«Mi hermano es pescador en Argelia y está harto de que la policía le tire la pesca del barco al mar por no pagarles un soborno. No veía un futuro en el país, que es una dictadura sin ley. El problema de África entera es que no hay ley ni justicia». Así resume Ibtissam el motivo principal que llevó a su hermano a jugarse un órdago, un todo o nada que involucraba a su familia al completo y que finalizó con un desenlace fatal. Sus tres hijos, Ranima (12 años), Zizo (3 años) y Abdelilah (18 meses) perdieron la vida durante la travesía en patera con dirección al archipiélago balear y que acabó convertida en una tragedia el pasado 10 de diciembre. De los 24 tripulantes, solo volvieron a tierra diez.
Ibtissam, que reside en Valencia desde hace veinte años, no sabía nada de la travesía, pero sí de las intenciones de su hermano de lanzarse al mar en patera en busca de un futuro mejor para su familia. Se lo dijo hace seis meses e intentó disuadirlo con vehemencia, pero no le hizo caso. «Le dije que no podía porque las cosas en España estaban muy mal. Le dije: van a quitarte a los niños porque no tienes casa, no imaginas lo que estás haciendo. Pero no me creía. Pensaba que le estaba mintiendo porque solo quería lo bueno para mí y no quería compartirlo», cuenta a Diario de Ibiza.
Un mundo de mentira
Ibtissam no duda al señalar al que considera el gran enemigo que alienta los viajes en patera: «El problema número uno de la migración son las redes sociales». «El problema son todos estos jóvenes que sí consiguen llegar a España en patera y que hacen vídeos llamando a los demás, diciéndoles que la vida aquí es muy fácil, que cruzar el mar es fácil, que España te va a dar ayudas y te va a hacer rico. Todos mienten y lo hacen solo para hacer más popular su cuenta de TikTok», lamenta.
Su hermano, cansado de la situación oscura y sin arreglo a la vista que se veía obligado a sufrir en su país, compró todas esas promesas que se vierten en las redes sociales y consideró que el momento de jugársela había llevado cuando un conocido le dijo que estaba organizando un viaje en patera y que podía llevar a su familia al completo a cambio de una cantidad de dinero. Partieron de una playa de Zeralda y nunca llegaron a España. A unos 150 kilómetros de la costa argelina, en medio de la travesía hacia Balears, la patera quedó a la deriva.
«Los supervivientes fueron salvados gracias a España porque Argelia no querían saber nada de ellos. Fueron rescatados por un barco petrolero con bandera de Malta y allí estuvieron hasta que llegaron los de salvamento argelino», explica la familiar de los tres niños fallecidos.
Lograron recuperar los cuerpos de los dos más pequeños, Zizo y Abdelilah, pero no el de Ranima, una niña que «albergada la esperanza de poder estudiar arte a su llegada a España» y que «sentía un profundo vínculo con el mar», según recuerda su tía. «Por ello, ha quedado en él, convirtiéndose el océano Mediterráneo en su último lugar de descanso», añade.
«Los trataron como basura»
Al dolo inconcebible de perder a sus tres hijos de golpe se sumó el trato que recibieron por parte de las autoridades argelinas, que encarcelaron a los dos padres, ella embarazada de nueve meses, según detalla Ibtissam: «Mi hermano acababa de perder a sus tres hijos y lo llevaron sin zapatillas y con la ropa mojada. Lo trataron como basura. Esa gente no tiene corazón. No han querido matar a sus hijos. Imaginaban un futuro para ellos».
Pesa a estar embarazada de nueve meses, la madre de los pequeños tampoco se libró de las rejas. «La llevaron al hospital para hacerle una ecografía y luego la metieron en la cárcel», narra su cuñada. Al menos pudo asistir al funeral de sus hijos, ya que fue liberada unas horas antes de celebrar dicha ceremonia, pero no así su padre, que continúa en prisión.
«En Argelia no existe una adecuada valoración de la vida humana. A su llegada a tierra no había personal médico, ni psicólogos, ni voluntarios para atender a las personas rescatadas, como ocurre en Europa o en otros países con protocolos humanitarios. A pesar de que habían pasado más de 36 horas en el mar tras el hundimiento, no se les brindó la atención mínima necesaria. No hubo compasión, ni respeto por la vida humana. Únicamente culpabilización y maltrato moral y físico», resume Ibtissam, que no aprueba «en ningún caso» la decisión que tomó su hermano de subir a toda su familia a una patera.
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