del estadio anunció el triunfo de “Delfio Cabrora” y el delegado argentino, Arthur Biondi, hacía gestos para que lo corrigieran. “A Gailly lo sacaron en camilla. Me acerqué a saludarlo, pero solo me contestó con un gesto: estaba como muerto -contó Cabrera-. Enseguida entraron Adán Torres, del equipo de atletismo, y el pesista Florentino y me subieron a los hombros. Yo no sabía si reír o llorar. ¡Había ganado el maratón!”.

Cabrera, sus compañeros y su maestro, el entrañable e inolvidable Don Pancho Mura, retornaron al mes siguiente a la Argentina. El barco los llevó hasta Uruguay y de allí, en avión hasta la base de Morón. Aterrizó a las 19.20 del martes 14 de septiembre.

¿Cuánto inspiran las hazañas deportivas a las generaciones jóvenes? El caso Zabala-Cabrera es uno de los ejemplos clásicos, ya que Delfo siempre recordó cómo de adolescente se enteró de la victoria del “Ñandú” en Los Ángeles y eso fue el eje que motivó toda su campaña. Se lo narró al periodista Ernesto Patrono: “Cuando Zabala ganó en Los Ángeles, mi familia vivía en Armstrong. Sólo los privilegiados tenían radio a galera. Nosotros debíamos conformarnos con leer el diario, que llegaba un día después. Y con ‘Crítica’ en la mano fue que me entusiasmé leyendo los detalles de aquel triunfo sensacional. Fíjese lo que habrá sido en mi vida ese impacto. De inmediato me fui a la orilla del pueblo y me vine corriendo solo hasta el centro: eran diez kilómetros. Llegué ‘muerto’, pero llegué. Aquella noche, mientras me revolcaba en la cama una y mil veces sin poder dormir, me propuse ser corredor de largas distancias y conseguir el título olímpico como Zabalita”.

Delfo Cabrera

Delfo Cabrera

Hace 75 años, Delfo Cabrera cumplió…

El triunfo en Londres convirtió a Delfo en un héroe nacional. En el Sudamericano de Lima 1949 ganó los 20 kilómetros en ruta, título que retuvo en Buenos Aires, en 1952. Pero antes hubo otro capítulo significativo: ganó el maratón en los primeros Juegos Panamericanos en 2h35m01. El 27 de julio de 1952, en Helsinki, en otra fecha imborrable para el atletismo nacional, Cabrera corrió el maratón más rápido de su vida: 2h26m43. Quedó sexto en esa cita olímpica, en la que Reinaldo Gorno capturó la medalla de plata y el checo Emil Zatopek, “La Locomotora Humana”, consumó una de las más grandes hazañas jamás registrada por un fondista con sus tres medallas doradas en 5.000 y 10 mil metros, y el maratón.

El derrocamiento de Perón lo hizo vivir tiempos penosos, como a muchos deportistas. Por su identificación con el peronismo, lo cesantearon en Bomberos y en la Municipalidad, donde era entrenador. “Hasta el 63 fue muy duro y me era difícil conseguir ocupación. Trabajé vendiendo vinos, herramientas y varias cosas más. Hasta que ese año me permitieron volver a la Muni… como peón. Pero finalmente me ubicaron como director de un centro de Deportes en Mataderos”, recordó.

Cuando cesaron las persecuciones, Delfo Cabrera recuperó el lugar y el reconocimiento que merecía. Al volver de un homenaje en Lincoln, en una brumosa madrugada del 2 de agosto de 1981, a la altura del kilómetro 187 de la ruta 5, su auto fue chocado por otro, cuyo conductor se dio a la fuga. Allí, en las cercanías de Alberti, murió uno de los más grandes atletas argentinos.

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