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La película que dura más de 37 días

Últimamente la duración de las películas se viene extendiendo de manera enigmática. Los estrenos cinematográficos, sobre todo aquellos de acción o superhéroes, acumulan tantos minutos de metraje como el director y los ejecutivos de las grandes productoras lo consideren necesario, en detrimento de lo que piense su propio público.

Y esto es fácilmente comprobable. Tomemos por caso John Wick 4. En sus casi 3 horas de balacera a diestra y siniestra hay más muertes que en todos los filmes de Cecil B. DeMille juntos. Incluidos Cleopatra y Los diez mandamientos.

Es cierto que esta tendencia no es novedad. Uno de los cortes de la galardonada El Señor de los anillos: El retorno del rey, duró 3 horas y media. Tanto que Viggo Mortensen tuvo tiempo de volar a la Argentina, ver un partido de San Lorenzo y volver para terminar de filmarla.

Keanu Reeves como John Wick. La última de la saga dura tres horas. Y algunos se quejaban...

Keanu Reeves como John Wick. La última de la saga dura tres horas. Y algunos se quejaban…
También tenemos el caso de Novecento, del gran Bernardo Bertolucci, que en 1976 tuvo sentados a sus espectadores durante ¡317 minutos!. Dicen que fue allí y no en El Padrino donde Robert De Niro aprendió a hablar italiano incluso hasta en los más variados dialectos. Interminable. Y ya en 1927 la película Napoleón, de Abel Gance, duraba 5 horas con 30 minutos. Hasta María Antonieta hubiera bostezado.

Sin embargo ninguna de todas ellas le llega a los talones al documental sueco Logística, que filmado en 2012 figura en El libro Guinness de los récords como la filmación más prolongada de la historia. Ya que una vez editada marcó la delirante cifra de 857 horas de metraje.

El libro de Guinness World Records 2023. Foto: Guinness World Records

El libro de Guinness World Records 2023. Foto: Guinness World Records
No saquen la calculadora: se necesitan 35 días y 17 horas para verla completita. Dicen que durante su proyección, en distintos países, hubo nacimientos, muertes naturales, casamientos, divorcios y algún que otro bar mitzvah. Y no estamos haciendo chistes.

Los responsables (¿o irresponsables?) de tamaña producción, los cineastas suecos Erika Magnusson y Daniel Andersson, cuentan que leyeron un artículo en un diario alemán sobre la fabricación de un cepillo de dientes eléctrico, cuyas piezas procedían de diez países diferentes. Esto despertó su interés por la gran complejidad de la economía global y las interacciones que ponen todos los artilugios modernos, importantes o menores, en manos del público consumidor.

Este interés condujo a la idea central de lo que se convertiría en la película más larga de la historia, ya que Magnusson y Andersson decidieron hacer un documental siguiendo la producción de uno de estos dispositivos de principio a fin (y en tiempo real), desde el momento de la construcción hasta el momento en que alguien lo compró. Y los muchachos se entusiasmaron.

Malcolm McDowell, como Alex, en

Malcolm McDowell, como Alex, en «La naranja mecánica»: la única manera de mantenerse despierto los 37 días que dura «Logística».
Personificando una cruza entre Ícaro (que se quemó las alas de tan alto que quiso volar) con el mítico Narciso, enamorado del reflejo de su propio rostro en el agua, los suecos decidieron que la suya era una excelente idea. Y pusieron manos a la obra.

Más allá del resultado final (que muy pocos han logrado ver de corrido sin un tensiómetro a mano, como es lógico) la pregunta que se hacían familiares y amigos del dúo durante semejante realización era una sola, y muy específica: “¿Es necesario que sea taaaaan larga?”.

Peor aún, se hacían cálculos y apuestas… ¿Cuántas veces debía ir al baño un ser humano común y normal durante su proyección? Eso para no hablar del cansancio producido por la brutal falta de sueño y reposo. Alguien les sugirió que patentaran el artilugio que le aplican a Alex de Large (Malcolm McDowell) en La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971) para mantenerlo despierto. No consiguieron la patente.

