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China contra el erotismo: docenas de jóvenes escritoras de relatos eróticos LGTBI, detenidas

“Nunca imaginé que esos 300.000 clics y los 4.000 yuanes (477 euros) acumulados en royalties por esas oscuras palabras a lo largo del tiempo se convertirían en evidencias criminales”, lamentaba una escritora en Weibo, la plataforma más célebre en China. Es una de las docenas de jóvenes detenidas por publicar relatos eróticos en una ola de puritanismo que chirría en la China moderna. Muchas son aficionadas veinteañeras, algunas incluso estudiantes, con más urgencias económicas que pretensiones por sabotear la moral socialista. “Sólo quería algo de dinero para aliviar los problemas económicos de mi familia”, justificaba aquella autora.

La campaña ocupa estos días el debate social. Los editoriales de la prensa nacional exigen decoro mientras decenas de abogados se ofrecen a defenderlas probono y en las redes sociales abunda la solidaridad hacia las perseguidas y preguntas sobre si hoy se podrían publicar cúspides de la literatura china picantonas como ‘El sueño del pabellón rojo’. La situación, en cualquier caso, recomienda prudencia y contrición. Las autoras censuran o retiran sus obras de las plataformas a la carrera y borran sus huellas en las redes sociales. Una autora, Pingping Anan Yongfu, había expuesto su denigratorio arresto en un post viral ya eliminado. En su lugar ya solo se lee: “Siempre fui una buena chica a los ojos de mis padres pero aquel día solo les provoqué vergüenza. Nunca más levantarán la cabeza”.

La Ley Criminal de 2004 castiga el provecho económico del material obsceno. Una enmienda aprobada cuatro años después contemplaba también la distribución en internet y establecía penas de tres años hasta 10 años en supuestos “especialmente graves”. El castigo depende en última instancia de las ganancias. Los escritores anónimos salen del aprieto devolviéndolas y pagando una multa mientras los más exitosos acaban entre rejas.

En la diana está el danmei, traducible como por “adicto a la belleza”, un género literario ligero sobre amoríos y frotamientos mayoritariamente entre hombres pero que escriben y leen las mujeres. Nació en los años 90 del manga japonés y sumó elementos chinos. Es subversiva porque ofrece un desahogo a las pulsiones de libertad frente al marco confuciano de matrimonio y maternidad. Describen pasiones desatadas en contextos históricos o de ciencia ficción y cuentan con millones de fieles. Autoras y lectoras se encuentran en plataformas chinas especializadas o en la taiwanesa Haitang, censurada en el continente, lo que aconseja relativizar esa gran muralla cibernética inexpugnable de la que tercamente habla la prensa occidental: pocos chinos hay sin una VPN para ver lo que les interesa.

El género trascendió del irrelevante nicho al fenómeno cultural cuando algunas novelas fueron adaptadas por las televisiones o plataformas de streaming, afeitadas ya de sus escenas sudorosas. Actores tan célebres como Wang Yibo o Xiao Zhan empezaron su carrera en series de danmei. ‘Los indómitos’ acumuló 200 millones de reproducciones diarias en su último mes en la plataforma Tencent y los 36 episodios de Palabra de Honor disfrutaron de entusiastas críticas internacionales tras ser emitidas en Netflix y Youtube. Las plataformas chinas han comprado ya los derechos de 59 obras en el último lustro. Todas las autoras que cuelgan sus obras sueñan con llamar la atención de los productores para multiplicar sus magros ingresos por clics.

En la diana está el danmei, traducible como por “adicto a la belleza”, un género literario ligero sobre amoríos y frotamientos mayoritariamente entre hombres pero que escriben y leen las mujeres. / EPC

El acoso a las escritoras es otra de las cíclicas campañas para limpiar las redes y televisiones de obscenidad y actitudes desaconsejables para la juventud. Son conceptos que las autoridades interpretan con laxitud. Pueden corregir digitalmente los esplendorosos escotes de una serie histórica o prohibir la participación en concursos de jóvenes aniñados con llanto fácil. El sexo es tabú, desde el porno a la educación escolar. Con la natalidad en mínimos, además, urge publicitar los roles tradicionales de la familia.

Pero lo que explica la saña actual, sospechan los abogados, son las menguadas arcas policiales. Los fondos del cuerpo llegan de varias fuentes y la principal, los gobiernos locales, se ha secado. Su tradicional vía de financiación era la venta de terrenos a promotores y la crisis inmobiliaria la imposibilita ahora. Las multas y confiscaciones, que subieron el pasado año un 15%, son una alternativa. Se ha popularizado lo que aquí se llama “pesca de alta mar”: es la pulsión de algunas administraciones por multar a tipos que viven más allá de sus límites geográficos, una práctica que el Gobierno central ha pretendido embridar sin resultado. El cibercrimen es idóneo porque basta con acreditar un lector local corrompido para perseguir al escritor. Ahí han visto el filón las autoridades de Lanzhou, una ciudad estratégicamente situada en el centro del país, y que ha echado las redes sin recato. La mayoría de las detenidas ha acabado ahí, a menudo gastándose en los vuelos más de lo que habían ganado con sus historias.

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