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Daron Acemoğlu, premio Nobel de Economía: «Trump es una amenaza real. Aún no hemos visto todos los efectos del proteccionismo»

Daron Acemoğlu (Estambul, 1967) se alzó el año pasado con el Premio Nobel de Economía junto a James A. Robinson y Simon Johnson por arrojar luz al papel que juegan las instituciones a la hora de alcanzar la prosperidad. Un trabajo brillante en tiempos de claroscuros: el mejor momento para la clase alta y el peor para quienes menos tienen. Y la aspiración de tratar, a partir del conocimiento, de revertir el esquema de poder, que no deja de concentrarse, con el objetivo de reducir las brechas de la desigualdad. Hace apenas un mes que la ONU ha advertido que ocho de cada diez personas en situación de pobreza multidimensional (887 millones de los 1.100 millones que hay en el mundo) están expuestas a amenazas climáticas. Un anuncio que parece haberse desvanecido entre el furor de las grandes Bolsas, en máximos históricos.

¿Es este modelo económico cada vez más insostenible?

Creo que estamos en un momento de policrisis, en el sentido de que la IA, la desigualdad, los desequilibrios macroeconómicos, las amenazas a la democracia, el cambio climático, el cambio demográfico y el envejecimiento muy rápido… todo eso va a afectar al mundo. Y muchos de esos factores van a golpear con más dureza a las poblaciones vulnerables. Pero no creo que estemos en un punto «insostenible» en el sentido de que vayamos a ver un colapso inminente. La manera correcta de verlo es que estamos en medio de un periodo muy turbulento en el que, en los próximos 10-20 años, habrá muchísimos cambios importantes en la economía mundial. Y tenemos que estar listos para ellos.

Al menos da la sensación de que la «insostenibilidad» está de moda. En Estados Unidos, por ejemplo, con un retroceso no solo en la agenda medioambiental pendiente. ¿Tenemos que asumir que los años que le quedan a Trump serán años de retroceso, o se puede dar la batalla?

Donald Trump es una amenaza real para la democracia y para las instituciones de Estados Unidos. Y ha hecho mucho daño durante su primer mandato. Ha hecho muchísimo más daño en el primer año de su segunda administración, y aún quedan tres años. Tres años son tiempo suficiente para introducir cambios fundamentales en las instituciones estadounidenses. Eso es realmente muy importante. ¿Qué podemos hacer frente a esa amenaza? Bueno, nada. La gente en España no puede hacer nada. La gente en Europa no puede hacer nada. Es un problema doméstico. Si en las elecciones de mitad de mandato hubiera un giro fuerte hacia el Partido Demócrata y la Cámara de Representantes cambiara de manos, eso frenaría parte de esas amenazas. Pero creo que estamos en un periodo de riesgos muy, muy serios para la democracia estadounidense.

¿Y parte la Unión Europea de una posición más débil en este nuevo tablero geopolítico ?

Sí, creo que la Unión Europea se está debilitando, y por una razón muy sencilla: la tecnología, especialmente la inteligencia artificial y las tecnologías digitales, se ha vuelto mucho más importante tanto para el dinamismo económico como para la ventaja estratégica geopolítica. Y Europa se ha quedado atrás en tecnología digital y se ha quedado realmente atrás en IA. Europa tiene un compromiso mayor con la democracia y con los derechos civiles y humanos que China, desde luego, que las economías en desarrollo e incluso que Estados Unidos. Pero Europa tiene que mantenerse firme: su economía debe ser más dinámica, sus instituciones más fuertes. Y todo eso exige trabajo. En particular en inteligencia artificial, Europa tiene que hacer algo muy difícil: mantener sus valores —y no seguir a Estados Unidos en su «capitalismo de salvaje oeste»— y, al mismo tiempo, liderar mucha más inversión e innovación.

¿Hay un problema de sobrerregulación en este sentido?

Sí, por supuesto. La Unión Europea ha sobrerregulado la inteligencia artificial y lo ha hecho de una forma que no fomenta la innovación. El objetivo debería ser: queremos una industria de IA más potente, necesitamos facilitar esa innovación, pero ofreciendo incentivos para que vaya en la dirección correcta: no contra las personas, sino a favor.

