InicioSociedadEn busca de un pirómano en Extremadura: enfermedad o terrorismo ecológico?

En busca de un pirómano en Extremadura: enfermedad o terrorismo ecológico?

El viernes por la tarde el humo volvió a dibujarse en el cielo del municipio extremeño de Valdecaballeros. No era la primera vez, y tampoco sería la última: se produjeron tres focos distintos en días consecutivos, hasta sumar veintitrés incendios forestales en la zona en poco más de un año. El último, ya estabilizado, ha arrasado más de 2.300 hectáreas y obligado a evacuar a unos 300 habitantes del poblado de Cíjara, junto con 115 niños y monitores de un campamento de verano. Se trata, además, del mayor incendio del verano en Extremadura en lo que va de año.

Las autoridades no creen que se trate de una casualidad e investigan a un posible pirómano que, según los indicios, habría provocado el fuego de forma intencionada. Mientras tanto, las cenizas dejan tras de sí un rastro de angustia, sospechas e incertidumbre entre los vecinos.

Así lo asegura María del Carmen Rodríguez, alcaldesa de Valdecaballeros, quien se ha referido al clima de cansancio y frustración generalizada que se vive en la localidad, ya que los residentes tienen miedo de que «les pueda tocar a ellos en cualquier momento, de que vuelva a ocurrir y, en ese caso, hasta dónde pueda llegar, porque se sabe el punto en el que se origina, pero no cuándo termina», manifiesta.

Aunque en el pueblo no se habla de otra cosa, la alcaldesa ha señalado que aún no disponen de información sobre la identidad de la persona que ha provocado el fuego. Por su parte, la Junta de Extremadura, tras detectar un patrón en los fuegos, sostiene que no hay otra explicación que la acción humana.

Ante la destrucción del monte y el riesgo para la población, la búsqueda del responsable ya ha comenzado. Ahora la pregunta es: ¿actúa una mente enferma o alguien que prende fuego con plena consciencia?

¿Pirómano o incendiario?

Domingo Barbolla, sociólogo en Extremadura, parte de la premisa de que hay que distinguir entre pirómano e incendiario, ya que «las fuerzas de seguridad, en el momento en que capturan a alguien que ha creado fuego, lo suelen considerar pirómano, pero no todos lo son». Aunque a menudo se usan como sinónimos, no significan lo mismo. Mientras el incendiario provoca fuego de forma deliberada y consciente, con una intención clara —como causar daño o buscar venganza—, el pirómano actúa por un impulso incontrolable.

Barbolla incide en que, en el caso de este último, «hay una inclinación desenfrenada por propagar el fuego, por verlo arder y generar destrucción a través de él. Esto puede tener relación con la fascinación que ha tenido siempre el ser humano por haber logrado controlar el fuego, porque su descubrimiento nos dio un poder impresionante. Nos permitió controlar la naturaleza«, afirma.

El sociólogo subraya que se trata de una patología social, ya que el sujeto siente una atracción enorme que no puede controlar. Sin embargo, advierte que no debe considerarse una enfermedad en sentido estricto, ya que etiquetarlo como trastorno mental puede restarle responsabilidad y tender a justificar sus actos: «Si empezamos a etiquetar todo como trastorno, entonces el violador tiene un trastorno sexual, o el que roba compulsivamente».

Más allá del bosque: impacto social y emocional

También se refiere a las consecuencias en la comunidad de Valdecaballeros, señalando que en esta zona hay una gran masa forestal y muchas personas viven de la gestión del bosque o de la madera. «De entrada, se destruye el ecosistema vital, y a eso hay que añadirle la cuestión económica, porque una propiedad junto al monte vale un 30% más».

Además, a juicio de barbolla, el impacto no es el mismo cuando se trata de una desgracia natural que cuando se origina por acción humana. A esto se suma el componente estético, que también provoca consecuencias morales: «Cuando un pueblo se ve rodeado por la destrucción, el impacto es impresionante. Se dice que somos lo que vemos, y cuando ves paisajes agradables te sientes más sereno. Pero cuando todo eso desaparece y sabes que tardará años en regenerarse, es devastador para esa comunidad».

María Ángeles Cuevas, psicóloga cacereña, explica que esta patología está relacionada con la imposibilidad de controlar los impulsos. No existe una motivación externa; el propio fuego les genera placer y alivio. Por lo tanto, ver arder algo funciona como un refuerzo positivo: «Tienen una ansiedad y una tensión que se alivian con el fuego».

Por eso, los especialistas que deben tratarlos han de ser expertos en terapia de conducta, capaces de analizar sus pensamientos y modificar sus respuestas impulsivas.

Las personas que provocan incendios con un motivo concreto —los incendiarios— actúan con una finalidad específica, como obtener un beneficio económico. El pirómano, en cambio, no piensa en el daño que pueda causar. De hecho, suele quedarse cerca del lugar para observar las llamas.

Incendios en Extremadura: cifras y patrones

Este suceso no es aislado. En la campaña de 2024, Extremadura registró una tendencia preocupante: el 53 % de la superficie quemada fue consecuencia de negligencias o accidentes en el campo, un 44 % ha sido provocado de forma intencionada, y solo un 3 % se debe a causas naturales o desconocidas.

En ese contexto, el Seprona de la Guardia Civil de Cáceres, ha llevado a cabo hace escasos días la detención de una mujer como presunta autora de un incendio forestal intencionado en Villamesías, así como por su supuesta relación en otros doce conatos o incidentes con el mismo modus operandi.

Según fuentes de la investigación, durante 2024 —coincidiendo especialmente con el periodo de peligro alto de incendios—, en los alrededores de esa localidad se han registrado al menos nueve incendios forestales, que han afectado principalmente a terrenos de monte bajo, encinas y olivos.

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