Sobre el mundo que nos rodea

En defensa de los directores, hay que decir que su argumento no carecía de cierto entusiasmo (longitudinal). Ellos querían hacer hincapié en lo poco que el público sabe realmente sobre el mundo que nos rodea. Y cómo las cosas que se consideran algunas de las partes más básicas y aceptadas de la vida cotidiana en el mundo moderno, tienen una historia y un origen complejos, que pocas personas consideran. O como lo llama Andersson, una «falsa sensación de familiaridad».

El objeto elegido por los cineastas resultó ser un podómetro. Y allí comenzó el largo viaje. La filmación llevó al equipo a Estocolmo en Suecia hasta el puerto de Gotemburgo, en el buque portacontenedores más grande del mundo y a través del Mar Mediterráneo. Luego navegando por el Canal de Suez y más tarde a través el Océano Índico hasta el puerto de Shenzhen (en la provincia de Guangdong) y una fábrica en Bao´an, ambos en China.

Todo por quedar en el Libro de los récords...

Todo por quedar en el Libro de los récords…
Al parecer y según declaraciones luego de su estreno (a los periodistas que aún quedaban en pie) el objetivo del documental no era simplemente mostrar al público el proceso largo y complicado por el cual el consumidor moderno acumula desorden, sino más bien recordarles un hecho que se olvida con demasiada facilidad en un ritmo acelerado: que esta existencia digital depende por completo de un transporte y distribución físicos lentos, metódicos y complejos, y que no hay atajos en ese viaje.

Como resultado, el documental tampoco toma atajos, filmando el viaje de Estocolmo a Bao´an en tiempo real; el tiempo de ejecución, en consecuencia, es parte del objetivo de la película: es una representación precisa de la cantidad de tiempo que tarda incluso el más simple y pedestre de los objetos en llegar a las manos del público en general.

La mitad del público asistente al estreno aseguraba luego de ver la proyección que ya les había quedado en claro el mensaje. Mientras que la otra mitad seguía repitiendo: “¿Hacía falta?”. Todos munidos de sus respectivos pijamas, camisones y almohadas.

En medio de la proyección en Estocolmo una señora irrumpió dramáticamente en la sala preguntando si alguien había visto a su marido. Pero los directores ni se inmutaron. Acompañados en la gesta épica por sus propias familias, que los alentaban para que ellos mismos no cerraran los ojos, se mostraron contentos de ser los realizadores de ésta, la película más larga en la historia del cine.

Las cinco temporadas de

Las cinco temporadas de «Breaking Bad», más la película que hicieron después, no duraban tanto como «Logística».
Con viento en contra o viento a favor (el clima meteorológico cambió varias veces durante la exhibición), Logística es un enfoque deliberadamente lento y metódico de los aspectos pasados por alto en la vida moderna.

Dicen que sumerge a la audiencia en el largo y agotador (¿en serio?, ¿agotador?) proceso de llevar incluso el más mundano de los objetos hacia el público consumidor. Y muestra así un camino que para la mayoría de las personas es una parte invisible e irrelevante del trasfondo de la sociedad.

Y si alguien del público local tiene aún la extravagante idea de ver esta película, pero necesita prescindir de los 35 días en cuestión, o piensa que va a añorar a sus amigos y seres queridos en ese viaje, hay un corte de 72 minutos del documental que puede ver tranquilamente en su hogar. Después de todo, pensemos que una simple maratón de Breaking Bad, con sus cinco temporadas y la apestosa película En el camino incluida, podría exigirnos no menos de 3 días y cinco horas.

Aunque es verdad: entre un aparatito que va a medir los pasos (el podómetro) o el gran Gustav Fring (villano de villanos en Breaking Bad), muchos sabríamos muy bien cuál elegir…

POS

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