Se dio a conocer ‘Beach Rats’ (2017) dando vida a un adolescente confuso que mantiene encuentros carnales furtivos con hombres mayores, y empezó a experimentar la fama gracias a su trabajo en ‘El triángulo de la tristeza’ (2022), en la piel de un modelo idiota. Posteriormente lo vimos pelear en un ring e intimidado por un padre tirano en ‘La garra de hierro’ (2023) y aprender a ejercer de padre en ‘Scrapper’ (2023) antes de que, encarnando a un becario que orquesta el despertar sexual de su jefa, compartiera tórridas escenas de sexo con Nicole Kidman. Cada uno de los personajes de Harris Dickinson es rotundamente distinto a los demás, y todo apunta a que podrá decirse lo mismo de la versión de John Lennon que interpretará en la tetralogía que el director Sam Mendes rueda actualmente acerca de los Beatles. Dicho con menos palabras, es un actor impredecible. “No me gusta que me digan lo que tengo que hacer, y por eso intento desafiar cualquier expectativa que los demás puedan tener acerca de mí”, comenta el británico al respecto. “Con cada nuevo proyecto, intento contrarrestar todo lo que he hecho antes”.
Esa actitud explica que su primer largometraje como director, ‘Urchin’, sea el retrato de un joven adicto sin hogar que intenta rehabilitarse mientras lucha contra un sistema que lo excluye y sus propios instintos autodestructivos. Aclamada en el pasado festival de Cannes, es cine social rodado con poquísimos medios, muy distinto del tipo de película de uno esperaría de uno de los nuevos ídolos de Hollywood. Da la sensación, eso sí, que Dickinson no tiene ningún interés en encajar en ese perfil.
Antes, durante y después del rodaje de la película, que ahora llega a España, colaboró como voluntario con asociaciones caritativas londinenses. “Me sentía decepcionado con la labor de los políticos y las instituciones en materia social y buscaba una forma eficaz de intentar ayudar”, recuerda. “Está muy bien eso de tuitear acerca de causas humanitarias pero, ¿qué hacemos realmente al respecto? ¿Cómo echamos una mano?”. Confiesa no sentirse cómodo hablando con la prensa del asunto. “Me parece odioso que la gente en mi posición se pavonee de sus acciones filantrópicas, y que centren los focos sobre sí mismos en lugar de hacerlo sobre las causas que dicen defender”.
El compromiso, explica, le viene de familia. “Mi padre es trabajador social, y su contacto con comunidades desfavorecidas ha estimulado una capacidad para la empatía, y una indignación ante ciertas injusticias que luego él me ha inculcado”. Como puede comprobarse en las citadas escenas de ‘Babygirl’, Dickinson lleva la palabra ‘KES’ tatuada en el brazo derecho en referencia a la película homónima que Ken Loach dirigió en 1969, obra pionera del realismo social.
Dicknson en ‘El triángulo de la tristeza’. / EPC
“Mi madre es peluquera, y solía trabajar en casa. Recuerdo que, desde niño, yo solía hablar con los clientes mientras ella les cortaba el pelo, y eso me permitió conocer a personas y circunstancias muy dispares”. Para preparar ‘Urchin’, mantuvo sucesivas conversaciones tanto convictos que conocían de primera mano la vida sin hogar y la adicción, por un lado, como trabajadores sociales y representantes institucionales, por otro. “No he querido repartir culpas ni emitir juicios, porque creo que hay mucha gente que hace un trabajo humanitario increíble en condiciones muy precarias; el protagonista de mi película no es una mera víctima”, aclara. “Vivimos en un presente muy polarizado,y la división seguirá aumentando a menos que intentemos escuchar y entender a todas las partes”. Sea como sea, se resiste a considerar ‘Urchin’ un acto político. “Yo me dedico a hacer películas, no soy nadie, y no me gusta decirle a la gente qué pensar”.
Dickinson émpezó a experimentar con la cámara en la adolescencia grabando vídeos de ‘skaters’ con sus amigos, y en 2021 dirigió el corto ‘2023’, sobre un joven soldado que se enfrenta a su padre antes de incorporarse al servicio. Tanto esa escasez de experiencia previa como la propia temática de ‘Urchin’ le pusieron muy difícil su financiación. “Hace dos años viajé a Cannes para pedir dinero a posibles inversores, y pasé mi estancia allí manteniendo seis o siete reuniones diarias tratando en vano de convencerlos”, lamenta. “En cuanto les explicaba el proyecto, perdían el interés. La gente no quiere ir al cine a que les muestren problemas sociales de cara, por lo que este tipo de películas no dan dinero”.
Mientras él se sumergía en el mundo de la indigencia y la marginalidad durante la producción de ‘Urchin’, en internet se hacían virales imágenes de ‘Babygirl’ en las que aparece bailando con el torso desnudo al ritmo de ‘Father Figure’, de George Michael, y seguían circulando los rumores que lo sitúan entre los candidatos a encarnar al próximo agente 007. El contraste es evidente: Dickinson es, a la vez, un director socialmente comprometido y una estrella de Hollywood. “Sí, soy consciente de que ambas facetas pueden parecer contradictorias”, reconoce. “Yo quise ser director desde antes de empezar a actuar, pero lo cierto es que también adoro la interpretación. ¿Qué puedo hacer al respecto? Francamente, aún no lo sé”.
Suscríbete para seguir leyendo
