Buenos Aires tiene mucho para ofrecer en este fin de semana largo que se aproxima, con destinos que combinan naturaleza, historia y buena gastronomía. Uno de esos rincones es Egaña, un pequeño pueblo que sorprende con su imponente castillo de estilo europeo, una construcción que parece salida de otro tiempo y que capta la atención de todos los visitantes. Pero, Egaña no se resume solo a esa postal: el lugar invita a disfrutar de caminatas al aire libre, sabores caseros y una tranquilidad que lo convierte en una escapada ideal para quienes buscan algo distinto sin alejarse demasiado.
Si bien el Castillo San Francisco acapara gran parte de la atención por su historia, su arquitectura imponente y el halo de misterio que lo rodea, Egaña como pueblo también ofrece una experiencia distinta. Con su tranquilidad rural, paisajes abiertos y un ritmo de vida pausado, se convierte en un escape perfecto de la rutina para quienes buscan desconectar el fin de semana. Es un lugar donde se puede caminar por calles silenciosas, saborear platos caseros y descubrir rincones llenos de historia, algo que hace de la visita mucho más que un simple paseo por una imponente construcción.
Egaña es una pequeña localidad del partido de Rauch, ubicada al sudeste de la provincia de Buenos Aires. Su origen está estrechamente ligado al paso del ferrocarril: en otros tiempos, el tren que unía Las Flores con Tandil solía detenerse allí, y la estación era el centro de la vida del pueblo.
Hoy, solo dos bancos de plaza resisten el paso del tiempo mientras esperan el paso del tren de carga que aún circula un par de veces por semana. Con una marcada herencia vasca —reflejada en sus dos frontones de pelota paleta—, Egaña conserva su identidad rural con una escuela primaria, una capilla, una sala de salud, un club social y un antiguo almacén que supo recibir viajeros y servir comidas. El pueblo toma su nombre de Andrés Egaña, estanciero de la zona y quien donó los terrenos donde se levantó la estación.
Un clásico del pueblo, fundado en 1884. Antes funcionaba como almacén tradicional y hoy ofrece comidas caseras, bebidas típicas y esa calidez de pueblo chico que tanto atrae. Se trata del punto de encuentro de vecinos y visitantes que buscan sabores auténticos.
Dirección: Estación Egaña, Partido de Rauch, Buenos Aires
La estación Egaña, inaugurada en 1905, fue un punto clave en el ramal ferroviario que unía Las Flores con Tandil. Aunque hoy solo recibe trenes de carga, se mantiene como un símbolo histórico del pueblo y un testimonio del importante papel que tuvo el ferrocarril en el desarrollo de la región.
Dirección: Camino al Castillo San Francisco, Egaña, Partido de Rauch
Es un tranquilo espacio de culto que refleja el alma del pueblo y su herencia comunitaria. Situada cerca del Club Independiente y de la sala de primeros auxilios, esta capilla se destaca por su fachada sencilla en ladrillo y su espíritu acogedor. A pesar de su tamaño modesto, es parte importante del paisaje local y un lugar de encuentro para los vecinos, ideal para quienes buscan un momento de calma y conexión durante una visita al pueblo.
A tan solo 20 km de Egaña, en la ciudad de Rauch, Odiseo se presenta como una opción gastronómica moderna y vibrante. Su propuesta incluye platos de tierra y mar, cocina de autor, pizzas a la piedra y una cuidada selección de cervezas artesanales y coctelería. Abre de jueves a domingo, de 19 h hasta las 2 de la madrugada, lo que lo convierte en un punto ideal tanto para una cena relajada como para una salida nocturna regional.
Dirección: Letamendi 599, Rauch, Buenos Aires
Especializado en cervezas artesanales, buena comida y música en vivo, Viejas Chapas abre de jueves a domingo desde las 19:30 h, con happy hour y distintas propuestas durante el fin de semana. Su carta incluye una amplia variedad: desde milanesas hasta hamburguesas caseras (completa o personalizada), lomitos, pastas caseras, entradas, picadas y postres.
Dirección: esquina Coronel Suárez y Letamendi, Rauch, Buenos Aires.
Además de estas propuestas destacadas, Rauch cuenta con una variada oferta gastronómica que incluye parrillas tradicionales, bares con cocina casera y restaurantes con menú regional. Es una excelente alternativa para quienes, después de recorrer Egaña, buscan cerrar el día con una buena comida en un ambiente relajado. La cercanía entre ambos destinos permite combinar naturaleza, historia y sabores locales en una misma escapada.
Uno de los grandes atractivos de Egaña es, sin dudas, el majestuoso Castillo San Francisco. Su historia comienza a principios del siglo XX, cuando Eugenio Díaz Vélez, fascinado por la arquitectura europea, decidió construir una residencia al estilo de los castillos que había conocido durante sus viajes. Diseñó los planos, trajo materiales desde Europa —como estufas labradas y mármoles de Carrara— y dirigió personalmente la obra entre 1918 y 1930. Sin embargo, lo que debía ser una gran celebración familiar terminó en tragedia: Eugenio falleció en Barracas justo antes de la inauguración y el castillo quedó cerrado durante décadas.
Durante 30 años, el lugar se mantuvo tal como lo había dejado la familia, con los manteles puestos y cada objeto de decoración en su sitio, hasta que la reapertura mostró un interior detenido en el tiempo. Más tarde, el castillo fue reutilizado como orfanato, lo que implicó algunas reformas. Allí vivió Eduardo Burg, su administrador, quien desarrolló un profundo vínculo con el edificio. En 1974, su historia volvió a teñirse de tragedia cuando fue asesinado por un joven que había crecido en la institución. Tras ese trágico hecho, el castillo volvió a cerrar sus puertas.
Más de tres décadas después, en 2010, un grupo de vecinos decidió recuperar el espacio. Desde entonces, el Castillo San Francisco se transformó en un ícono turístico de la región. Con 77 habitaciones, 14 baños y una arquitectura en la que no hay un “frente principal” definido —cada cara cumple una función única—, su recorrido es una experiencia atrapante para quienes buscan arquitectura, historia y misterio en un mismo lugar. Hoy, se puede visitar con un guía y es uno de los puntos más elegidos por quienes llegan a Egaña.
Sin lugar a dudas, este pueblo pequeño y tranquilo es una opción perfecta para quienes buscan alejarse del ruido y el ritmo acelerado de la ciudad. Sus calles silenciosas invitan a caminar sin apuro, mientras que cada rincón ofrece una postal ideal para capturar con la cámara. Es un destino para desconectar, respirar aire puro y disfrutar de la simpleza y belleza del campo bonaerense.
Egaña se encuentra a unos 20 kilómetros de la ciudad de Rauch, en el sudeste de la provincia de Buenos Aires. Está ubicada sobre las vías del Ferrocarril General Roca, en el antiguo ramal que conecta Las Flores con Tandil, y cuenta con su propia estación ferroviaria, hoy utilizada solo para el paso del tren de carga.
Para llegar desde la ciudad de Buenos Aires, se puede tomar la Ruta Nacional 3 hasta Las Flores y luego continuar por la Ruta Provincial 30 en dirección a Rauch. Desde allí, un desvío por caminos rurales conduce hasta este pintoresco pueblo que, aunque pequeño, tiene mucho por contar.