¿Por qué algunas mujeres responden mejor a ciertos analgésicos que los hombres? Esa pregunta, que lleva años flotando en consultorios y laboratorios, acaba de encontrar una posible respuesta en una investigación publicada por la revista Science.
El estudio, realizado en ratones, apunta a un mecanismo inesperado: el sistema inmune, impulsado por las hormonas sexuales femeninas, produce opioides naturales que bloquean el dolor antes de que llegue al cerebro.
El hallazgo ofrece una pista sobre por qué las mujeres posmenopáusicas sufren más dolor y abre la puerta a tratamientos personalizados según el sexo biológico del paciente.
Qué hacen las T-regs y por qué podrían cambiar la medicina del dolor
El equipo liderado por la doctora Elora Midavaine se centró en unas células inmunitarias poco conocidas: las T-regs o células T reguladoras. Hasta ahora se sabía que ayudaban a reducir la inflamación. Lo novedoso es que, en presencia de estrógeno y progesterona, estas células ubicadas en las meninges (las membranas que rodean el sistema nervioso central) empiezan a producir encefalina, una sustancia natural con efecto analgésico.
“Las T-regs no sólo están para calmar la inflamación. También actúan como fábricas locales de alivio del dolor”, explica Sakeen Kashem, coautora del trabajo.
Durante el estudio, los investigadores desactivaron estas células inmunes y observaron que las hembras se volvían mucho más sensibles al dolor, mientras que en los machos no se registraban cambios significativos. Esa diferencia confirmó que las T-regs juegan un rol más relevante en el control del dolor en las mujeres, especialmente mientras sus niveles hormonales son altos.
Esto podría explicar por qué algunas mujeres experimentan un alivio más eficaz con ciertos medicamentos, como en el caso de tratamientos para la migraña, y por qué muchas mujeres posmenopáusicas sufren más dolor crónico.
Qué se viene: diseñar tratamientos que usen estas células como aliadas
Aunque el estudio fue realizado en animales, los científicos ya están explorando la posibilidad de modificar genéticamente las T-regs para que produzcan encefalina de manera estable, tanto en hombres como en mujeres. En el futuro, esto podría representar una nueva clase de tratamientos para el dolor crónico que afectan a millones de personas en el mundo.
“Esto va más allá del sexo. Se trata de entender los mecanismos biológicos que regulan el dolor y usarlos a nuestro favor”, concluye Midavaine.