En una entrevista con Clarín, el gran maestro de 88 años explica la fuerza del «juego-ciencia» y enciende una alarma: «En Argentina la educación está en una crisis terminal».
Dava, Juanfa, el Beto y Hernán se subían cada sábado, bien temprano, al auto de Yuyo y enfilaban para Núñez. En la semana se habían juntado a repasar jugadas sobre el tablero y a acertar qué movidas eran las mejores en las partidas que traía impresa una revista española de ajedrez. La escena se repitió durante algunos meses de 1987, cuando los cuatro cursaban el primer año del secundario en el Nacional 17 de Primera Junta. Además de la amistad, el fútbol y los cumpleaños, compartían esa afición por el “juego-ciencia”. Por eso cada sábado era una fiesta cuando llegaban a ese enorme salón de River y veían mesas con tableros por todas partes. Era el torneo escolar fomentado y supervisado por el gran maestro Oscar Panno en el club de sus amores. Nadie que los haya jugado se puede olvidar de ellos.
Don Oscar es un ferviente promotor de la utilización del ajedrez como herramienta educativa y por ello creó el programa “Ajedrez con Panno”, una plataforma que acerca al “juego-ciencia” a las escuelas y a los hogares, estén donde estén. Entre 2017 y 2019 se otorgaron 1.200 becas docentes gracias a un convenio con el Ministerio de Educación. Y hubo otros con San Luis, La Plata, San Isidro, San Martín y la Ciudad de Buenos Aires. Y hoy hay 350 becas en el Instituto Educativo River Plate. Su palabra es más que autorizada para concientizar sobre los beneficios del ajedrez en el desarrollo de los niños y las niñas.
-¿Qué capacidades le atribuye al ajedrez para entender en qué ayuda en lo cotidiano para la toma de decisiones?
-El ajedrez es una disciplina en la que hay que desplegar una estrategia frente al “enemigo” externo. En la vida todos son problemas y entonces usted tiene que ir superando los escollos que se le presentan. Preverlos y encontrar el mejor camino. Alguien que entienda cómo funciona el ajedrez va a entender, por ejemplo, qué es lo que conviene hacer y cuáles son las posibilidades en cada negocio.
-(Anatoli) Karpov me dijo algo en lo que tiene razón: “Lo más importante del ajedrez infantil es que los chicos aprenden a tomar decisiones». Si no, un chico de 8 o 10 años, ¿qué decisión va a tomar? Hace cualquier cosa y tira tiros al aire. Pero cuando empieza a entender que las cosas que hace terminan volviéndose a favor o en contra según si están bien evaluadas, termina siendo una buena educación para su estructura mental. Y el ajedrez entonces es ideal para enfrentarse a la vida. No hace falta enseñar ajedrez para que los chicos salgan campeones. Es para que aprendan a vivir mejor. Y algunos después se destacarán. El ajedrez sigue siendo una herramienta educativa formidable por dos motivos: por la potencia que tiene, no conozco otra herramienta mejor; y por lo económico, porque usted agarra un cartón, dibuja, pone las piezas y gratis puede jugar al ajedrez. No necesita ni comprar el tablero. Para un chico, sobre todo de un país pobre, es ideal.
-¿Cuál sería el abordaje formativo inicial para los chicos?
-De entrada es complicado. Por eso a los chicos hay que enseñarles empezando con pocas piezas. Lo dijo Capablanca: “Hay que empezar por los finales”. Que se acostumbren a la cadencia del juego y a calcular. El primer final a enseñar entonces es el mate de rey y torre contra rey. El chico se acostumbra a que juega una vez cada uno y entonces puede prever qué hará el otro según lo que él juegue. En cambio, cuando vos le ponés un mar de piezas delante, se pierde. El final es una partida de ajedrez en miniatura, en el sentido de que no hay tantas complejidades. Una vez que usted sabe jugar bien finales, en el medio juego que le toque en una partida calculará qué final le conviene. Y después, cuando ya domine el medio juego, elegirá las aperturas más convenientes para que el medio juego le permita transitar hacia un final adecuado.
-¿Cómo se contagia el ajedrez en niños inmersos en el vértigo de hacer todo de manera inmediata y con constantes estímulos?
-Como es un juego difícil, tienen que empezar a darse cuenta de que no pueden jugar cualquier cosa porque van a perder siempre. Entonces se dan cuenta de que tienen que ir con un poco de amor propio. Si no tienen amor propio, no pueden competir.
-¿Qué se le puede decir a quien ningunea el ajedrez para hacerle entender que es divertido o, mejor dicho, apasionante?
-“Apasionante” es mejor palabra que “divertido”. Y ojo que la pasión lleva a sufrir mucho también cuando te va mal. El ajedrez serio no es divertido, pero tiene satisfacciones y desastres. Pero es importante que la gente entienda que sigue siendo una herramienta educativa formidable. El chico que nace está virgen y no sabe nada de la vida. El ajedrez lo introduce de alguna manera a la forma correcta de ver las cosas y de pensarlas.
-Hay un problema: usted está suponiendo que se les puede hablar a los políticos que tenemos para que se preocupen por la enseñanza y por el futuro, cuando se están matando entre ellos. Es difícil. Tenemos pocos recursos humanos si queremos enseñar en cada aula de las escuelas. Hay 45.000 escuelas y no tenemos 45.000 profesores. Sergio, mi hijo, ha estado desarrollando este curso para aprender a enseñar. Que el maestro tenga las herramientas didácticas y no necesite ser un gran jugador sino saber aprender a enseñar.
-¿Se puede en este contexto?
–No podemos hablar del país actual, porque la educación está en una crisis terminal. Cuando yo era chico, nuestra educación era un modelo de Latinoamérica. Ahora es un desastre. Estamos últimos en todo. La esperanza es que nos demos cuenta y salir, porque hay recursos materiales y personales. La gente no es idiota. Pero la política interviene en todo y frustra, así que ahora vamos a ver qué pasa en el futuro. Acá tenemos otros problemas, como pensar qué voy a comer mañana.
HS