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El bailarín revelación y más joven del San Martín es un chico de Floresta: «Era el único varón entre nenitas con rodete»

A fines de 2021, se presentó en el Teatro Coliseo un espectáculo de homenaje a Astor Piazzolla por el centenario de su nacimiento: cuatro coreógrafos distintos, un gran elenco de bailarines, puesta en escena de Leonardo Kreimer, dirección de Julio Bocca y la participación de Lito Vitale y de Juan Carlos Baglietto. En fin, una producción de grandes dimensiones.

Entre los bailarines había dos muy jóvenes y muy notables intérpretes: Lucía Hartvig, del Instituto del Colón, y Vicente Manzoni, del Taller de Danza del San Martín.

Es este mismo Vicente el que en abril pasado ingresó al Ballet Contemporáneo del San Martín con apenas 18 años (ahora tiene 19), el bailarín más joven en toda la historia de esta gran compañía que hoy codirigen Andrea Chinetti y Diego Poblete.

Un nene. Pero lleno de talento. Vicente Manzoni deslumbra en

Un nene. Pero lleno de talento. Vicente Manzoni deslumbra en «Folia», la obra del Ballet del San Martín. Foto Enrique García Medina
Fue sorprendente para Vicente incorporarse, así, inesperadamente, al Ballet Contemporáneo; pero quizás no tanto para quienes vienen viendo en él un bailarín que es mucho más que un artista en ciernes.

Una compañía de danza contemporánea es democrática por tradición: no hay en ella estrellas ni primeras figuras como en el ballet clásico, que proviene de una tradición diferente. Sin embargo, inevitablemente, hay roles y momentos de una obra en los que un bailarín o bailarina contemporáneos brillan particularmente.

Así, en la espléndida Folia, que el Ballet del San Martín estrenó hace tres semanas, hay por supuesto interpretaciones superlativas. Pero era difícil, en varios momentos de Folia, no detener la mirada en el adolescente Vicente Manzoni en su primera obra sobre el gran escenario de la sala Martín Coronado.

Una vida en el San Martín

Tirate un paso. Vicente Manzoni en lo que es como su casa, el Teatro San Martín. Foto Enrique García Medina

Tirate un paso. Vicente Manzoni en lo que es como su casa, el Teatro San Martín. Foto Enrique García Medina
La mamá de Vicente, Alejandra Vignolo, se formó en el Taller de Danza del San Martín. Su papá, Alejandro Manzoni, era y continúa siendo pianista acompañante de las clases de danza del Taller. Allí se conocieron, luego se casaron y tuvieron dos hijos. A los cuatro años, Vicente bailaba con su mamá en el living de la casa, improvisando con mucha libertad y alegría.

Más adelante, sin ninguna imposición materna, quiso hacer alguna cosa más que implicara moverse; tenía 8 años.

Así aparecieron las clases de acrobacia e improvisación en un estudio de la coreógrafa Marta Lanterno. Dice hoy: “No me animaba con la danza todavía; sabía que eran clases donde había sobre todo chicas y muy pocos varones; pensaba que no iba a sentirme cómodo. Y la improvisación me gustaba y sigue gustándome muchísimo: es la danza en estado puro porque es puro presente”.

Después, dirigido por la misma Lanterno, formó parte de una obra para chicos que se presentó en muchos lugares: “A los doce años quise continuar con algo más formal porque me encantaba el escenario, las funciones, el público. Ya a esa edad sabía que quería ser bailarín profesional y que ese futuro no estaba tan lejos”.

El único varón

Vicente Manzoni ya stuvo becado en Holanda. Tiene sólo 19  años. Foto Enrique García Medina

Vicente Manzoni ya stuvo becado en Holanda. Tiene sólo 19 años. Foto Enrique García Medina
-Y empezaste clases de ballet, que es una técnica indispensable.

-Sí, con Silvina Vacarelli, bailarina del Colón. Era el único varón entre muchas nenitas peinadas con rodete y yo, tomado de la barra, me decía “¿qué hago aquí?, no quiero quedarme en este lugar”. Pero seguí hasta los quince años con Silvina y con otros maestros. No me gustaba demasiado la técnica clásica y me resultaba muy dura, pero fui encontrándole la vuelta.

