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El Rey Trump ya tiene su guerra de Irak(n)

Donald Trump, presidente de EEUU. / EFE

La Directora Nacional de Inteligencia de Estados Unidos se refirió la semana pasada al ayatolá Jamenei, salvo que le llamó Jomeini. Así se resume la preparación intelectual de la entrada de Estados Unidos en la guerra Israel-Irán. El jueves sin ir más lejos, Trump resumía su intervención bélica en que «puede que lo haga, puede que no lo haga, nadie sabe lo que voy a hacer». Otro alarde doctrinal. En realidad, el ‘Pequeño Satán’ israelí aporta el cerebro y el ‘Gran Satán’ de Washington añade el músculo, para penetrar instalaciones subterráneas con las bombas más pesadas de la historia.

Irán cuenta con un solo campo de golf, lo cual descarta la voluntad inversora de Trump. El bombardeo del país asiático persigue la consolidación de Estados Unidos como una monarquía absoluta, con una sola voluntad ejecutiva que denigra incluso el papel consultivo del Congreso. El derrumbe de la teocracia por designio de una sola persona afianza el caprichoso «puede que lo haga, puede que no lo haga».

El presidente estadounidense envidia a su homónimo norcoreano, aunque lo llame Kim Jong Young.

El Rey Trump ya tiene su guerra de Irak(n), donde sirvió su vicepresidente Vance. A fecha de hoy, el peor presidente de la historia de Estados Unidos continúa siendo George Bush, el hombre que confundió a la vez Afganistán conPakistán e Irán con Irak, donde acabó beneficiando a los ayatolás al liquidar a Sadam. Antes de golpear instalaciones nucleares el sábado con el Martillo de Medianoche, el actual inquilino de la Casa Blanca denunció la liberación a muerte de los iraquíes en su campaña electoral de 2016, y explotó para su reelección la retirada a la vietnamita de las tropas americanas desplegadas en suelo afgano. A su juicio, la desastrosa maniobra de Biden «convirtió a América en un país tercermundista». Es tan fatuo, que ahora se jactará de que hay el doble de iraníes que de iraquíes.

Hasta este mismo sábado, el trumpismo era pacifista y aislacionista, no por principios sino por ahorrar. Ahora presume por boca de su líder máximo de «la aniquilación completa y total» de las instalaciones nucleares iraníes. Interesa averiguar el motivo, que no la razón inexistente, del cambio de perspectiva. Mientras tanto, Putin consolidará sus exigencias en Ucrania y Xi Jinping puede invadir Taiwan con total normalidad. La Unión Europea se pronunciará dos días después de la acción militar, para garantizar que nadie la tome en consideración.

Trump absorbe el protagonismo con la ferocidad de un agujero negro. No admite la mínima competencia en las portadas, por eso el secretario de Defensa se apresura a hablar de «la audaz y brillante operación del presidente», y la rehabilitación de Netanyahu solo culminará si no pretende encabezar la guerra. La ansiedad del estrellato provocará por contra que Trump se aburra pronto de Irán, donde ha desencadenado una guerra sin muertos estadounidenses en las primeras horas del conflicto.

Su poder absoluto todavía no se extiende a la vida de su súbditos, cuarenta mil de los cuales están ahora mismo al alcance de una estéril represalia desde Teherán, desplegados en las bases militares de la zona.

Sin embargo, la volatilidad infantil de Trump puede significar el principal antídoto contra el riesgo de escalada global del bombardeo contra la dictadura iraní.

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