En las vías fluviales de todo el planeta, las diminutas partículas microplásticas de caucho sintético que se van desprendiendo de los neumáticos de los vehículos o de llantas descartadas transportan varios productos químicos, que pueden transferirse a los peces, cangrejos y quizás incluso a las personas que los comen. Una nueva investigación sugiere que representan casi el 50% de la contaminación por microplásticos en la actualidad.
Un estudio publicado recientemente en la revista Sustainability y liderado por científicos de la Universidad de Mississippi, en Estados Unidos, estima que casi el 45% de toda la contaminación por microplásticos procede de las partículas de desgaste de neumáticos, superando ampliamente a otras fuentes tradicionales, como por ejemplo las bolsas plásticas.
Estas diminutas fracciones, con tamaños que oscilan entre 1 y 100 micrómetros, se integran con facilidad en el ciclo hidrológico, transportando contaminantes adheridos a grandes distancias. Las partículas de neumáticos se generan por la fricción constante del caucho contra el asfalto: a medida que los vehículos circulan, millones de microfragmentos quedan sobre la carretera, donde la lluvia los arrastra hacia zanjas y sistemas de drenaje urbano.
Desde los neumáticos a nuestras comidas
Posteriormente, fluyen desde esos sitios hasta ríos, lagos e incluso océanos, alimentando una corriente silenciosa e invisible de contaminación, que resulta casi imposible de contener utilizando los métodos convencionales de tratamiento de aguas.
Además del plástico, estos microfragmentos de caucho incorporan una variedad de aditivos químicos. Uno de los más preocupantes es el 6PPD, un antioxidante utilizado para prolongar la vida útil de los neumáticos. Al reaccionar con el ozono en el ambiente, el 6PPD se transforma en una sustancia altamente tóxica, que ha sido vinculada a mortandades masivas de peces en el noroeste de Estados Unidos y a efectos adversos en crustáceos de agua dulce.
Según indican los autores del estudio en un artículo publicado en The Conversation, la presencia de estos fragmentos de llantas no solo implica riesgos ecológicos, sino también posibles repercusiones en la salud humana. Investigaciones previas han demostrado que peces y cangrejos pueden acumular estos fragmentos en sus tejidos, transfiriendo de esta forma contaminantes a la cadena alimentaria. Consumir especies afectadas podría exponer a las personas a mezclas de plástico y compuestos tóxicos, aunque el alcance preciso de estos efectos aún se encuentra bajo análisis más rigurosos.
Una solución sostenible
Ante esta realidad, los científicos probaron en un trabajo de campo en Mississippi la eficacia de filtros rellenos con cascarillas de arroz y astillas de madera de pino, verificando reducciones de hasta un 97,6% en la concentración de partículas de desgaste de neumáticos, concretamente durante eventos de lluvia intensa. Estos resultados subrayan el potencial de las soluciones basadas en materiales sostenibles para mitigar la contaminación microscópica.
Referencia
Field Evaluation of Rice Husk Biochar and Pine Tree Woodchips for Removal of Tire Wear Particles from Urban Stormwater Runoff in Oxford, Mississippi (USA). Boluwatife S. Olubusoye et al. Sustainability (2025). DOI:https://doi.org/10.3390/su17094080
Sin embargo, la implementación a gran escala de estas tecnologías enfrenta desafíos logísticos y económicos. Por ejemplo, la necesidad de reemplazar periódicamente los filtros, así como la variabilidad en el caudal y la composición de los escurrimientos urbanos, complican su aplicación a largo plazo.
A pesar de estas dificultades, los especialistas coinciden en que integrar sistemas de biofiltración en cunetas y puntos críticos de drenaje es un paso imprescindible para reducir la carga tóxica que llega a los ecosistemas acuáticos, y debería ser encarado como una estrategia vital de sostenibilidad urbana y rural a lo largo y a lo ancho del planeta.