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Isabella Hammad, escritora británico-palestina: Si desaparece Netanyahu habrá una cola de Netanyahus todavía peores que le van a sustituir

Para Isabella Hammad la precisión en las palabras es un asunto moral. De ahí que cuando se le hable del conflicto entre Israel y Palestina frunza el ceño y diga que no, que ‘conflicto’ no es la palabra adecuada para lo que es un genocidio. “Conflicto significa que tenemos dos agentes en igualdad de condiciones y aquí hay una parte que ataca y otra que no”. Hammad nació en Londres en 1992, estudió en las mejores universidades de Inglaterra y Estados Unidos, es hija de padre palestino y madre irlandesa-británica y se la considera una de las autoras emergentes con mejor futuro en las cada vez más plurales letras inglesas. ‘Entra el fantasma’ (Anagrama / Més llibres), su segunda novela, escrita originalmente en el 2021, cuenta las dificultades de una compañía cisjordana a la hora de montar un ‘Hamlet’ en el ‘interior’, las tierras palestinas ocupadas. Relatado todo ello desde la perspectiva de Sonia, una actriz británica de origen palestino que se une a la troupe, el fantasma de la tragedia shakesperiano adquiere aquí múltiples sentidos. La novela dibuja todas las tensiones que antecedieron a los hechos del 7 de octubre.

¿Cree que su novela puede ayudar a comprender mejor la situación fracturada de la sociedad palestina frente a Israel?

Yo escribo en inglés, sé que tengo un público internacional y soy consciente de que mi obra puede hacer la realidad palestina más o menos accesible. También sé que desde que empezó el genocidio en Gaza muchas personas han leído esta obra para entender mejor lo que está ocurriendo. Y aunque no sea el motivo por el que escribí esta novela, entiendo que lo hagan y me satisface que ayude a la gente a descifrar la historia de la opresión palestina en manos del Estado israelí, que se tradujo en los atentados del 7 de octubre. El genocidio no deja de ser una herramienta más del proyecto opresivo del sionismo.

¿De haber escrito esta novela posteriormente a esa fecha, este habría sido un libro distinto?

El genocidio de Gaza es tan brutal que no me imagino escribiendo ficción al respecto.

Se hace raro pensar ahora en palestinos interpretando a Shakespeare, pero paralelamente, tenemos mucho desconocimiento de la cultura palestina.

Eso es porque el sionismo se ha apropiado del relato. La mayoría de israelís eran de procedencia e idiomas europeos y eso les ha ayudado a difundir su relato. En correspondencia, hay muy poca traducción del árabe.

La escritora inglesa de origen palestino Isabella Hammad, fotografiada en el CCCB. / Jordi Otix / EPC

En esa ignorancia se nos escapan muchos detalles interesantes, como por ejemplo que no todos los palestinos son musulmanes. Hay una importante comunidad cristiana como la de la protagonista.

El tejido palestino siempre ha sido multirreligioso y la convivencia ha sido buena. Hoy en día hay menos cristianos palestinos porque muchos de ellos eran de clase alta y han tenido más facilidades para emigrar, pero sí, todavía son una realidad.

¿Qué metáfora encierra el fantasma del padre de Hamlet?

Hay muchos fantasmas en esta novela porque los personajes se ven atormentados por el pasado de las generaciones anteriores. También está el fantasma de la lucha palestina, que dura ya casi 80 años.

Imagino que la guerra ha debido arrasar todas las actividades culturales en tierras palestinas.

En el campo de refugiados de Yenín, en Cisjordania, opera una iniciativa de teatro social, pero los soldados israelís han detenido a varios directores de escena, así como a actrices y actores. En Gaza, directamente han destruido todas las instituciones culturales. Un amigo mío tenía una galería de arte preciosa y la han echado abajo con excavadoras. Israel ve la cultura como algo peligroso. Lo que predomina en el resto de Palestina es una sensación de duelo y así se hace muy difícil vivir de manera normal.

La escritora inglesa de origen palestino Isabella Hammad, fotografiada en el CCCB. / Jordi Otix / EPC

Hace unos meses apareció su ensayo ‘Reconocer al otro’, que parte de una conferencia en memoria de Edward W. Said, un referente fundamental de la cultura palestina. La dictó usted en la Universidad de Columbia, que ha sido un foco de resistencia frente a la política de Israel.

Es importante distinguir entre los estudiantes que se manifestaron y la administración universitaria que llamó a la Guardia Nacional, que agredió y arrestó violentamente la protesta y se confabuló con el gobierno estadounidense para reprimir y oprimir a los estudiantes. A Mahmoud Khalil, un estudiante con residencia permanente en Estados Unidos, le están intentando deportar mientras la universidad permanece rodeada por un servicio de seguridad privada.

¿Qué futuro ve en el plan impulsado por Trump para Palestina?

Es un plan secreto, desconocido, del que hay que desconfiar. Está entrando muy poca ayuda humanitaria y solo el pasado miércoles Netanyahu ordenó varios ataques punitivos contra Gaza y mató a 100 personas. No estoy segura de que este ‘alto el fuego’ pueda declararse vigente por mucho más tiempo. En el plan, no se ha debatido la rendición de cuentas de los genocidas y tampoco la autodeterminación de Palestina, con lo cual yo no sé de que paz me hablan. Así que todo apunta a que en el futuro Palestina vuelva a estar como antes, pero peor.

Imaginemos una situación en la que en la ecuación ya no estén ni Netanyahu ni Hamás. ¿No podría haber una salida?

Es que la resistencia palestina nunca se va a detener hasta que haya autodeterminación. Si no está Hamás, habrá otros movimientos de lucha por la libertad. Es una voluntad humana natural, además de un derecho contenido en la ley internacional. Estamos en una situación de ocupación militar ilegal. Creo que echarle la culpa a Netanyahu es también una forma de evitar hablar de este genocidio como una continuación de las operaciones del sionismo desde su invención. Los primeros presidentes de Israel pertenecieron al sionismo revisionista de Jabotinski, una forma de sionismo racista y violento que tiene por objetivo una limpieza étnica. Si desaparece Netanyahu, habrá una cola de Netanyahus todavía peores que le van a sustituir.

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