Que el primer equipo masculino del Barça jugara como local en un estadio con 5.862 espectadores -para gloria de los vecinos que pudieron ver una aberración histórica desde los balcones adyacentes con un par de espirituosos- fue mucho más que una anomalía. Las mentiras acostumbran a tener consecuencias, aunque quienes las paguen no sean los mismos que se fotografían revolcándose por el césped de ese Spotify Camp Nou convertido en una Ítaca de grúas y goteras, ni tampoco quienes desembolsaron 1.500 euros por una silla VIP acolchada con espumita negra tras el banquillo. Desde allí, claro, se vio de fábula la publicidad del Congo que rodeaba un césped impecable. Pero también a Fermín, bigoleador como Raphinha y Lewandowski. Todos ellos fueron protagonistas del triunfo azulgrana frente a un Valencia que no dijo ni mu.
Hay en el Barcelona a quienes toca defender a capa y espada. Como los empleados de pico y pala, especialmente los del departamento de comunicación que salvan todo tipo de trampas. Como a Fermín, a quien algún encorbatado hubiera empaquetado a Stamford Bridge para salvar avales. Y como a Hansi Flick, un tipo que no se deja llevar por los populismos que hacen fortuna en este tiempo, sino por la naturalidad de quien, para ganarse el respeto, actúa.
Un día después de cargar contra la Federación Española de Fútbol –y ahí entra su seleccionador, Luis de la Fuente–, por exprimir a un dolorido Lamine Yamal (baja en Valencia y quizá también en el estreno continental en Newcastle), borró del once inicial a piezas que presuponían su titularidad.
Quedó en el banco, a sus 37 años, Robert Lewandowski -ya marcaría sus dos goles con el partido resuelto- y conservó su puesto Ferran, porque la meritocracia aquí funciona. Más impactante resultó la suplencia de Raphinha, uno de los capitanes y que, al parecer, llegó tarde a la sesión de activación, como en su día Koundé o el ya exiliado Iñaki Peña. Flick no distingue. Raphinha, por si acaso, ya salió vestido y peinado para comenzar el primero tras el descanso, agradecer a Rashford su asistencia en el 2-0, y colorear la noche con el 4-0.
Con todo, el equipo le quedó a Flick tan irreconocible como eficiente. Porque quienes ocuparon los extremos fueron el citado Rashford y Roony Bardghji, el sueco de 19 años, hijo de refugiados sirios, que pudo estrenarse después de haber sido inscrito con ficha del filial. En el eje quien tuvo que sustituir al lesionado De Jong fue Casadó, suelto y aplicado. Mientras que en el centro de la zaga, gran dolor de cabeza desde la marcha de Iñigo Martínez a Arabia Saudí, Flick retorció otra vez sus meninges colocando a Eric García junto a Cubarsí. La única vez en la que Eric dudó, intentando un túnel donde no debía, Cubarsí le salvó.
Claro. Aún pueden mejorarse muchas cosas. Llegará el día en que Rashford, incisivo y valiente en la orilla, tenga algo más de espacios y, además de asistir, también marque. Y Roony, que duró 45 minutos, se atreverá a pedir a voces el balón a quien considere, no sólo a Casadó. Pero Flick se las apañó para que su Barcelona diera gusto frente al 5-4-1 con el que Carlos Corberán trató de cercenar todos los espacios.
De ahí la importancia de la maniobra de Ferran en el 1-0, cuando dio sentido a un pase de Cubarsí para desplegar una alfombra a Fermín. El andaluz, que escogió la derecha para batir a Agirrezabala, se puso a besar el escudo del Barça después de sufrir el desamor este verano. Cuando marcó el 3-0, reventando el balón como si así le diera una patada a quienes dudaron de él, se dejó llevar en una celebración que anticipa su verdadero papel en un equipo que también aplaudió a rabiar a otra joven joya. Marc Bernal disputó los últimos diez minutos después de más de un año de baja.
Flick, antes del parón, habló del peligro del ego en los futbolistas que se acostumbran a ganar. Los escogidos le respondieron donde debían. Aunque fuera en una caja de zapatos.
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