La doctora Ana Prado Carro, pediatra de la Unidad de Endocrinología del Hospital Materno Infantil Teresa Herrera de A Coruña (Chuac), aplaude el proyecto de la Xunta que prohibirá el consumo de bebidas energéticas en menores que, advierte, «son un nuevo factor detrás de la obesidad infantil» y «aumentan el riesgo de desarrollar hipertensión, problemas cardiovasculares o diabetes» en la edad adulta, entre otras dolencias. «En nuestra consulta vemos casos de síndrome metabólico y peor calidad del sueño, juntos o por separado, en pacientes que ingieren estas bebidas. Sobre todo en adolescentes, entre los 12 y 15 años», asegura esta especialista, quien insiste en que esos productos —»que no deberían llamarse ‘bebidas energéticas’, ya que les da una connotación positiva, sino ‘bebidas estimulantes’», resalta—, «no tendrían que entrar en la dieta de ningún menor» porque «no aportan ningún beneficio», sino todo lo contrario. «Los niños tienen que beber agua», aconseja.
¿Cómo valora el proyecto de la Xunta para vetar el consumo de bebidas energéticas en niños y adolescentes?
Lo veo muy bien. Que Galicia sea la primera comunidad autónoma que se lo plantea es muy positivo. No son bebidas inocuas, y hasta ahora están al acceso de cualquier persona en el supermercado, casi al lado del agua, pese a que no tienen nada que ver. A nadie se le ocurre darle un café a un niño de 10 años. Sin embargo, estas bebidas nos las venden con un marketing muy llamativo que da una sensación de falsa seguridad, lo que hace que nadie se plantee qué pueden tener. No obstante, contienen más cafeína que un café, combinada con otros componentes, como azúcar, guaraná, ginseng, taurina… Un montón de cosas que hacen efecto sinérgico entre ellas y estimulan más. Por eso me parece genial que se regule su consumo en menores, y que incluso se equiparen al tabaco y el alcohol.
«En nuestra consulta vemos el consumo de estas bebidas asociado a síndrome metabólico y peor calidad del sueño, en un mismo paciente o por separado. De hecho, existe evidencia científica, y está demostrado, que son un nuevo factor detrás de la obesidad, y aumentan el riesgo de desarrollar hipertensión, enfermedad cardiovascular o diabetes en la edad adulta, entre otras dolencias»
¿En la Unidad de Endocrinología Pediátrica atienden ya patologías relacionadas con la ingesta de estos productos?
En nuestra consulta vemos el consumo de estas bebidas asociado a síndrome metabólico y peor calidad del sueño, en un mismo paciente o por separado. De hecho, existe evidencia científica, y está demostrado, que son un nuevo factor detrás de la obesidad, y aumentan el riesgo de desarrollar hipertensión, enfermedad cardiovascular o diabetes en la edad adulta, entre otras dolencias. Sobre todo, por la gran cantidad de azúcar que tienen, y también porque se vinculan a una disminución del sueño, ya que son bebidas estimulantes y trastornan el patrón del mismo. Muchas veces, los niños que las ingieren duermen mal, están cansados y, entonces, al día siguiente, se ven abocados a volver a consumir ese tipo de bebidas para mantenerse en ese estado de alerta, cuando lo que necesitan es dejar de tomarlas y dormir.
¿En qué franja de edad ven más estas problemáticas?
Sobre todo en adolescentes, entre los 12 y 15 años. El informe ‘Estudes 2023’, una encuesta llevada a cabo por el Ministerio de Sanidad entre alumnado de Secundaria, apunta que casi la mitad de los adolescentes de 14 a 18 años había consumo este tipo de bebidas en el último mes (con picos, sobre todo, a los 18). Existe otro estudio, a nivel mundial, que dice que hasta el 57,5% de los chavales, de entre 12 y 18 años, las ha tomado alguna vez en su vida. E incluso había otro informe, en este caso realizado por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan), que apuntaba que el 25% de los niños de 3 a 10 años también las había consumido en alguna ocasión. Esto es terrible. Ahora se empiezan a adoptar medidas, pero el problema ya lo tenemos delante.
