El fraude científico ha dejado de ser una mala práctica aislada para convertirse en una industria global y organizada. Existe un «mercado negro» de «fábricas de papers» que producen y venden investigaciones falsas a una escala sin precedentes, amenazando los cimientos del conocimiento.
El fraude científico, lejos de ser un conjunto de incidentes aislados, ha alcanzado proporciones industriales, revela un nuevo estudio publicado en PNAS basado en el análisis de miles de publicaciones, sus autores y editores. Su conclusión es categórica: los protagonistas del engaño ya no son solo «ovejas negras» individuales, sino redes criminales organizadas.
Estas redes no son marginales, sino sofisticados operadores globales que funcionan como un «mercado negro» de la ciencia. Ofrecen un catálogo de servicios que va desde la fabricación de artículos a medida hasta la inserción de autores en manuscritos fraudulentos y la negociación con editores cómplices para garantizar su publicación. El crecimiento de esta estafa es exponencial: supera con creces al de la ciencia legítima y envenena la literatura científica a un ritmo que las retractaciones no pueden contener, advierte el estudio.
Red cartografiada
El artículo de PNAS no se limita a señalar a estas «fábricas de papers» (paper mills), sino que cartografía una completa red de complicidades que incluye a editores, mediadores y grupos de autores que actúan de forma concertada para contaminar la literatura científica.
Valiéndose de una técnica forense digital, los autores de este trabajo analizaron la reutilización de imágenes manipuladas en miles de artículos. Esto les permitió trazar un mapa de conexiones ocultas, revelando «huellas» que agrupaban publicaciones aparentemente dispares en lotes surgidos de la misma fuente fraudulenta.
Este método desveló la existencia de «cárteles editoriales» dentro de revistas de renombre, como PLOS One, donde un reducido grupo de editores fue responsable de aprobar una cantidad desproporcionada de artículos que más tarde fueron identificados como fraudulentos o retractados.
Lógica de mercado
Estas organizaciones delictivas operan con una lógica mercantilista. Venden autorías a la carta —desde una firma discreta hasta la codiciada posición de primer autor— a investigadores desesperados por cumplir con las implacables métricas académicas del «publicar o perecer». Su modus operandi, denuncia el informe, se ha sofisticado hasta el punto de comprar (más bien secuestrar) revistas científicas legítimas pero inactivas, para explotar su prestigio y blanquear contenido falso.
La magnitud del problema es considerable. La producción de artículos sospechosos se duplica cada año y medio, una velocidad diez veces superior a la del crecimiento de la ciencia legítima. Esto significa que, a pesar de los esfuerzos de retractación de las editoriales, la proporción de basura científica en el acervo global de conocimiento no deja de aumentar. Se estima que cientos de miles de estudios falsos podrían estar circulando, envenenando el torrente sanguíneo de la ciencia con consecuencias todavía incalculables.
Erosión de la confianza
Las repercusiones de esta contaminación van mucho más allá de una simple mancha en el expediente académico. Investigadores honestos han perdido años de trabajo y financiación tratando de replicar resultados que nunca fueron reales, llegando incluso a abandonar campos de estudio inundados por una marea de falsedades.
La investigación fraudulenta representa una «amenaza considerable» que puede llevar a la diseminación de información incorrecta, «afectando adversamente los resultados de los pacientes» y distorsionando las guías de práctica clínica que los médicos usan a diario. La propia OMS advierte que estas malas prácticas científicas pueden tener «consecuencias dañinas para la salud pública».
Hay varios ejemplos trágicos: desde el escándalo en la Universidad de Duke, donde se promocionó un falso tratamiento contra el cáncer que «engañó a pacientes moribundos» , hasta el tristemente célebre fraude que vinculó las vacunas con el autismo, causando un resurgimiento de enfermedades prevenibles.
Referencia
The entities enabling scientific fraud at scale are large, resilient, and growing rapidly. Reese A. K. Richardson et al. PNAS August 4, 2025, 122 (32) e2420092122. DOI:https://doi.org/10.1073/pnas.242009212
Enfermedad sistémica
Lo que revela la nueva investigación es que el fraude científico ha dejado de ser una anomalía para convertirse en un síntoma de una enfermedad sistémica. Además de la presión académica por publicar, otras circunstancias, como la mercantilización del conocimiento y las métricas de evaluación, que priman la cantidad sobre la calidad, han creado el caldo de cultivo perfecto para que esta industria corrupta florezca.
La lucha contra ella no puede limitarse a identificar papers falsos; requiere una reforma profunda de los incentivos y la cultura del mundo académico, plantean los investigadores.
Contexto histórico
Este nivel de fraude científico, sin embargo, no ha surgido de la nada. Es la consecuencia directa de una crisis de confianza que estalló en la propia comunidad científica hace poco más de una década, conocida como la «crisis de replicabilidad», uno de los pilares del método científico. Salió a la luz cuando se demostró que muchos estudios canónicos, sobre todo en psicología, no podían ser reproducidos. El golpe definitivo llegó en 2011, cuando grandes farmacéuticas como Amgen y Bayer revelaron que eran incapaces de replicar la gran mayoría de las investigaciones oncológicas preclínicas consideradas «pioneras». Este caldo de cultivo, donde la fiabilidad de la ciencia se ponía en duda desde dentro, preparó el terreno para que el fraude pasara de ser una mala práctica individual a una industria organizada.
Peor momento
Esta erosión de la integridad científica no ha podido eclpsionar, por último, en el peor momento. En una era marcada por la polarización y la desinformación, la crisis interna de la ciencia impulsa los discursos políticos que niegan o distorsionan el conocimiento experto. Cuando la propia ciencia admite tener un grave problema de fiabilidad, ¿cómo puede defender su autoridad frente a quienes atacan el consenso sobre la seguridad de las vacunas o la urgencia de la emergencia climática?
Cada estudio fraudulento y cada retractación alimenta el relato de que la ciencia no es digna de confianza, socavando la capacidad de nuestras sociedades para tomar decisiones informadas sobre los mayores desafíos a los que nos enfrentamos.