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Acciones como jugar con un mechón de pelo o hacer garabatos en un papel pueden parecer inofensivas o incluso molestas. Pero la ciencia revela que estos gestos repetitivos, conocidos como fidgeting, tienen una función clave.
04 de julio de 2025, 14:05
Reventar plástico de burbujas, girar un bolígrafo entre los dedos, hacer garabatos en un papel o incluso jugar con el pelo. Estos gestos automáticos que muchos hacemos sin darnos cuenta no son simples manías, sino respuestas del cerebro ante ciertas necesidades internas, según afirman diversos estudios científicos.
La doctora en Biomedicina y divulgadora científica Teresa Arnandis (@ladyscience) explica que estas acciones cumplen una función sensorial concreta: “El cerebro busca estímulos repetitivos que lo ayuden a calmarse o concentrarse”.
Este fenómeno es conocido como fidgeting y puede compararse al uso de pelotas antiestrés o dispositivos sensoriales.
Uno de los ejemplos más conocidos es el clásico plástico de burbujas. Según Arnandis, la combinación del sonido seco, la presión con los dedos y la gratificación inmediata genera una sensación placentera. De hecho, existen terapias en realidad virtual que replican esta experiencia como parte de tratamientos para personas con movilidad reducida, como lo demuestra un estudio publicado en Scientific Reports.
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La clave, explican los expertos, está en que estos estímulos táctiles y auditivos activan mecanismos de regulación emocional, algo que puede reducir el estrés e incluso mejorar el foco.
Un trabajo realizado por la Universidad de Auckland y el Instituto de Investigación Médica Matai, en Nueva Zelanda, analizó los beneficios del fidgeting en el rendimiento cognitivo.
La investigación mostró que mover las manos o manipular objetos pequeños aumenta el flujo sanguíneo en la corteza prefrontal, la zona del cerebro asociada a la atención ejecutiva y la toma de decisiones.
Si bien el estudio se enfocó en personas con TDAH, también detectó mejoras en adultos sin este diagnóstico. El hallazgo sugiere que el fidgeting podría ser una estrategia natural del cerebro para mantenerse activo y enfocado, más allá del diagnóstico clínico.
Otra investigación, esta vez del psicólogo KM Dillon publicada en PubMed, evaluó si reventar plástico de burbujas podía funcionar como técnica de alivio emocional.
En el estudio participaron estudiantes universitarios, quienes tras manipular este material dijeron sentirse menos estresados, con más energía y mejor estado de ánimo.
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Uno de los beneficios principales, según Dillon, es que no requiere entrenamiento ni técnicas complejas, y a diferencia de otras formas de relajación estructurada, no genera efectos adversos en personas con ansiedad.
La ciencia demuestra que estos pequeños gestos son en realidad mecanismos de autorregulación cerebral que el cuerpo activa para enfrentar el estrés, la sobrecarga cognitiva o el aburrimiento.