Por Martín Avalos
Escritor y periodista
Volver a Jorge Vocos Lescano es sosiego. Cuando la bruma abruma la claridad claramente calma. El juego con la aliteración tiene un por qué y lo veremos más adelante. Pero decíamos que volver a Vocos es descanso, veamos:
“Volver / con la frente marchita” nos dice el poeta, nos canta el Zorzal. Y con Vocos sucede que cansado de tanto andar con la frente marchita volvemos a Él. (Aunque también lo hacemos cuando -con el pecho ensanchado- no damos más de dicha y agradecimiento y expandimos más amor ensanchando el universo unos milímetros más. “Forzar unos metros más de universo” no propone otro poeta: Emilio Cuitiño). Y así, con la morsa que oprime tortuosamente el pecho queremos culminar lecturas y no podemos avanzar hasta el final, cada arrastrarse sufriente es una agonía aumentada por el contenido y van quedando postpuestas la biografía sobre el querido Miguel Abuelo, los recuerdos sobre la amada Edith Vera, la selección de versos del ángel Federico García Lorca o comenzar la lectura del ansiado Jorge Money.
¿Y cómo es que JVL es tan calmo que contagia su paz? Sencillamente porque se codea con las cosas tiernas que no tienen fin, como el diálogo de Dios y el arroyo, la claridad de las sierras o la eternidad de la que es parte.
El presente libro comienza con una sección titulada “Canciones” y está dedicada a Río Ceballos “Otra vez”, nos dice. Y allí nos versea con que volvió para ser, para el encuentro con esa esencia, decimos, de la que necesita la comunión, para escuchar, como decíamos, el diálogo entre el Dios y el arroyo, para ser testigo de la claridad serrana (y su gente), para verse envuelto en la eternidad de la qué es parte.
VIENE a ser, es
como si uno aquí viniera
como traído de un brazo,
sin control ya de los pies.
Y viene por el sol, la sierra y el paso del río. Uno no puede más que, conociendo el lugar, recordar el puente amarillo que lleva el nombre del vate y que debe abre pasado, cruzado, traspasado, transitado, detenido, pensado, habitado tantas y tantas veces dejando la puerta de su casa abierta pues salió apenas unos segundos y ya se le han hecho años…
¿CRUZAR el puente es cruzar
puertas y puertas y puertas
abiertas de par en par.
…el hilo cristalino que vive por debajo del puente uno imagina y lo vislumbra a Él son sus manos en los bolsillos dando lentos y eternos pasos a unos metros de la pasarela donde tenía su casa de descanso según me han comentado. Río Ceballos: el mejor pueblo del mundo:
el sencillo y profundo
modo con que esta gente el tiempo emplea
para que el pueblo sea
tal cual el corazón lo ve y desea:
de todos, el mejor pueblo del mundo.
Vocos Lescano de antemano humano con rimas y centellas aliteraciones bellas. En el primer párrafo lo anunciábamos cuando afirmamos que: “Cuando la bruma abruma la claridad claramente calma. El juego con la aliteración tiene un por qué y lo veremos más adelante”. Veamos: Aliteración, forma retórica con repetición de sonidos en un verso u oración con fines expresivos. JVL utiliza esta posibilidad con oportuna frecuencia y distinción:
-VIENE a ser, es
como si uno aquí viniera
(Con la palabra venir)
-trenzado en cuerda, hecho un lazo
que lo enlazara y después
(Con lazo)
-que todo junto en un abrazo
que abrazando de una vez
-casi como un desafío
que a jugar más desafiara.
Y así en muchísimas ocasiones más. La aliteración es un recurso constante en JVL.
En el tercer párrafo de estas notas decíamos también sobre el diálogo de Dios y el río que notara Vocos; no queremos abandonar estás torpes intenciones de rescatar al lírico del puente y el aroma a pan casero sin recorrer el mentado diálogo sagrado:
DICEN que hasta la corriente
del río-temblor de estrella-
suele bajarse de repente
Dios para mirarse en ella.
Dicen que entonces -doncella
del mirar de Dios pendiente-
destella el agua y destella
por demostrar lo que siente.
Dicen que a su vez -sonriente
de ver cómo se atropella
de ola en ola el agua aquella-
Dios la mira largamente.
Dios y el agua frente a frente,
se están en dulce querella,
de la que hay ecos y huella
-dicen- por todo el ambiente.
De la que toda la gente,
de su sencillez sin mella,
dicen que cumplidamente
sabe y habla y firma y sella.
Dios que mira a la corriente
y a Dios -dicen- mirando ella.
El, como nunca presente.
Y ella, más que nunca bella.
Martín Avalos
La Granja, 17 de diciembre de 2025
