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Semana crucial, tras un breve paréntesis

La realidad política argentina nunca da respiro. En todo caso, baja su intensidad para tomar impulso. Es lo que ocurre en este paréntesis, con breves interrupciones, que abrió el acuerdo con el FMI y que está cerrando el duelo impuesto por la muerte del papa Bergoglio.

Sin necesidad de presuponer contingencias, que nunca faltan en el país, la agenda para la semana próxima ya tiene suficientes acontecimientos previstos como para ir conteniendo el aliento.

Para empezar, resalta la interpelación parlamentaria al jefe de Gabinete, Guillermo Francos, por el Criptogate, tras la suspensión por la semana de luto. Significará la reposición de situaciones algo más que incómodas para el Gobierno y, en particular, para Javier y Karina Milei, que no han logrado aclarar ni despegarse de un escándalo sobre el que el paso de tiempo solo ha sumado opacidades y evidencias comprometedoras. Será el fin del relax que le dieron al Gobierno los mercados tras la apertura del cepo cambiario para las personas físicas.

El mismo día, la agenda prevé el tratamiento de la suspensión de las PASO bonaerenses, impulsada por el gobernador Axel Kicillof, que la agria pelea interna con el cristicamporismo viene demorando.

También el martes se hará el debate entre quienes encabezan las listas de la elección porteña para entrar ya en la recta final de esa puja, cuyo desenlace, el próximo 18 de mayo, puede dejar conclusiones más que relevantes para el futuro de la organización política-partidaria argentina y, también, de la economía.

En la performance del peronismo, liderado por Leandro Santoro; del oficialismo, con la candidatura del vocero presidencial, Manuel Adorni, y de Pro con la postulación de Silvia Lospennato se juega mucho más que un desafío distrital y la composición de una legislatura local. El propio oficialismo, de la mano de los hermanos Milei, nacionalizó la campaña y la elección, con el fin de arrebatarle el distrito al macrismo y quedarse con la hegemonía del electorado que va del centro a la derecha extrema.

Javier MileiAlfredo Sábat

Por lo pronto, desde la provincia de Buenos Aires casi todos los actores esperan con impaciencia lo que sucederá al otro lado del Riachuelo para definir estrategias.

Aunque las tres situaciones que ocurrirán el martes próximo parezcan correr por carriles paralelos que no se tocan, la reanudación febril de la actividad parlamentaria y político-electoral oficiará como un nuevo punto de partida para el proceso de reordenamiento del mapa político en marcha.

Esa reorganización implica empezar a definir si la hiperfragmentación de la oposición se consolida y se proyecta en el tiempo, como aspira y para lo que trabaja el Gobierno, o si es el comienzo de un reagrupamiento con nuevas formas y colores de buena parte de los adversarios que con notable tenacidad ha ido construyendo Milei.

Nadie duda de que en buena medida todo sigue dependiendo de la economía. En especial de la inflación y el dólar. Sin embargo, la política tiene dinámicas intrínsecas capaces de alterar su propio desenvolvimiento e impactar sobre la economía. Para bien o para mal.

Ayer, la directora del FMI, Kristalina Georgieva, hizo explícita la preocupación por lo que pase en los próximos comicios legislativos. En una incursión singular en la política interna argentina instó a que en las elecciones “no descarrile la voluntad de cambio”, aunque aclaró: “Hasta ahora no vemos que ese riesgo se materialice”.

Por eso, no dará igual si el jefe de Gabinete sale airoso en Diputados o tropieza en un tema de alta sensibilidad que hace a la transparencia del Gobierno y la honestidad de lo más alto del poder.

Tampoco tendrá un efecto neutro si el kirchnerismo termina partiéndose en el territorio bonaerense o si pone bajo la alfombra sus irreconciliables diferencias y logra acordar el calendario electoral y la composición de las listas, tanto en el plano provincial como nacional. Y mucho menos será indiferente para electores y actores económicos si La Libertad Avanza o el peronismo se imponen en la campaña y en la elección porteña. El martes empezará a correrse el telón.

De todo esto también depende que se llegue a un acuerdo o un desacuerdo definitivo entre oficialismo libertario y Pro. Una de las incógnitas clave por despejar y que en las últimas horas aportó una de las pocas novedades en este paréntesis de declamado luto y recogimiento.

En el caso de la interpelación al jefe de Gabinete, el tenor, la agudeza y la precisión de las preguntas que reciba Francos en el Congreso, así como su capacidad para responderlas con solvencia para disipar dudas y no abrir nuevos motivos de sospecha, tienen el potencial de marcar fuertemente este tiempo político. Para el Gobierno y para los opositores.

En una demostración de que en la Casa Rosada tienen clara la relevancia de la cita, los preparativos para este match han sido intensos, aunque desde la cima del poder digan que “será un espectáculo de los opositores rancios, que no va a tener ningún impacto más que el mediático y en el círculo rojo”, sin potencial de daño real en términos político-electorales.

Sin embargo, suena como una alarma constante en la Casa Rosada el mal precedente de la entrevista televisiva protagonizada por Milei tras el estallido del escándalo, en la que no logró despejar sospechas, sino que dejó abiertos varios flancos. Con el agravante de la intromisión del asesor Santiago Caputo para censurar partes de esa conversación porque podrían complicar la estrategia defensiva, que terminó haciéndose pública con imágenes y audios irrefutables.

