Maria Branyas Morera vivió dos guerras mundiales, sobrevivió a dos pandemias y se convirtió en la mujer más longeva del mundo a los 117 años. Un año después de su fallecimiento, un equipo de investigadores presenta los resultados de un exhaustivo análisis genético y molecular de esta mujer y, con ello, desvela algunos de los secretos que explican por qué llegó sana a los 100 años. «Se suele asociar envejecer con mala salud. Sobre todo porque sabemos que a partir de los 65 o 70 años aumenta la incidencia de enfermedades. Pero los casos de los supercentenarios como Maria Branyas son excepcionales, ya que llegan a esas edades con una salud sorprendente. Ese es el enigma que hemos intentado resolver», explica Manel Esteller, investigador principal de este estudio.
La investigación, liderada por el grupo de Epigenética del Cáncer del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras y la Universitat de Barcelona, se publica este miércoles en ‘Cell Reports Medicine’ y, por primera vez, presenta un «análisis integral» del genoma, transcriptoma, metaboloma, proteoma, microbioma y epigenoma de esta mujer supercentenaria. «Cuando miramos sus análisis de sangre vimos que eran perfectos. Todo esto nos muestra que no hay un solo factor determinante para envejecer de forma saludable, sino que se trata más bien de una suma de pequeñas piezas que encajan entre sí», explica el investigador a El Periódico.
«No hay un solo factor determinante para envejecer de forma saludable sino que se trata más bien de una suma de pequeñas piezas que encajan entre sí»
Manel Esteller
— Científico
Reloj biológico desacompasado
Los análisis desvelan que Maria Branyas tenía unos telómeros muy cortos. Este elemento, que se encuentra en el extremo de los cromosomas, suele definirse como un «cronómetro celular» que marca el envejecimiento y condiciones de fragilidad. En este caso, esta característica coincidía con un «escudo biológico» de variantes genéticas asociadas a menor riesgo cardiovascular, buena cognición y ausencia de diabetes. De ahí que, en la práctica, «su reloj epigenético indicaba que era 23 años más joven de lo que marcaba su edad real. «Sus células se comportaban como si tuviera unos 95 años», desvela el estudio.
Los análisis demuestran que a los 117 años sus células se comportaban aún como si tuviera 95
Otra de las características más llamativas es que, según indica este trabajo, Maria Branyas tenía un «metabolismo eficiente«, con «un perfil lipídico excepcional, con bajos niveles de grasas malas y sin apenas marcadores de inflamación«, algo clave en la prevención de cáncer y diabetes». También se observó que esta mujer tenía un «sistema inmune afinado» que, incluso pasados los cien años, era capaz de «reconocer patógenos externos y de no atacar a sus propias células, lo que evitó enfermedades autoinmunes».
Un yogur diario y una microbiota saludable
En sus entrevistas, Maria Branyas presumía de que su secreto para envejecer con buena salud era moderación en la dieta, cero tabaco y alcohol y, sobre todo, un consumo fiel de yogur. Los análisis confirman que esta supercentenaria, pese a su edad, tenía el «microbioma de una adolescente». Los estudios confirman que su flora intestinal estaba enriquecida con bifidobacterias y otros microorganismos beneficiosos que suelen abundar en personas jóvenes. «Creemos que su hábito de tomar un yogur al día contribuyó a este perfil antiinflamatorio», apunta Esteller.
Branyas presumía de que su secreto para envejecer con buena salud era moderación en la dieta, cero tabaco y alcohol y, sobre todo, un consumo fiel de yogur
Los científicos también encontraron que en el genoma de esta supercentenaria había un conjunto de mutaciones que, en otras circunstancias, se asocian con la aparición de leucemia pero que, en su caso, nunca llegaron a causar la enfermedad. «Esto refuerza la idea de que los mecanismos de protección son tan importantes como los factores de riesgo«, añade Esteller, recordando que los hábitos de vida saludable son clave para esquivar la aparición de ciertas enfermedades.
La historia de Maria Branyas, así como el hallazgo de todas las características que la hicieron superar la barrera de los cien años con buena salud, abre un nuevo foco de investigación y de esperanza para un envejecimiento sano. «Por primera vez podemos pensar en fármacos que no estén dirigidos a tratar una enfermedad concreta, sino a los procesos que vinculan envejecimiento y enfermedad. Eso podría retrasar la aparición de patologías y alargar los años de buena salud», afirma Esteller, mientras recuerda, orgulloso, que «Maria pidió ser estudiada para ayudar a otros y… así se ha hecho».
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