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Gilberto Gil convierte en Teatro Real de Madrid en una fiesta brasileña

Alegre, bailarín, charlatán y cariñoso se ha mostrado este sábado Gilberto Gil durante su concierto en el Teatro Real de Madrid, donde se ha acompañado de los músicos de su familia para poner en pie a un público de devotos, admirados por la vitalidad con la que se desvivía uno de los reyes del tropicalismo.

A pesar de su avanzada edad (81 años cumplidos el pasado lunes) y el sabor a despedida que ha acompañado esta gira, ‘Aquele Abraço’, la prevalencia de Gil como músico en plena forma se ha evidenciado en las elocuentes explicaciones entre canciones, en sus bailes, saltos, solos de guitarra y gritos de alegría, además de en los gestos de cariño hacia su familia.

Hijos, sobrinos, yernos y nietos, que lo dibujaban como patriarca de una saga de artistas, han hecho alarde de su total sintonía con los temas del cantautor, al que han acompañado a la batería, los timbales, el saxofón, el teclado, la guitarra, el bajo y el flamante coro vocal, además de ocupar el protagonismo en el escenario al versionar junto con el brasileño algunos de sus éxitos.

El recital madrileño del cantautor, encuadrado en la séptima edición del Universal Music Festival, forma parte de la incursión europea de su gira, que recalará en diez países y dieciséis ciudades del continente, de las que Madrid ha sido la única parada española.

Cuando no pasaban ni un minuto de las nueve y media de la noche, y con una grada en la que se evidenciaban bastantes asientos vacíos, la banda se ha abierto paso al escenario con una breve introducción instrumental, tras la que Gil, fresco, con polo naranja, pantalón caqui y sandalias veraniegas, ha irrumpido sobre las tablas luciendo una guitarra eléctrica que se ha descolgado en escasas ocasiones.

‘Palco’ ha abierto la velada entre el estruendo de un público que tarareaba los compases y en el que destacaba la densidad de compatriotas brasileños. Tras ella ‘Barato total’ y la coreada ‘Andar com fé’ dejaban claro que la siguiente hora y media sería una fiesta con el más puro sabor tropical que revolucionó la música brasileña en los setenta.

La primera explicación de la noche ha sucedido a «Expreso 2222», un baião que Gil ha aprovechado para explicar los orígenes históricos de este género musical brasileño «que se encuentra en todas las partes del país con varias formas», cuando, consciente de su larga explicación, se ha interrumpido con un cómico «bla, bla, bla…» que ha dado paso a «Vem Morena».

La incursión en el francés ha venido de la mano de «Touche pas à mon pote», definida por el artista como su «forma de lucha contra la violencia en muchos sentidos» resultante del encargo del líder del grupo antirracista francés S.O.S. Racisme, una muestra de la misma preocupación social que lo llevó a ser ministro de Cultura en el gobierno de Lula da Silva de 2003 a 2008.

«Yo también te amo», ha respondido Gil a una fan que le profesaba su amor desde la grada para después puntualizar, en uno de sus discursos que «con los artistas, el amor es algo que permea todo el tiempo lo que hacen». «Somos los mensajeros apropiados de este concepto importantísimo para la vida humana», ha sentenciado.

Como músico de la tradición tropicalista, el brasileño ha rendido homenaje a la cantante Rita Lee, fallecida el pasado mayo, con el tema «Ovelha negra», en el que se ha puesto de manifiesto la calidad de sus tres coristas entre las que se encontraba Flor, su nieta más joven, de tan solo trece años, junto con la que más tarde interpretaría acompañándola a la guitarra el tema de Bob Marley «Time Will Tell».

Los homenajes a algunos de los familiares presentes, de cuyos nombres ha pasado lista en dos ocasiones, han conformado la segunda mitad del concierto, en el que han destacado el tema «Love Love» interpretado por José, Francisco y Joao Gil, componentes de la banda The Gilsons, o «Procissao», interpretada por Francisco en solitario.

«Soy loco por ti, América» ha desatado la histeria en el sector brasileña del público, que se ha contagiado a la totalidad de los asistentes con «Maracatu atômico», cantado sobre los aplausos del graderío.

Tras ella, los saltos y pasos de baile de Gil en «Aquele abraço» y los gritos de alegría en «Vamos Fugir» han confirmado que tanto artista como espectador se desvivían juntos en la celebración del colofón final.

Las armonías vocales de las coristas y el solo de timbales de «Realce» parecían cerrar con apabullante éxito la fiesta cuando la ovación cerrada ha hecho regresar al cantante, quien no ha escatimado en gestos de afecto con su banda.

Tras abrazar a su joven nieta, y saludar por última vez, el son de «Toda Menina Baiana» ha confirmado el triunfo de Gil, que pondrá rumbo al municipio francés de Sète, donde ofrecerá un concierto el próximo 2 de agosto.

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