«Son bebidas estimulantes y trastornan el patrón del mismo. Muchas veces, los niños que las ingieren duermen mal, están cansados y, entonces, al día siguiente, se ven abocados a volver a consumir ese tipo de bebidas para mantenerse en ese estado de alerta, cuando lo que necesitan es dejar de tomarlas y dormir»
¿Qué consecuencias puede acarrear el consumo de estas bebidas en niños de tan corta edad?
Pueden tener muchos problemas, porque las están comenzando a tomar desde muy pequeños, cuando todavía están en periodo de crecimiento, de desarrollo de los circuitos neuronales, etc. Son un grupo de especial vulnerabilidad. Si empiezan ya a consumir ese tipo de sustancias tan jóvenes, van a tener mucho más riesgo de sufrir complicaciones de adultos.
En este contexto, ¿cómo recomienda actuar a los padres?
A los padres les diría que hay que tener claro que la industria alimentaria nos quiere vender ciertos productos, pero nosotros tenemos que ser muy conscientes de qué es lo que deben tomar nuestros hijos. Y los niños tienen que beber agua.
«Son bebidas con sabores potentes y mucho azúcar. Esto hace que el paladar de los niños se acostumbre rápido y, cuando les das una comida sin esa carga de azúcar, conservantes… no les sabe a nada. Parecen algo inocuo, en el sentido de que se llegan a publicitar en eventos deportivos, por parte de youtubers, etc. Pero no aportan nada beneficioso. Y recordaría a los padres, también, que la conciencia empieza en casa. Si tú le explicas a los niños que esto no es bueno para su salud, debes predicar con el ejemplo»
¿Algo más?
Es importante tener muy clara, también, la pirámide alimentaria, que los niños aprenden en el colegio ya desde pequeños. Hay productos que son de consumo ocasional, y no pasa nada. Pero es que este tipo de bebidas, en concreto, no deberían entrar en la dieta de ningún niño porque no le van a aportar ningún beneficio. Al final, además, te cargas las papilas gustativas, igual que sucede con los refrescos…
¿A qué se refiere?
A que son bebidas con sabores potentes y mucho azúcar. Esto hace que el paladar de los niños se acostumbre rápido y, cuando les das una comida sin esa carga de azúcar, conservantes… no les sabe a nada. Parecen algo inocuo, en el sentido de que se llegan a publicitar en eventos deportivos, por parte de youtubers, etc. Pero no aportan nada beneficioso. Y recordaría a los padres, también, que la conciencia empieza en casa. Si tú le explicas a los niños que esto no es bueno para su salud, debes predicar con el ejemplo.
«Los adolescentes las toman combinadas con alcohol en casi un 20% de los casos»
«Otro de los problemas que se está viendo con respecto al consumo de bebidas energéticas en menores es su ingesta combinada con alcohol«, avisa la doctora Ana Prado Carro, pediatra de la Unidad de Endocrinología del Hospital Materno Infantil Teresa Herrera. «Salen de fiesta, sienten que aguantan mucho más, están súper despiertos… Pero esto tiene muchísimo riesgo, porque el alcohol, cuando se consume mezclado con ese tipo de bebidas, les mantiene en un grado de estimulación y alerta más elevado y no son conscientes de sus efectos. Por tanto, les permite beber más sin notarlo, y hay mucho más riesgo de intoxicación etílica«, subraya, antes de apuntar que «los estudios dicen que casi un 20% de los adolescentes, cuando ingieren bebidas energéticas, las combinan con alcohol, en el contexto de salir por la noche, aguantar más…».
«Además —prosigue la doctora Prado Carro—, se ha visto que, cuando ingieren ese tipo de bebidas con alcohol, asocian más otros consumos: tabaco, cocaína, cannabis, éxtasis…», asegura. «Incluso, con vandalismo, prácticas sexuales de riesgo, conducción temeraria… Les da una falsa sensación de euforia y seguridad que también les lleva a asumir conductas de mayor riesgo que, quizás, en otro contexto no asumirían«, agrega la especialista, quien advierte, por otro lado, sobre «un grupo de población especialmente vulnerable» como son «los pacientes con epilepsia», a quienes «se ha visto que el consumo de bebidas energéticas les puede desencadenar crisis»; o «las personas con patología cardíaca de base», que «a veces desconocen» que padecen, «con el riesgo que conlleva», ya que también les puede provocar «un evento o un infarto».
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