Defina si es posible de manera entendible el Deep Tech.
Una traducción literal al castellano es tecnología profunda. Tiene dos características fundamentales. Una es que son tecnologías intensivas en capital. Quiere decir hace falta muchísimo recurso económico para llevarlas del laboratorio al mercado. Otra es que son tecnologías muy arriesgadas, porque no hay un modelo de negocio claro.
Mucho dinero y riesgo. Esa es una combinación poco atractiva.
Hace falta mucha inversión y tiempos de maduración largos. Y hay mucho riesgo porque es un negocio incierto.
¿Qué ejemplos podría citar?
La computación cuántica, que requiere inversiones extraordinarias porque es muy costoso hacer funcionar esos dispositivos y el tipo de problema para el que se puede emplear no está claro. Si aterrizamos a la Universitat Politècnica, podríamos hablar de tecnología fotónica, donde estamos en un punto parecido al de la microelectrónica de los años 70, cuando se desarrolla el transistor y se empiezan a hacer los primeros microprocesadores. En fotónica está sucediendo algo así: se está construyendo la ciencia que permite manejar la luz en un chip programable. Es una tecnología con muchísimo potencial, pero muy arriesgada.
Salvador Coll / Fernando Bustamante
Sostiene que la Comunitat Valenciana tiene potencial para ser el Massachusetts de los 90 o el Eindhoven de los años 2000, porque hay talento latente.
Sí. La clave es el talento y hay que cuidarlo. Estamos en la posición diez a nivel mundial, pero nos cuesta mucho más que la ciencia llegue a generar nuevos productos, economía y empleo. Falta una orientación de ese talento no a producir más ciencia, sino también economía.
¿Y eso cómo se consigue? ¿Qué falta para convertir el conocimiento en industria?
Hay que apostar por algunos ámbitos. No podemos pretender hacerlo todo. Hay que seleccionar algunas tecnologías donde tengamos capacidades singulares.
¿Por ejemplo?
Quizá la industria aeroespacial, que está despuntando con lanzadores y empresas auxiliares y tenemos capacidades tecnológicas muy importantes en las universidades. Ese podría ser un ámbito, también el de la fotónica, porque somos líderes internacionales en fotónica programable. Hay que apostar y dotar recursos públicos que puedan apalancar otros privados para escalar esa tecnología del laboratorio al mercado.
Falta una orientación del talento no a producir más ciencia, sino también economía
O sea, el empuje ha de ser público.
Puede tener un efecto tractor muy importante. También si queremos evitar que la tecnología que podamos desarrollar termine siendo capturada por fondos internacionales tenemos que implicar a las empresas españolas.
Usted defiende ‘la soberanía tecnológica’ y dice que cada algoritmo entrenado en nubes ajenas erosiona la autonomía. ¿Nos estamos jugando autonomía?
Sí. Ahora hay una explosión de actividad alrededor de la inteligencia artificial, pero los algoritmos no son propiedad nuestra, sino que están ejecutándose en computadores controlados por otros poderes geopolíticos y nos pueden cortar el acceso. Nos pueden desconectar de manera dramática. Es importante no quedarse atrás en esa carrera, procurar protegernos o ser relevantes.
¿Qué consecuencias concretas puede tener quedarse atrás en la carrera de la ciencia profunda?
Si no somos dueños de ninguna tecnología, nos quedaremos en un país de usuarios de servicios o productos de otros. Por lo tanto, el valor añadido que podamos incorporar a nuestra economía será bajo. Si no somos dueños de tecnología o tenemos control sobre alguna relevante en el mundo, perdemos muchísima capacidad estratégica.
El mundo moderno parecía que era el de la globalización y el de la deslocalización. ¿No lo es tanto?
Quizá ha habido un cambio de tendencia. Ahí debemos adoptar una postura de cooperación en el entorno europeo. Las apuestas relevantes tienen que ser apuestas europeas, sin sesgos o egoísmos nacionales, para proteger algunos ejes de innovación.
La humanidad, como históricamente ha hecho, será capaz de dejar bajo control los riesgos de los avances
Apuesta por buscar fórmulas que permitan crecer sin deslocalizar, buscar compromisos de compra por parte de instituciones públicas.
Sí, tenemos el caso de la UPV, con un programa de creación de ‘spin offs’ propio, pero llega un momento en que esas tecnologías necesitan que entren decenas de millones de euros y en ese momento aparecen fondos e inversores internacionales. Con lo cual, el dilema es que generamos actividad económica con nuestra ciencia, pero termina siendo capturada por otro entorno económico. ¿Realmente queremos eso? De todas maneras, si una tecnología termina siendo vendida dejará valor económico y ese retorno lo podremos usar en la generación de nuevas ideas.
Y con la idea siempre de que este tipo de tecnología no sobrevive con microcréditos.
Hacen falta muchos recursos, somos pequeños a escala global y es difícil atraer grandes fondos, pero podemos compensar eso con una estrategia política, de país, para invertir en algunas tecnologías de valor. Ya hay iniciativas en esa dirección: se presentó en mayo en València un fondo de Deep Tech con cerca de 400 millones.
¿Estamos mejor que estábamos en cuanto a retención de talento?
Totalmente. Entra capital extranjero, pero los equipos técnicos quedan aquí. Y si el talento queda aquí, provoca atracción de nuevo talento. No observamos en las estadísticas una fuga, sino una circulación de talento: gente que se mueve fuera de España, pero luego retornan.
¿El objetivo de la universidad sería pasar de ser de proveedores de ingenieros a ser corazón industrial de algo nuevo?
Esa sería nuestra visión. Tenemos que promover que nuestra ciencia genere impacto económico positivo para nuestra sociedad. Debemos hacer todo lo que podamos para procurar que suceda.
La base de todo lo que estamos hablando son algoritmos. Para algunos, esta es la era del caos, en el sentido de que lo tangible y real se diluyen. ¿Usted es pesimista respecto al mundo de hoy y al que viene?
Soy optimista. La innovación es buena. En la historia siempre ha habido ciclos. Las revoluciones industriales y tecnológicas han creado siempre una doble visión del lado bueno y malo de esos cambios. Ha habido una ida y vuelta en las expectativas y la realidad de lo conseguido y eso se ha producido también ahora, quizá con mucha más velocidad. Pero confío en que la humanidad, como históricamente ha hecho, sea capaz de aprovechar las oportunidades y dejar bajo control los riesgos de los avances. Soy optimista y creo que el uso en favor del progreso siempre será predominante respecto a los aspectos negativos.
O sea, ¿ el futuro será mejor que el presente?
Sí. Soy optimista.
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