¿Le hubiera gustado escuchar más a su padre cuando le contaba historias?
Es algo que nos ocurre a todos. No prestamos atención a los demás hasta que nos faltan. Eso es una ley generacional. Les pasará a los hijos con nosotros. Sí, luego te arrepientes, no solo de no escucharle hablar de sus historias de la guerra sino en general. Cuando somos jóvenes tendemos a pensar que la única vida interesante es la nuestra y que lo que nos cuentan no nos aporta para nada. Pero somos todos hojas de un mismo árbol, la vida de cada uno tiene sentido en función de las demás.
Una de las batallas en las que estuvo su padre fue la de Teruel, pero también hubo gente que estuvo allí y no quiso recordarla después.
A la mayor parte de la gente que he conocido que vivió la Guerra Civil no le gustaba hablar de eso porque les traía muy malos recuerdos. Lo pasaron muy mal. En la batalla de Teruel o en cualquier otra. No solo porque se jugaron la vida, o perdieron amigos y compañeros, los que sobrevivieron, sino que vieron auténticas barbaridades y vivieron auténticas calamidades. Y en concreto la batalla de Teruel, que un historiador definió como el Stalingrado español, tiene una particularidad porque aquel fue el peor invierno del siglo. Murieron 40.000 personas para tomar una ciudad de 13.000. Y todo eso a 20 grados bajo cero. De hecho, se dice que un tercio más o menos de esos muertos de los dos bandos murieron por congelación.
¿Eso es lo que le ha llevado a hacer el mismo viaje de su padre, años después, en las mismas épocas del año?
Sí. El libro son dos viajes distintos. Es un viaje en el presente y un viaje al pasado. Es un viaje a la realidad actual de esos territorios y un viaje a la memoria de la guerra, a la memoria de mi padre, a la memoria de esa generación de españoles que tuvieron la mala suerte de alcanzar la mayoría de edad en un momento en que España era una matanza colectiva. He hecho ese camino en las mismas épocas del año voluntariamente para intentar sentir, más o menos, lo que ellos pudieron sentir. Aunque amortiguado, porque yo iba en coche, con buena ropa y durmiendo en sitios mejores que ellos. Se ha escrito mucho sobre la guerra civil, pero la singularidad de este libro, según dijo en una presentación Pilar Reyes, la directora literaria de Penguin, es que seguramente sea el primer libro de viaje a los campos de batalla, a los escenarios de la guerra.
¿En ese viaje se ha encontrado gente que, a pesar del paso de los años, todavía no quiere recordar o hablar de aquellos episodios?
Por los territorios donde ocurrió esto, la gente habla con más naturalidad que a veces en el Parlamento, los medios de comunicación o en las instituciones públicas. En realidad, la memoria sirve para normalizar las cosas. Lo que pasa es que en España hemos tenido siempre una mala relación con nuestra memoria. Hay una lucha permanente, una polarización, entre los que quieren recordar y los que quieren olvidar. Lo que no se da cuenta ninguno es que la memoria es como el agua, se abre el camino siempre. Tú no puedes decidir olvidar por decreto o recordar por decreto. Lo mejor que se puede hacer es normalizar la memoria y que la memoria se convierta en historia. Este país, España, será normal cuando se hable de la guerra civil española, de la posguerra, o de la dictadura como hablamos de la guerra de Cuba o de las Filipinas, como un pasaje histórico. Eso es lo que demuestra que la Guerra Civil sigue todavía dividiendo a los españoles.
Todavía hay cuerpos en fosas comunes.
Un historiador dijo que la Guerra Civil terminará el día que el último de los enterrados en las cunetas sea enterrado dignamente. En España quedan más de 100.000 muertos fuera de los cementerios. Este país todavía no ha digerido su historia reciente.
¿Ha visto hoy esas dos Españas diferentes? La rural o la avanzada, la de nuevas generaciones que dicen que con Franco se vivía mejor…
Eso tiene que ver con la desmemoria. Solo puedes decir que hace 40 años se vivía mejor que ahora desde el desconocimiento, porque cualquiera que tiene memoria sabe que no fue así, no solo ya políticamente, sino materialmente. El riesgo de cancelar la memoria y decretar el olvido es la regresión, porque como la gente pierde la perspectiva de dónde venimos, escuchas a gente decir que hace 50 años se vivía mejor. Es algo increíble. La historia sirve no tanto para conocer el pasado como para conocer el presente y el futuro.
Miguel Delibes decía que «en las guerras no gana nadie, pierden todos». Según el también escritor David Uclés, ganan los que se reparten el poder. ¿Está de acuerdo?
En las guerras hay ganadores, pero no necesariamente todos los que luchan en el bando vencedor. Este libro está dedicado a los que perdieron la guerra de uno y de otro bando. Mi padre, por las circunstancias, por el lugar en el que vivía, hizo la guerra en el bando teóricamente vencedor, pero te puedo asegurar que mi padre no ganó nada ni se sintió vencedor nunca. Entre otras cosas porque dos de sus hermanos lucharon en un bando y dos en otro y todos perdieron la guerra y uno de ellos la vida porque nunca apareció.
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