En qué fracasamos para que un caso de bullying en la escuela termine en tribunales?
Acá se rompió algo a nivel institucional. Hoy la figura del juez está reemplazando al director de la escuela que no puede prevenir, detectar ni entender lo que les pasa a los chicos. El bullying debería ser un problema absolutamente educativo y tendría que ser abordado dentro de ese espacio. Si no es así, fracasamos todos los adultos. Antes, el director marcaba el camino, una línea de acción para los alumnos y docentes. Esa autoridad se borró. Y creo que en parte se la borraron desde afuera. Y eso pasa cuando los padres dicen que el director no sabe nada, que los maestros no saben nada… Así les quitan esa autoridad que necesitan los chicos para ser protegidos.
¿Los recientes fallos que obligan a las escuelas a indemnizar a los chicos acosados solucionan los problemas?
A mí me preocupa que ahora salgan los padres en masa a hacer denuncias para obtener dinero; es lo que ha sucedido en Chile, por ejemplo, donde las escuelas privadas empiezan a trasladar a las cuotas una especie de seguro por si hay que pagar multas. Las indemnizaciones no resuelven el problema, porque acá hay un daño emocional que involucra a todos los alumnos, no solo al hostigado. ¿Qué hacemos con los otros compañeros, los que vieron y callaron y también están mal? Todos siguen en un clima donde nada mejora.
¿Y entonces, cómo hay que actuar cuando no se encuentran respuestas en los colegios?
Yo entiendo que cuando un hijo sufre bullying los padres tienen un nivel de angustia gigante. Entonces, para calmar la bronca hacen un juicio en lugar de dedicar esa energía en apoyar al chico y en trabajar para que las cosas mejoren. Claro que en algunos casos el daño es tan grande que uno necesita la compensación económica para pagar tratamientos de salud, pero yo no creo que sea la mejor salida. Y esto lo digo desde el lugar de mamá, porque yo también tuve una hija hostigada, pero si me dedicaba a hacer un juico no la hubiera podido acompañar como lo hice.
¿Cómo son los protocolos? En el reciente caso del colegio de Mar del Plata mandaron a la alumna acosada a terapia; y en otro de Ensenada, a rezar…
Eso es un disparate… En algunas escuelas hay protocolos que surgieron por una demanda social, pero muchas veces se los usa para salvar a la propia institución, no al chico acosado. ¿Qué pasa si uno de los pasos del protocolo dice que hay que llamar a la familia del agresor y no viene? Ahí se te termina el protocolo y empieza la improvisación. Entonces tiene que haber guías concretas de acción, para pensar posibles problemas antes de que se presenten. Desde el año pasado hay en la Provincia un cuadernillo con pautas generales para que cada escuela elabore su protocolo. Algunas lo han hecho, otras no. Hay docentes y padres que todavía creen que el bullying es cosa de chicos, que lo tienen que resolver ellos porque así se hacen hombres. Si no modificamos eso, no hay protocolo que nos salve. Otro error grave es pedir que se expulse al agresor. Es un recurso que solicitan mucho los padres en los colegios privados, pero no se dan cuenta que si expulsan al “malo”, la escuela de enfrente va a expulsar a su “malo” que puede terminar sentado al lado de su hijo.
La primera novela de Vargas Llosa, “la Ciudad y los perros” ya expresaba la crudeza del acoso escolar aunque no se hablaba de aún bullying. ¿Qué cambió en estos 60 años para que se hable más del tema? ¿Es un problema de época?
Sí, totalmente, ahora está todo potenciado por las redes sociales, donde se construyen las identidades. Y por la persecución del éxito inmediato. Esto nos hace más individualistas, más egoístas, donde todo vale para conseguir lo que queremos. Los chicos no soportan el aburrimiento, no se bancan la espera. Hay padres que le dan el celular a sus chiquitos para que no se aburran, no les permiten desarrollar la frustración. Eso incrementa las situaciones de maltrato entre los chicos. Además, el rol del docente antes era diferente: decía algo y listo, se hacía.
¿Existe el odio en los chicos?
