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Mientras los alimentos a nivel mundial se abaratan, en la Argentina ocurre lo contrario: es lo que más aumenta

A contramano de lo que sucede en el mundo, donde los precios de los alimentos vienen perdiendo peso en la canasta de los consumidores, para los argentinos cada vez representan una carga más pesada. El impacto de la devaluación de agosto en las góndolas fue tan veloz que los compradores locales no llegan a experimentar la merma que se registra a nivel global. La inflación en los alimentos en agosto fue 15,6% según informó ayer el Indec. En EE.UU., que también se conoció ayer el IPC, los alimentos subieron 0,2% y en lo que va del año permanecen estables.

Según el índice de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), directamente el precio de los alimentos en agosto bajó 2,6 puntos. En promedio están 14,1% por debajo de hace un año (en la Argentina 133% arriba que un año atrás).

La caída a nivel global tiene que ver con el descenso de los índices de precios en lácteos, aceites vegetales, carne y cereales. El azúcar aumentó de forma moderada. Según los números de la FAO, la cotización internacional del trigo, el componente esencial para la elaboración del pan, por ejemplo, bajó 3,8% gracias a la mayor disponibilidad estacional por las cosechas en varios de los principales exportadores del hemisferio norte.

También bajaron los precios de los cereales secundarios en agosto (3,4%) y los del maíz cayeron por séptimo mes consecutivo, “como consecuencia de la abundante oferta mundial derivada de una cosecha récord en Brasil y el inicio de la cosecha en los Estados Unidos de América”, detalló el organismo. A su vez, hubo bajas en las cotizaciones de los aceites vegetales debido a la disminución de los precios mundiales de los aceites de palma, girasol, soja y colza. Para los productos lácteos, la FAO reportó una merma de 22,4 % interanual.

Estos números globales van a contramano de lo ocurrido en la Argentina donde la inflación sigue en alza e impacta especialmente en la canasta. Según el Indec, la suba de agosto fue del 15,6% frente a una inflación general del 12,4% y si se mide en forma interanual, los alimentos acumulan 133,5% frente a un IPC de 124,4%.

El director de VDC Consultora, Pablo Besmedrisnik, explicó a Clarín que «lo inédito del mes fue la magnitud del pase a inflación de la devaluación, el pass-through: el salto cambiario de agosto de 2023 se trasladó instantáneamente a precios en 45,7%». Y estableció la siguiente comparación: «de siete saltos cambiarios en lo que va del siglo (2002, 2014, 2015, 2018 -ese año hubo dos-, 2019 y 2023) en seis ocasiones el traslado a precios inmediato fue del 20% o menos. Esta vez fue 45,7%. Más claro aún, la velocidad a la que se licuó vía inflación el incremento cambiario del mes pasado es más de cuatro veces más que el promedio de las últimas tres devaluaciones (10,8%)».

Respecto del impacto en los alimentos, el experto dice que “a nivel mundial se aprecian reducciones en los precios de los alimentos, al tiempo que persiste una presión inflacionaria global bastante administrada. Los alimentos van perdiendo peso en la canasta de consumo de los consumidores globales, son más accesibles».

En la Argentina no sucede lo mismo, aunque en dólares se abarataron en un año. «Los alimentos que consumen los argentinos subieron un 134%, menos que el dólar blue (153%) y el oficial (152%).», señala el analista.

«Lo dramático para el caso argentino es que los alimentos son cada vez más caros en términos relativos», agrega. «No solo que fue la línea de consumo que registró el mayor aumento en agosto sino que fue la segunda que más incrementos sufrió en los últimos 12 meses, sólo detrás de restaurantes.

La comparación más odiosa es frente a los sueldos: el último dato disponible (junio) indica que los salarios del sector informal de la economía crecieron 82% interanual. Según el analista, «la conclusión es que, para la sociedad argentina, a contramano del mundo, es una carga cada vez más pesada afrontar los gastos necesarios para cumplir con sus necesidades mínimas».

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