-¿Cómo comenzaste en el Taller del San Martín?

-Mi papá seguía siendo pianista acompañante, y Norma Binaghi –la directora del Taller- me invitó a que tomara allí las clases de una técnica que se llama flying-low; volvieron a invitarme durante la pandemia, ya con clases por zoom que hacía en una piecita diminuta de mi casa. Tomaba cuatro clases de danza por día y fue algo clave para atravesar muy feliz el confinamiento.

-¿Y luego llegó “Piazzolla Futuro”?

-Más o menos para esa época ya había empezado una revolución en mi vida: estaba empezando con las primeras clases presenciales del Taller, el coreógrafo Jorge Amarante me invitó a participar de una obra suya y después llegó Piazzolla Futuro, de la que sólo sabía que el director era Julio Bocca.

Agrega: “En muy poco tiempo tuve que aprender técnica de partenaire y tango y asumir un rol de protagonista. Al principio, pensé que iba a formar parte del cuerpo de baile, pero fui enterándome de que iba a interpretar a Piazzolla joven. Además Analía González montó especialmente un dúo para Lucía Hartvig y yo. Ese fin de año, por otra parte, terminé el colegio secundario”.

Vicente Manzoni y Lucía Hartvig, en la obra

Vicente Manzoni y Lucía Hartvig, en la obra «Piazzolla Futuro», el primer protagónico del bailarín.
-¿Tuviste becas afuera, no es cierto?

-Hice un curso en la Juilliard School de Nueva York, pero tuvo que ser virtual por la pandemia.

Y en 2022 tuve la experiencia más increíble: dos semanas durante el verano europeo en el Nederlands Danse Theater. No en la escuela, sino en la sede de la compañía, en La Haya; es mi preferida entre todas las compañías del mundo. Había gente de muchísimos países y bailarines del propio NDT que también hacían las clases. Intensísimo. Gané la beca, que incluía el alojamiento con una familia holandesa.

-¿Qué trabajaste en esas dos semanas?

-Clases de técnica clásica, pero con un enfoque totalmente contemporáneo; clases de repertorio de Jiri Kylian -que dirigió el NDT durante una gran cantidad de años- y de Marco Goecke. Y clases de partenaire, en las que el varón no solo sostiene o levanta a la compañera sino también la inversa.

Y finalmente presentamos una obra creada en esos días. Es decir, tomaba clases y ensayaba ocho horas por día y la familia holandesa me preparaba comidas deliciosas. Dos semanas en las que viví en estado de éxtasis.

-¿Te costó volver?

-Hubiera querido quedarme, porque sentía que recién estaba empezando un camino. Pero por suerte, al volver a Buenos Aires, hicimos con el Taller de Danza muchas funciones en el Hall del San Martín. Después, una compañera egresada del Taller y yo fuimos invitados a tomar las clases que hace el Ballet del San Martín, una compañía de un nivel tan elevado que siempre me había parecido inalcanzable.

Empecé el año con esa incertidumbre de «terminé el Taller, ¿y ahora qué?». Pero en abril pasado quedó un lugar vacante en el Ballet y me dijeron que tenían un contrato para mí. Fui muy bien recibido por la compañía; estos bailarines tan talentosos y con tanta trayectoria son también muy humanos.

Vicente Manzoni se define como

Vicente Manzoni se define como «un chico común del barrio de Floresta, con los amigos de siempre». Foto Enrique García Medina
-¿Qué te gusta hacer, además de bailar?

-La danza es un foco muy grande que ocupa casi todo mi tiempo. Pero me gusta cantar y toco un poco el piano y la guitarra. A veces leo cosas de filosofía, me interesan la historia y la geografía y creo que alguna vez querría estudiar arquitectura. Más allá de estas experiencias tremendas que vengo viviendo, soy un chico común del barrio de Floresta, con los amigos de siempre.

Información

Para ver a Vicente Manzoni, la última función de Folia es este domingo 18 de junio a las 17. en el Teatro San Martín, Corrientes 1530.

WD

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