Sí, se enojan mucho y muchas veces quieren lastimar al otro. Pero la discriminación y el odio se enseña y se aprende. Para que una nena le diga a otra “no venís a casa porque sos gorda” es porque alguien le dijo que los gordos tienen menos derechos. Por eso también existe el odio racial, la xenofobia… Yo recorro las escuelas y escucho que ahora para decir que algo es sucio, feo o barato dicen “esto es re peruano” o “re boliviano”. Y nadie los frena. Nadie les pregunta qué pasaría si en España los chicos usaran como sinónimo de feo algo “re argentino”. No es tan difícil intervenir, pero pocos lo hacen. El sentimiento para odiar se naturaliza desde la casa.
¿La grieta aumenta los casos de hostigamiento en el aula?
Sí, claro. Cuando vos no podés aceptar que otro piense diferente estás en problemas…. Eso de “estás conmigo o en mi contra” es terrible para los chicos. Y lo escuchan todo el tiempo en la casa. ¡Hay que cortarla con el tema de los dos bandos! Pero el discurso vacío tampoco sirve. Si tu mamá te dice que tenés que ser bueno pero luego la ves puteando a un político que aparece en la tele porque piensa distinto, no sirve. Los chicos ven eso como natural. La grieta, igual, es solo una parte del problema. En otros países no hay grieta y hay tanto acoso como acá.
Está el caso de las gemelas argentinas que se arrojaron de un tercer piso en España…
Exacto, la discriminación recorre el mundo. Pero ojo. El bullying es solo un precipitador de decisiones como el suicidio… No es la causa directa, no es la única explicación. Hay que tener mucho cuidado con eso, porque cuando le decimos a los chicos que alguien se suicidó por culpa de ellos tenemos un problema enorme agregado.
A propósito, se tiende a hablar de la víctima y del agresor, pero ¿qué pasa con los que observan, con los testigos??
Ellos siguen la marea, la masa. Algunos porque se divierten. Otros porque no saben qué hacer o no quieren ser tildados de buchones. Entones hay que trabajar con ellos, para que por lo menos no se rían. Hay que pedirles que ayuden, que avisen si hay algún compañero que sufre, pero jamás hay que pedirles que señalen a los acosadores. Es clave darles confianza y armar un equipo en cada escuela para que sepan dónde ir y ante quién acudir.
¿Cuántas formas de hostigamiento hay? Se lo consulto por el caso del chico asesinado por un compañero en Córdoba, que según algunos docentes siempre estaba aislado en la escuela
Este caso me desorienta, no es común un caso de bullying entre dos amigos. Aislar a un compañero puede ser un caso de hostigamiento si es intencional, pero también hay casos en que los chicos buscan estar solos, hay que ver los deseos de cada uno. El bullying consiste en hostigar a un par para que sienta que cada vez tiene menos lugar. Con golpes o amenazas, pero también desde lo emocional, simbólico o social. “Cuando vos no venís la pasamos mejor”, puede ser una frase muy típica, o “con vos no me siento porque desteñís” o “tu comida apesta”. Todo esto se potencia en los espacios digitales y en los grupos de whatsapp donde se habla mal de un mismo compañero.
¿El bullying tiene edad?
La teoría habla de niños, niñas y adolescentes, y las consecuencias pueden ser muy graves, porque quedan cicatrices en la vida adulta, recuerdos feos. Cuando un adulto interviene, apoya y acompaña, las secuelas son menores. No es cierto que uno ya tiene el destino marcado si sufrió bullying de chico. Depende de la red de apoyo que tuvo. Aunque hay que tener cuidado, porque hay veces que los adultos en lugar de ayudar empeoran las cosas. Hay padres que están tan desesperados que exponen el problema de sus hijos en las redes sociales y los filman cuando lloran. Así aumentan su humillación.
¿Cómo detectamos si nuestros hijos son los verdugos?
No me gusta hablar de perfiles, pero a grandes rasgos son chicos que no conocen maneras amorosas para relacionarse con otros. Vienen de la escuela y se ríen del negro que juega mal a la pelota o del gordo que tal cosa…Son poco reflexivos, pero sufren también, porque cuando sos amo tenés miedo que aparezca otro amo y te esclavice a vos. El que acosa no está feliz, vive absolutamente pendiente de sus redes, para ver si lo festejan, si comparten o viralizan sus contenidos. Hay que aclarar que el bullying siempre es intencional y va dirigido a una sola persona. Si uno molesta y es molestado, no se puede hablar de acoso.
¿Cuánto aumentó el problema luego de la pandemia?
