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Tapabocas logra un indulto histórico en Bilbao

Ficha del festejo

Dos toros de Fermín Bohórquez, despuntados para rejones, dispares de volúmenes y de muy poco fondo, y cuatro de La Quinta, muy bien presentados, con finas hechuras y de escasa raza, salvo el sexto, ‘Tapabocas’ de nombre, cárdeno, bragado, jirón calcetero y caribello, marcado con el número 26 y de 515 kilos de peso, que fue indultado por la clase y la duración de sus largas embestidas.

El rejoneador Guillermo Hermoso de Mendoza, con chaquetilla azul noche: pinchazo y rejonazo trasero (ovación); rejonazo trasero contrario (oreja).

Emilio de Justo, de nazareno y oro: estocada trasera desprendida (ovación); estocada (ovación).

Borja Jiménez, de ceniza y oro: estocada caída delantera (ovación tras insuficiente petición de oreja). Tras el indulto del sexto obtuvo dos orejas simbólicas, que no paseó en la vuelta al ruedo con los ganaderos, antes de salir a hombros de la plaza.

Entre las cuadrillas, Juan Bernal destacó picando al quinto.

Tercer festejo de abono de las Corridas Generales de Bilbao, con algo menos de media entrada (unos 6.500 espectadores), en tarde de nubes y claros, con temperatura agradable y algunas rachas de viento.

La clase y la extendida nobleza de sus muchas embestidas a la muleta de Borja Jiménez, que salió a hombros, provocaron este jueves en Bilbao el indulto del toro Tapabocas, de La Quinta, primero en la historia de esta plaza y segundo de los concedidos en el País Vasco, desde que hace veinte años se le perdonara la vida a un astado de Victorino Martín en San Sebastián.

De finas y serias hechuras, el santacoloma de la divisa cordobesa ya mostró esa voluntad de humillar con sobrada calidad desde su salida y en la forma de meter la cara bajo el peto del caballo, en dos puyazos de poca duración que bastaron para dejarle en un excelente punto de fuerza para la muleta.

Y, tras comprobarlo definitivamente en el quite por chicuelinas que le hizo Emilio de Justo, Borja Jiménez se fue directamente a los medios para llamarle con muchos metros por delante y abrirle así la faena con la mano derecha, sin probaturas ni tanteos.

Bastó así una simple incitación para que Tapabocas se fuera a por la tela con un galope de rítmica clase, que no mermó durante las seis tandas de a veces cortos muletazos que le ligó el sevillano, al que le bastó con acompañar tan largas, repetidas, dulces y abiertas arrancadas para poner varias veces de pie a los tendidos, aunque por momentos le sobrara cierta ligereza de muñecas y abusara de redondear los pases.

Era Tapabocas quien ponía la emoción de una faena en la que Jiménez se recreó y se asentó sobre todo en una más honda tanda con la mano izquierda y en los remates de pecho o por bajo, hasta que comenzaron a sonar las primeras peticiones de indulto para el animal.

Fue entonces, mientras la demanda se extendía, el presidente se lo pensaba y el torero de Espartinas seguía toreando, cuando el celo del de La Quinta empezó a menguar, para salirse más distraído de las suertes y con la cara más alta, defecto que no fue óbice para que se concediera este histórico indulto que marca la fecha de hoy en la historia de la tauromaquia vizcaína.

Hasta ese momento para el recuerdo la corrida había sido casi para olvidar por el plano desarrollo que impusieron los otros tres hermanos de camada, que no tuvieron ni la décima parte del fondo y de la clase de ese toro.

El mismo Jiménez, molestado por el viento en esos instantes, no pudo pasar de voluntarioso con el desrazado tercero, que siempre miró más las tablas que la muleta, mientras que Emilio de Justo intentó distintas formas, pero igual de infructuosas, de hacer pasar al segundo, que apenas tuvo recorrido en sus embestidas, igual que un quinto que se defendía a cabezazos y al que aguantó con paciencia y firmeza antes de tumbarlo de una perfecta estocada.

Y si tres de los santacolomas no sacaron apenas fondo de raza, tampoco la tuvieron los murubes de Fermín Bohórquez lidiados a caballo, lo que se agravó por el abundante sangrado que les produjeron los rejones de castigo que les clavó Hermoso de Mendoza.

El jinete navarro no pudo así pasar de correcto con el que abrió plaza, con el que no generó emoción alguna. Y aun así logró algo más con el cuarto, que tuvo mucho más cuajo y volumen que el anterior pero se fue vaciando a medida que avanzaba la lidia, sin que ni siquiera el valiente Berlín, el infalible caballo de la cuadra de los Hermoso, lograra que siguiera su grupa unos cuantos metros.

Fue el rejoneador quien tuvo que poner más para, tras un rejonazo de muerte de rápido efecto, poder pasear una benévola oreja.

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