Las intensas lluvias de los últimos días han supuesto un alivio para los embalses de varias regiones de España, que en algunos casos han alcanzado niveles de llenado superiores al 90%. Por ejemplo en Madrid las presas gestionadas por Canal de Isabel II han registrado un aumento considerable de su volumen, lo que ha obligado a iniciar una serie de desembalses controlados para regular la capacidad de almacenamiento y evitar riesgos.
Sin embargo este proceso, que es habitual en toda la red hídrica de España, siempre genera una pregunta en la opinión pública: en un país donde la sequía es una preocupación constante por los efectos del cambio climático en zonas como Córdoba, Cataluña o Andalucía, ¿por qué se libera agua de los embalses y a dónde va a parar?
Por qué se desembalsa agua
El concepto de «desembalse» ha vuelto a estar en boca de muchos, especialmente en redes sociales, donde algunos usuarios expresan su preocupación por el supuesto desperdicio de este recurso hídrico.
No obstante la realidad es que los desembalses forman parte de una estrategia de gestión hídrica bien planificada. Según el Canal de Isabel II, cada mes del año los embalses deben mantener un volumen de resguardo para poder absorber futuras crecidas y evitar desbordamientos. Este margen de seguridad es clave, sobre todo en épocas de lluvias intensas y deshielo, como la que se está viviendo actualmente.
Además los desembalses cumplen otra función esencial: la limpieza de sedimentos. Tras episodios de lluvias torrenciales, es habitual que los ríos arrastren una gran cantidad de lodo y restos vegetales que acaban depositándose en los embalses. Para evitar la acumulación de estos residuos y garantizar la calidad del agua, se programan liberaciones controladas que ayudan a limpiar los cauces y mantener la operatividad de las infraestructuras.
¿Se desperdicia el agua desembalsada?
Uno de los mitos más extendidos es que el agua que se libera de los embalses acaba perdiéndose en el mar. Sin embargo, España cuenta con un sistema de gestión y reaprovechamiento del agua altamente eficiente. Según datos de la Confederación Hidrográfica del Tajo, buena parte del agua desembalsada se redirige a otros embalses que aún tienen capacidad de almacenamiento. En Madrid, por ejemplo, el agua liberada de la presa de Navalmedio se trasvasa al embalse de Valmayor a través del río Guadarrama, mientras que la de El Villar termina en El Atazar.
Otra parte del agua desembalsada se dirige a los ríos, cumpliendo un papel fundamental en el mantenimiento del ecosistema fluvial. Restaurar el caudal natural de los ríos no solo favorece a la fauna y la flora que dependen de estos ecosistemas, sino que también contribuye a mejorar la calidad del agua que finalmente será utilizada para el consumo humano.
La alternativa de los embalses subterráneos
Más allá de los trasvases y la regulación de caudales, en algunas regiones de España se está explorando una solución innovadora: el almacenamiento de agua en acuíferos subterráneos.
El Canal de Isabel II ha implementado esta estrategia en la Comunidad de Madrid, inyectando agua en el subsuelo para crear reservas que puedan ser utilizadas en épocas de sequía o emergencia. «Cuando fuese necesario por cuestiones de escasez hídrica o hiciera falta agua para cubrir alguna contingencia en el abastecimiento, el agua que se ha introducido en el acuífero utilizando el acuífero como almacén la extraeríamos para incorporarla al abastecimiento», explicaba Esther Sánchez, experta en gestión del agua a los micrófonos de Antena 3 en 2018.