Muchísimo. Los chicos comenzaron a naturalizar el destrato, porque estuvieron dos años sin poder armar grupos. Solo se vinculaban via zoom, donde podían apagar y excluir al otro sin la mirada adulta. Todo en un clima emocional que afectó los vínculos. No nos olvidemos que a los chicos les dijeron que eran los portadores del virus, vivían con miedo de contagiar a sus abuelos… Y cuando volvieron a la escuela le repetían “no compartas, no invites, no toques”. Se armaron otras formas de grupalidad. Los chicos no sabían cómo tratar al que le masticaba al lado, al que tenía olor y a los que ya no los podían apagar o silenciar.
Usted suele hacer un ejercicio en las aulas que consiste en pedirles a los chicos que se pongan en los zapatos del otro. ¿Qué busca?
Que se pongan incómodos, que descubran si le quedan grandes o chicos. Que se saquen los suyos y se pongan en el lugar del compañero. Yo recuerdo que cuando era chica mi abuela me llevó al circo, donde disparaban de un cañón personas enanas. Mi abuela me decía “no te preocupes, tienen casco”. Ahora tenemos más información y siguen pasando cosas iguales o peores cuando escuchamos que un discapacitado no puede hacer política o que un tartamudo no pude ser presidente. O te enterás que los chicos alquilan enanos en sus fiestas de egresados para usarlos de ceniceros. Decime qué es peor: ¿el circo donde me llevaba mi abuela o esto? Por eso todavía tenemos que trabajar mucho. Vivimos en un mundo que fomenta el bullying y, a veces, uno no se hace cargo de que también lo impulsa o promueve.
Gran Hermano y la banalización del bullying
Comienza con chistes, cargadas, bromas y apodos. Primero de manera verbal, luego pueden llegar los empujones. Y la exclusión social. El chico víctima de bullying queda solo, humillado, expuesto al ridículo y la vergüenza.
“Es una forma terrible de violencia que no tenemos que banalizar, como sucede muchas veces. Se habla de bullying en Gran Hermano, en la Política, en cualquier lado, y no todo es lo mismo, porque entonces cuando aparece un caso de verdad ya no podemos verlo”, alerta María Zysman, quien sufrió en carne propia el acoso de su hija cuando empezó la escuela. Eso fue en 1994 y desde entonces se la pasó recorriendo bibliotecas y librerías para entender cómo se llamaba ese tipo de hostigamiento que hacía sufrir tanto a su hija y cómo podía ayudarla.
“Recién en 2001 encontré que en Suecia utilizaban el término bullying y así empecé a armar un cuadro teórico con el que me presenté a congresos, a charlas, a todos lados. Al comienzo me escuchaban cuatro personas, pero por suerte ahora se habla cada vez más del tema”, dice, pero advierte que no siempre se habla con conocimiento. “A veces se considera bullying situaciones que son espontáneas en los chicos, como no ser invitado a una salida, un chiste por el que luego se pide perdón, una pelea entre equipos de fútbol… Para que haya acoso el hostigamiento tiene que ser sistemático, sostenido y reiterado entre pares que están obligados a convivir. Es intencional y busca intimidar y someter a quien es elegido como víctima”, detalla. E insiste: “Cuanto más se hable del tema, mejor, pero guarda con frivolizarlo”.
Esta semana se conoció el fallo de un tribunal de Mar del Plata que obligó al Instituto Galileo Galilei a abonar más de 6 millones de pesos a una ex alumna víctima de acoso escolar que desarrolló un cuadro de epilepsia. Según la denuncia, padeció hostigamiento durante casi tres años por parte de sus compañeros sin que los directivos ni los docentes hicieran foco en la situación. Ese fallo se sumó a otro de octubre de 2021, cuando un colegio de Ensenada tuvo que pagar $ 500 mil a un chico que sufría hostigamiento verbal, físico y por redes sociales a lo largo de casi seis años.
Itinerario
María Zysman es licenciada en psicopedagogía (Universidad del Salvador). Realizó, en la Universidad de Favaloro, posgrados en Autismo y otros trastornos generalizados del desarrollo, y en Déficit de atención y trastornos de aprendizaje.
Dirige el equipo “Libres de Bullying” desde el año 2006, donde ofrece herramientas para prevenir, detectar e intervenir ante el bullying y el ciberbullying.
Es autora de los libros “Bullying. Cómo prevenir e intervenir en situaciones de acoso escolar”; “Grooming. Cómo enseñar a los chicos a cuidarse en la web” y “Cyberbullying. Cuando el maltrato viaja en las redes”