A María Esther, una langreana que lleva casi 30 años viviendo en Villamanín (León), lo que ha pasado con el premio del Gordo de la lotería de Navidad ni le va ni le viene. “Ni fu ni na”, dice a LA NUEVA ESPAÑA en una gélida mañana de este sábado 27 de diciembre, día de mercado en este pequeño pueblo leonés que lleva revolucionado, para bien y para mal, cerca de una semana. Ella no llevaba papeletas de la Comisión de Festejos que resultaron premiadas con el Gordo de Navidad en el sorteo del 22 de diciembre con el número 79.432. Costaban 5 euros, se jugaban 4, por lo que tocarían 80.000 euros en cada una. Tocarían en condicional, porque no está claro que los agraciados vayan a cobrar la cantidad que les corresponde; ni siquiera que vayan a cobrarlo, al menos, a medio plazo, si el caso se enquista.
Todo porque la Comisión de Festejos vendió más boletos que décimos compró en la administración de Pola de Gordón, así que hay un desfase de algo más de 4 millones que hay que ver cómo se cubren. La propuesta de la entidad, que se presentó la tarde noche del pasado viernes en una tensa y multitudinaria reunión en el Ayuntamiento, es que los dueños de cada boleto renuncien a unos 3.000 por cada uno para cubrir ese descubierto, que se completará también con la renuncia por parte de los integrantes de la comisión de una cantidad en torno a dos millones (equivalente a cinco décimos).
“Ojalá sirva y se arreglen bien”, desea la langreana de corazón. “Yo no llevaba papeletas, pero de vivir mi marido sí que llevaría, que él compraba en todos sitios. Mira que yo cogí en la carnicería, donde había boletos de Festejos, pero solo me hice con la del establecimiento”.
Silencio dominante
En la carnicería donde se vendieron esas “malditas” papeletas prefieren no hablar del tema. Ni los dueños ni los clientes, que aprovechan para comprar décimos para El Niño.
Lo único que dicen, como la inmensa mayoría de los vecinos y visitantes que pasaron este sábado por Villamanín, es que la “cosa se tiene que arreglar”.
Así lo desea Raquel Valbuena, vendedora de ropa y lencería en el mercado semanal. Esta leonesa lleva muchos años visitando el pueblo, conoce a casi todos los vecinos y lamenta lo que ha pasado. Ella no compró papeletas, algo que agradece ahora. “Una pena, con la ilusión que había en este pueblo hace un puñado de días…”, expresa Valbuena, quien nota poca venta este sábado. “Será por el frío, pero hoy hay poco movimiento, menos que otros días”.
En Villamanín, entre el frío y el disgusto, la gente se recoge en sus casas y los que salen a la calle a las compras echan a correr cuando se les pregunta por la gorda que se ha montado con el Gordo. “No sé qué habrá pasado ahí y por qué les ha pasado eso, pero lo mejor sería que se arreglen en un pueblo tan pequeño”, aconseja Emilio López, frutero de León casado con una gijonesa. “Pero no sé yo si será fácil que se arregle esto…”.
Raquel Valbuena con la langreana María Esther, este sábado por la mañana. / Mariola Riera
La temida denuncia
No va desencaminado el vendedor, porque en el Hogar del Jubilado, donde se celebró finalmente la reunión del pasado viernes que estaba prevista en el Ayuntamiento al desbordar el número de asistentes, muchos de los que toman el aperitivo no tienen claro que sea tan fácil convencer de que no lo hagan a los que están dispuestos a denunciar lo ocurrido.
“El pueblo está dividido, es inevitable”, sostiene un asturiano natural de la cercana Pola de Lena, la capital de un concejo al que aseguran que han ido a parar unos cuantos, muchos, miles de euros con el Gordo de Villamanín. Este joven prefiere mantener el anonimato porque no quiere problemas al trabajar en el pueblo. Él no, pero su novia lleva una papeleta y tiene seguro que denunciará. “Perdido está todo ya, así que no tiene prisa en cobrar. Lo que no va a consentir es que se rían de ella. No se fía. Y como ella piensan unos cuantos”, asegura. “Hay división, la verdad, porque luego la gente de la comisión, aunque hay dos adultos al frente, son jóvenes que trabajan mucho por el pueblo, se implican, organizan muchas actividades a lo largo del año… Y eso pues da pena, hace dudar, sobre todo a los de aquí”, agrega.
En cada corrillo del pueblo se hace un análisis de lo que ha pasado. En el popular restaurante de carretera Casa Ezequiel, punto de parada habitual de asturianos que van y vienen a través del puerto de Pajares, hay el bullicio y buen ambiente de todos los fines de semana. Este sábado las conversaciones giran, como no podría ser de otra manera, en torno a ese Gordo que amenaza con adelgazar en Villamanín.
Hay teorías de quién denunciará y quién no, la más extendida que los que viven fuera son los que acudirán a los tribunales; los del pueblo, por eso de que es mejor que se calmen los ánimos y reine la tranquilidad en el día a día, se conformarán con el recorte en el premio.
Lo cierto es que todo está por ver. Hasta el 22 de marzo,cuando acaba el plazo para cobrar la lotería de Navidad, hay tiempo para decidir y para tratar de encauzar las cosas en el pequeño Villamanín. Hay un dicho que dice “pueblo pequeño, infierno grande”. Los vecinos cruzan los dedos para no dar la razón al siempre sabio refranero.
Suscríbete para seguir leyendo
