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El caso Diddy, último ejemplo de un movimiento #MeToo relegado por la guerra cultural

El caso por violencia sexual contra el rapero Sean Combs, ‘Diddy’, que concluyó este miércoles con un veredicto mixto, es el último ejemplo de un movimiento, el #MeToo, que comenzó con fuerza pero parece haber quedado relegado por la llamada ‘guerra cultural’ de EE.UU.

Diddy ha sido exonerado de los cargos más graves -tráfico sexual y crimen organizado- y declarado culpable de transporte para ejercer proxenetismo, un resultado visto como una victoria para él, tras un juicio centrado en sus maratones sexuales, las dinámicas de poder y el consentimiento sexual.

El proceso ha tenido lugar gracias al movimiento #MeToo, surgido de la ola de denuncias por abusos sexuales en 2017 contra el productor de cine Harvey Weinstein, quien recibió una condena en 2020 que se convirtió en un símbolo y dio pie a leyes para facilitar que las víctimas busquen justicia incluso en delitos prescritos.

Una expareja de Diddy, la cantante Cassie Ventura, se acogió precisamente a estas normas para denunciar al artista en noviembre de 2023, y aunque él lo resolvió en un día, pagándole 20 millones de dólares, luego llegaron denuncias de abusos de otras personas que alertaron a la Fiscalía.

Ventura ha sido la testigo principal del juicio y ha descrito con crudeza cómo presuntamente Diddy la forzó a tener sexo con prostitutos, un relato que hoy quedó casi ahogado entre los gritos de celebración de los defensores del rapero porque su ídolo evita la perpetuidad y se expone a una pena de ‘solo’ veinte años de cárcel.

Revés tras revés

En las mismas fechas en que se filtraba un video que mostraba una paliza de Diddy a Ventura, en abril de 2024, un tribunal de apelaciones revocaba la condena de Weinstein en Nueva York que cimentó al movimiento #MeToo y abría la puerta a la repetición del juicio.

No era el único acusado de alto perfil en ‘sobreponerse’ al #MeToo: en 2021, Bill Cosby era liberado después de que se invalidara su condena por agresión sexual, y en 2022 el actor Johnny Depp ganó un juicio por difamación contra su exmujer, Amber Heard, que lo acusaba de violencia machista.

En 2023, el actual presidente estadounidense, Donald Trump, era declarado culpable de abuso sexual contra la escritora E. Jean Carroll obligado a compensarla por llamarla mentirosa, pero el magnate no tuvo reparos en seguir difamándola y acumulando multas que sigue sin pagar. La sensación de impunidad, impensable hace cinco años, planea ahora sobre el ambiente.

El propio Trump, paladín de la guerra cultural contra las ideas progresistas (‘woke’) y de una ola conservadora que tiene en el centro los derechos de las mujeres, sobre todo los reproductivos, ha declarado que barajaba dar clemencia a Diddy si era condenado.

Tras la repetición del juicio de Harvey Weinstein en Nueva York este 2025, donde las mujeres tuvieron que repetir sus relatos, que fueron minimizados por la defensa, el jurado emitió un veredicto parcial y se anuló el proceso.

Si en el primer juicio contra Weinstein hubo celebridades dando apoyo a las víctimas, protestas a las puertas del tribunal y filas en cada fría madrugada para asistir como público, en la repetición del proceso no se reprodujo aquel interés, un síntoma claro de que el movimiento perdía fuelle.

¿Fatiga del #MeToo?

«Desafortunadamente, creo que la gente se ha vuelto ligeramente insensible al movimiento #MeToo», dijo en declaraciones a EFE durante el juicio a Weinstein la abogada Sarena Townsend, representante de una denunciante no incluida en ese caso, Ambra Gutierrez, y que aludió a una cierta «fatiga».

«Como en muchos movimientos con verdaderas víctimas y excelentes intenciones, hubo gente que vio una oportunidad y se aprovechó (del #MeToo), cooptando y ampliándolo a algo que nunca pretendió ser. Creo que eso ha rebajado el mensaje y ahuyentado apoyos», opinó.

Tras el juicio contra Diddy, la líder del Centro Nacional del Derecho de la Mujer (NWLC), Fatima Goss Graves, aplaudió a las «supervivientes que eligieron contar sus historias, hacer rendir cuentas a su abusador y buscar justicia», y consideró que «un jurado no puede quitarles eso».

La ejecutiva, que también dirige el fondo Time’s Up, para defender casos de abuso en Hollywood, aseguró que el caso de Diddy es parte de un «patrón» de comportamiento relacionado con dinámicas de poder que se valen de la violencia y «mantienen una cultura de silencio y vergüenza».

«Mucho tiempo después de que las historias de abuso de Sean Combs se borren de la memoria pública, dependerá de todos nosotros apoyar a las supervivientes y exigir que tengan justicia y reparación», dijo.

La propia fundadora del #MeToo, Tarana Burke, reivindicó en una entrevista con CNN que lo importante no es «cuánta gente podemos meter en la cárcel, sino superar el sistema de justicia de EE.UU.», señalando lo difícil que es llegar a un juicio y lamentando que «la ratio de condenas por violencia sexual en este país es muy, muy baja».

«Creo que el #MeToo ha sido se ha visto empantanado por esta narrativa de que trata sobre ir a cazar gente, y se nos ha olvidado el hilo de que la mayoría de supervivientes lo que quieren es proteger a otras supervivientes», sentenció Burke.

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