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Historia de los anteriores salvatajes económicos a la Argentina

En el consenso de los economistas, el Banco Central justifica su razón de ser porque constituye la red que oficia de prestamista de última instancia. Un problema de la economía argentina del último medio siglo fue la dificultad por generar divisas por lo que cada crisis terminó defaulteando las deudas contraídas previamente para salvar los déficits recurrentes en la balanza de pagos.

Cada tanto aparecía el Fondo Monetario Internacional con un préstamo puente y con promesas de parte de los funcionarios argentinos que muchas veces excedían sus mandatos y por lo tanto eran incumplidas. Quizás el último fiasco en ese sentido fue el “Blindaje” firmado en el verano de 2001 que supuestamente daba el marco de estabilidad necesaria para eludir la crisis terminal en la que había caído la convertibilidad, pero que nadie se animaba a romper el tabú de reconvertir. En total fueron casi US$ 40.000 millones aportados por un pool de inversores institucionales, organismos multilaterales y el propio FMI. Una apuesta que pronto se reveló como impotente para revertir las desconfianza y erradicar el déficit fiscal que erosionaba la sustentabilidad del sistema. A fin de ese año todo voló por el aire y el default se declaró nuevamente.

La nueva renegociación fue con los acreedores privados mediante quitas de capital y canjes de bonos, pero quedó un remanente de “holdouts” que sólo regularizaron su situación con un nuevo arreglo en 2016. Sin embargo, dos años más tarde, la cuenta nuevamente se puso en rojo, se cortó el financiamiento internacional al Tesoro deficitario y la administración Macri tuvo que acudir nuevamente a un salvataje del Fondo del que se usaron US$45.000 millones, para lo cual se comprometió un ajuste pero que reavivó la inflación. Ese acuerdo, de muy difícil cumplimiento, fue nuevamente reestructurada ya bajo mandato de Alberto Fernández por US$68.000 millones nuevamente con vencimientos que se aceleraban luego de 2023. Este historial fue lo que pavimentó el camino al aislamiento del mercado voluntario de deuda y dejó la única puerta de emergencia en el FMI y algún acuerdo bilateral, como el reactivado en 2023 con China mediante del intercambio de monedas. La última escena de esta saga fue el acuerdo de abril con el Fondo para flexibilizar la flotación del dólar, que obligaba a acumular reservas, que una vez más, se incumplió.

La derrota bonaerense del 7 de septiembre y las expectativas de un declive del ciclo político del Gobierno terminó en la pérdida de reservas que amenazaba con vaciar lo poco que quedaba. Pero esta vez, la dinámica que agravaba la situación cerraba la salida habitual de un salvavidas del FMI. Esta vez fue directo a su accionista principal: el mismo Tesoro de los Estados Unidos. Esto confirma dos cosas: que el prestamista de última instancia ahora es el último posible y que la contrapartida que exigirá tal generosidad financiera pondrá otras condiciones. Es el escenario post electoral de noviembre.

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