El gigantesco cometa Atlas viaja a una velocidad de vértigo. Desde que uno de los planetas de su sistema lo lanzara hacia la oscura inmensidad del cosmos, la roca errante –ataviada tan solo con su traje de hielo– ha estado vagando a unos 240.000 kilómetros por hora en la oscuridad. Pero algo ha cambiado en las últimas semanas: Atlas ha visto la luz. Un fulgor tenue pero constante. El de nuestro Sol. Ahora el gigante frío pasará los próximos meses paseando como turista entre planetas, asteroides y estrellas de nuestro Sistema Solar, llegando incluso a acercarse (aunque muy lejos) a La Tierra.
I3/Atlas –como es conocido entre los círculos científicos– es el tercer objeto interestelar que llega por casualidad a nuestro vecindario solar. Y también el más grande. El primero fue el 1I/Oumuamua (2017) de unos 200 metros de diámetro y el segundo, 2I/Borisov (2019), que medía entre 1,4 y 6,6 kilómetros.
Desde que fue detectado (el pasado 1 de julio), los científicos de todo el mundo se han obcecado en escudriñar cada noche el cielo para sacar toda la información posible de este cometa antes de que desaparezca para siempre. «Una vez cruce nuestro entorno, no lo volveremos a ver», explica el investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), Javier Licandro, que lleva ya varias noches observando la gran roca interestelar . Tras cruzar, lo que le espera es un solitario destino: «es posible que este cometa no se vuelva a tropezar con un sistema como el nuestro porque el universo es, en su mayoría, oscuridad», relata Licandro.
Lo que sabemos de Atlas
Este inusual turista recorrerá el Sistema Solar hasta finales de año. En menos de una semana los científicos ya han podido conocerlo un poco mejor.
Se trata de un cometa y no un asteroide. «Hemos visto que tiene un núcleo y una coma ( una nube brillante de gas y polvo que rodea al cometa a medida que se acerca al Sol)», resalta Licandro, que explica que, por el momento, es ta cola es pequeña. Esto puede deberse a la distancia que lo separa de la Tierra. No en vano, «acaba de cruzar la órbita de Júpiter», tal y como explica el investigador. En octubre pasará por la de Marte y a finales de ese mes (el 30), será su perihelio, el día que más acerque al Sol.
Dicha jornada no será, sin embargo, la mejor para su observación. Los investigadores calculan que las mejores noches para verlo serán las de diciembre. «No estará tapado por el Sol y podremos estudiarlo, estaremos todos atentos», afirma Licandro.
Un ojo desde Canarias
Al ratificar que Atlas es un cometa, los investigadores han podido empezar a intuir cuál es su composición. Así, aunque en estos momentos lo están observando desde La Palma, con el Gran Telescopio de Canarias (GTC), y Tenerife, con el Transit Survey Telescope (TST) o los Two-Meter Twin Telescope (TTT) para conocer con exactitud de qué está hecho, los científicos ya saben al menos que en su superficie tiene agua en forma de hielo. «Un cometa es, básicamente una bola de hielo y roca que se forma en las partes más externas de los discos», explica.
Estas cuatro noches de observación han dado para mucho, pues la comunidad científica también sabe ya que el cometa es un coloso, el más grande de los objetos interestelares que han irrumpido en el Sistema Solar. Los datos oscilan, pero el IAC afirma que se encuentra entre los 10 y los 30 kilómetros. Algunos cálculos aumentan su diámetro hasta los 40 kilómetros.
El cometa viaja a una velocidad de vértigo por el universo. Se calcula que avanza a unos 221.000 kilómetros por hora. Eso significa que viaja 62 veces más rápido que el avión tripulado más veloz del mundo (SR-71 Blackbird). Además, «se nos ha cruzado de frente», explica Licandro. Esto supone que el cometa pasará prácticamente en línea recta por el Sistema Solar. «Solo se desviará un poco por el empujón gravitatorio del Sol», insiste. Su trayectoria es, por tanto, hiperbólica porque no sigue una órbita cerrrada alrededor del Sol.
No se acercará a la Tierra
Tampoco se acercará a la Tierra. No se acercará, según la NASA, a menos de 1,6 unidades astronómicas de La Tierra, es decir, se quedará a unos 240 millones de kilómetros de nuestro planeta.
Para los astrofísicos, el paso de Atlas es una oportunidad científica que pocas veces se repite. «Vamos a estudiar cómo es un cometa que orbita alrededor de una estrella diferente al Sol», sentencia Licandro, que insiste en que eso permitirá saber si son parecidos o no a los que ya conocemos. «Toda esa información nos ayudará a entender cómo son los procesos de formación de planetas alrededor de otras estrellas», insiste.
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