Para tranquilidad de los mileístas más prudentes (que, en verdad, no abundan), Francos asoma como un mejor declarante, por conocimientos del derecho, experiencia política y estabilidad emocional, con apego a los libretos antes que afecto a las improvisaciones. Todas diferencias a su favor respecto de su jefe en problemas, que sigue acelerando en las curvas a pesar de los rayones que sufre su figura.

La suspensión o no de las PASO bonaerenses, que debería tratarse el martes, no solo resolverá el calendario y la forma en la que la política provincial dirimirá candidaturas y la ciudadanía elegirá legisladores y concejales.

También expondrá, cómo se dijo antes, hasta dónde llega la crisis interna del kirchnerismo y cuán profundo es el desafío que por primera vez enfrenta desde adentro Cristina Fernández.

Es esa toda una señal de retroceso en el liderazgo antes indiscutido e indiscutible internamente que sufre la expresidenta y exvicepresidenta (aunque ella prefiera que no se la recuerde en ese cargo). Un deterioro que podría quedar más aún en evidencia y no tanto por la devoción que siguen profesándole sus más fieles.

Cristina Kirchner debería agradecer el aporte de varios opositores que se esmeran por agrandar el poder de su sombra para justificar su sumisión al mileísmo y obtener el beneplácito de sus votantes, sin tener que explicar su defección en materia de valores republicanos que antaño anteponían a casi todo, ni encarar una riesgosa construcción nueva. Los amarillos que se tiñeron de violeta son los más entusiastas a la hora de agitar ese fantasma.

Ese es en parte también el eje de la disputa que atraviesa a Pro, que este miércoles tuvo un pico de tensión cuando Macri, en una inesperada referencia al cancionero de Joan Manuel Serrat, marcó la diferencia entre valor y precio para separar a los que se apuraron a pasarse sin condiciones al bando libertario de los que él intenta mantener a su lado.

La rápida respuesta del alcalde de Tres de Febrero, Diego Valenzuela, que corrió a ponerse el sayo arrojado por el expresidente, muestra la urgencia por reafirmar la nueva fe y hacer profesión de ella que tienen estos neolibertarios. Milei le pagó el gesto. Defendió a los conversos (a los que algunos con apego al diccionario prefieren denominar tránsfugas) y desafió con ironía a Macri, al pedirle que muestre la factura por la compra de dirigentes, como el jefe de Pro había acusado.

La jugada de Macri buscó, fundamentalmente, exponer para retener a los que todavía siguen en Pro, pero ya tienen listo pasaporte, visa, valija y remis pedido para cruzar la frontera, como el diputado Diego Santilli y el intendente de Mar del Plata, Guillermo Montenegro.

También, tuvo por destinatario al oficialismo libertario y a los amarillos que dudan todos los días ante un frascos de tintura violeta.

La consigna “acuerdo entre partidos o nada”, que el miércoles bajó el titular de Pro, tiene garantía de supervivencia hasta la noche de las elecciones porteñas. El resultado dirá si logra una extensión o si una mala performance de Pro termina de derribar el precario dique que con mucho esfuerzo intentan sostener Macri y unos pocos más.

Por ahora, nadie se ha animado a contradecirlo a fondo, de frente. Los que ya se fueron prefirieron hacerlo silbando bajito y sin mirar atrás. “Todavía no llegó el día en el que los que se hacen los picantes en el off the record se animen a hacerlo en presencia de Mauricio”, explicó uno de sus fieles. Una forma de admitir también que existe disidencia aunque nadie se anime aún a convertirse abiertamente en disidente.

La incertidumbre sobre si LLA o Pro ocuparán el tercer lugar en las elecciones porteñas, dado que el peronista Santoro lidera la mayoría de las encuestas (inclusive las que validan libertarios y macristas) opera como un retardador.

Además, el desdoblamiento de las elecciones en la provincia de Buenos Aires todavía evita que se materialice la escena de pollitos amarillos en fuga masiva.

“No solo habrá una elección bonaerense y otra nacional, en las que se discutirán cosas distintas. ‘El Milei sí o Milei no’ no operará en la provincial y, en cambio, se jugarán cuestiones territoriales y candidatos de cada distrito. Habrá ocho elecciones distintas; una por cada sección electoral”, dice un macrista que se aferra a esas categorías y deberá demostrar su vigencia.

Con él coincide un alto dirigente del radicalismo bonaerense que busca maximizar el valor de la presencia en el territorio que aún conserva la UCR. Ambos dicen tener un plan B si los libertarios van por todo para no acordar entre partidos y dejar el escenario reducido de antemano a un nuevo bipartidismo y una polarización, como se proponen lograr en 2027. Todavía falta demasiado.

La evolución de los indicadores económicos y las dinámicas políticas abiertas (condicionadas por demasiados factores humanos) se retroalimentan y mantienen la incertidumbre en todos los planos.

Al final, la ciudadanía decidirá con los elementos que tenga a mano el día de cada uno de los comicios provinciales (cuya segunda etapa será el 11 de mayo en cuatro provincias), y en la decisiva elección nacional del 26 de octubre. Nada está definido y todo quedará sujeto a muchas interpretaciones.

De cualquier manera, el proceso dejará alisado un nuevo terreno y una gran duda por dilucidar: si se consolidará la hiperfragmentación con la que aspira a imperar Milei a partir de 2026 o si se abrirá una reconfiguración profunda del mapa político que dé paso a la formación de un nuevo polo opositor.

Los días por venir serán claves para empezar a despejar incógnitas.

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