¿Cree que ya hemos visto la peor cara del proteccionismo o que la guerra comercial seguirá escalando y puede ir más lejos?

No, no la hemos visto. Aún no hemos visto todos los efectos del proteccionismo. Los aranceles todavía no han provocado grandes subidas de precios, pero lo harán a medida que el conjunto de los bienes importados se vuelva más caro en Estados Unidos. Y si algunas cadenas de suministro colapsan de verdad por culpa de los aranceles, eso podría generar muchos más costes y dificultades económicas en Estados Unidos y en el resto del mundo.

¿Diría que esa es la principal amenaza para la economía?

Depende de lo que entendamos por «amenaza para la economía». Yo creo que se trata de una amenaza multidimensional. La IA es el mayor riesgo para el empleo y para la desigualdad, así que seguiría situándola en lo alto de la lista. Pero no creo que vaya a provocar una gran recesión.

Acemoğlu, en un momento de la entrevista. / Alba Villar

Y con este escenario, ¿Europa no camina hacia una dependencia creciente de Asia?

No, no lo creo. La economía europea sigue siendo fuerte en muchos sectores, y sus instituciones son muy sólidas. Creo que Europa intentará equilibrarse entre Asia y Estados Unidos.

¿Qué balance hace de España?

España es una de las historias de éxito en la transición de una dictadura a una democracia, y lo hizo de una forma relativamente suave. Pero si miramos el historial económico de los últimos, digamos, 35 años, no ha sido perfecto. El crecimiento de la productividad sigue siendo muy lento en Europa y en España, igual que en otras economías europeas. Crear más empleo y, sobre todo, buenos empleos, es un gran desafío. Son problemas con los que cada país tiene que lidiar. Por eso, si la inteligencia artificial realmente pudiera abrir más posibilidades para crear empleo o mejorar la productividad, realmente sería algo muy positivo.

El acceso a la vivienda es el gran problema del país, y sobre todo de los jóvenes. Coincide con el auge de la extrema derecha en las nuevas generaciones.

Se observa una polarización de los jóvenes en todas partes. La globalización ha provocado un cambio cultural muy rápido, y mucha más desigualdad económica. Entre los jóvenes hay una sensación de que no van a tener acceso a una vida cómoda y a empleos de calidad. Y la vivienda es parte de eso, por supuesto. Es uno de los grandes retos.

«La filosofía de que hay que apuntalar a los grandes bancos es una apuesta perdedora»

—Hace unas semanas se puso punto final a la OPA del BBVA sobre el Sabadell en España, que no salió adelante pese a que el BCE autorizó la operación sin poner condiciones. La comisaria europea de servicios financieros llegó a decir que «Europa necesita bancos más grandes para competir con los de Estados Unidos y China».

—Creo que la filosofía de que hay que apuntalar a las grandes corporaciones en la Unión Europea es una apuesta perdedora. Se necesita es más competencia, no dar más protección a instituciones que ya existen. En la Unión Europea hay, efectivamente, ineficiencias en el sistema bancario que hay que resolver, y más competencia sería algo bueno, pero no a través de reforzar aún más a los grandes bancos.

¿Está en riesgo el acceso a financiación competitiva?

—Sí, ese es uno de los problemas. Si los grandes bancos se vuelven demasiado dominantes, el crédito se encarecerá y las pequeñas y medianas empresas se enfrentarán a un coste de financiación mucho mayor.

¿Cómo pueden revertir el auge de la concentración del poder las sociedades?

—Caso por caso, es esencial que el proceso democrático prime y que no quede subordinado al poder de unas pocas empresas.

¿Las organizaciones intergubernamentales tienen entidad para mejorar el mundo?

—No, no son suficientes, y casi no tienen poder. Y cuando tienen algo, suele ser bajo la influencia de Estados Unidos o China. Los desafíos que enfrentamos son globales, pero no tenemos instituciones supranacionales a escala global. Por eso la Unión Europea es tan importante: es el ejemplo más exitoso de una institución supranacional que surgió de abajo arriba. Tiene problemas, claro, pero es la demostración de lo que se puede hacer.

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